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domingo, noviembre 29, 2015

La noche que Charly García terminó preso

El primer gran escándalo de Charly, en el testimonio de su baterista Fernando Samalea. Un adelanto exlusivo de su libro "Qué es un long play", donde le dedica un capítulo a ese insólito episodio.


La gira de Parte de la religión parecía ir sobre rieles y el próximo paso sería el Estadio Pacífico, de Mendoza. Para aprovechar la gran demanda de entradas, a los ambiciosos organizadores no se les ocurrió mejor idea que programar dos funciones en una misma jornada. La del 8 de agosto de 1987. (...)

Ya en pleno vuelo, García cambió el tradicional desayuno por dos o tres whiskies dobles y, al ser increpado con prepotencia por otro pasajero —al parecer, dedicado a la política—, volcó todo el contenido de uno de ellos en su cara, hielos incluidos. Las azafatas y el comandante de a bordo intentaron calmar al pasaje, pero sus palabras cibernéticas por los altoparlantes parecieron generar más incertidumbre.
Los rumores decían que García, en el momento de su ingreso al Plaza, había tenido serias diferencias verbales con la directora del periódico local Los Andes, también alojada en el hotel (...). Todo derivó en una orden precisa desde la gerencia: todos los huéspedes de la comitiva y nuestra estrella de rock, a la calle. ¡Declarados personas no gratas en la provincia!

Cerca del mediodía pudieron ubicar clandestinamente a Charly en un hotelucho céntrico de poca monta, de solo tres estrellas, a la espera de las actuaciones. El resto debía acomodarse en el bus de gira, en el cual habían viajado los técnicos del staff, o en los camarines del estadio. Una buena dosis de Valium logró hacer dormir a la estrella como un lirón por un rato, luego de amotinarse en la habitación y de varios lanzamientos de objetos contra el televisor y el botiquín del baño. (...)
Teléfonos y handies no dejaban de sonar. Charly pidió su traje, nos miró al Zorri y a mí, y agregó, solemne: “Quédense tranquilos, chicos. Ahora vamos, subo, digo ‘¡Mendoza, los amo!’ y se arregla todo”.

Tales sus predicciones, conocedor como nadie de las técnicas psicológicas de la persuasión popular, logramos dar un calmo primer show y el público se fue implorando bises, mientras regresábamos a camarines, transpirados como deportistas, y los asistentes cambiaban pilas y baterías de nueve volts en efectos y guitarras. “Je, je, no te imaginabas que iba a salir bien”, le dijo Charly a la corista Gabriela Aisenson, cuyo rostro se asemejaba al de quien observa a un vampiro salir de su ataúd. (...)

sábado, junio 06, 2015

100 Mejores canciones

1 - Inconsciente Colectivo
Yendo de la cama al living, 1982

Como standard de fogón y gospel de la transición democrática, “inconsciente colectivo” es una canción desfasada de su sonido primordial, melodía y letra disueltas en un estado de ánimo que conjuga el miedo y los sueños de libertad de una época. Al escuchar “nace una flor, todos los días sale el sol”, lo primero que resuena en la mayoría es Mercedes Sosa, esa especie de voz en off de la conciencia musical argentina. Pero hay que volver a la grabación original del tema, la que cerraba el debut solista de Charly García de 1982. Tras la separación de Serú Girán, García relanzaba su carrera convertido en una celebridad nacional. Las expectativas eran enormes. Yendo de la cama al living (que se publicaría en tándem con Pubis Angelical, la banda de sonido de la película de Raúl de la Torre) tenía que ser también una reinvención. después de grabar todas las pistas entre los estudios ION y Panda, Charly y el técnico Amílcar Gilabert se sentaron a escuchar el material. Había algo que no funcionaba. Y aunque no podía definir qué era, Charly optó por descartar todo y empezar de nuevo. “Esa decisión fue una pegada”, dice Gilabert ahora.

En comparación con su obra previa, el Charly solista ostentaba un sonido “más racional, no tan cargado de cosas, donde los silencios funcionaban también como notas musicales”, en palabras de Gilabert. “Inconsciente colectivo” era un inédito de la época de Bicicleta (1980) que Serú tocó en sus shows del coliseo de Diciembre del 81. Era una balada sobre la vida nueva y las fuerzas oscuras, y tenía una resonancia política innegable. Charly en otro momento genial de lo que podríamos llamar intimidad de masas. “Encontré una forma de hacerlo que me gustó”, le dijo a Claudio Kleiman en Expreso Imaginario, en Noviembre del 82. “Tiene una cosa eléctrica que se repite todo el tiempo, como una especie de mantra, y por otro lado la melodía es casi folk”. El baterista Willy Iturri, ejecutor de la base minimalista (proto trip-hop), fue el único músico que participó de la grabación además de Charly, que se cargó el resto de los instrumentos. “El arreglo nos costó muchas vueltas manzana alrededor de panda”, recuerda Iturri. “Hacíamos una toma, no nos conformaba y salíamos a caminar para hablar de qué estaba fallando.” Si nos abstraemos del contexto-país, de su impronta psicobolche, y penetramos en la materia sonora de la grabación, es llamativo ver cómo esta marcha fantasmal de pop moderno se convirtió en un himno para patios de escuela, en el tema más versionado del catálogo de García. Algo así como el “Imagine” del rock argentino.
Por Pablo Plotkin

2 - Viernes 3 AM
La grasa de las Capitales, 1979

La balada opresiva, sin estribillos ni entrelíneas, que una noche Charly escribió en diez minutos, como Bob Dylan con “Blowin in the wind”. De hecho, la grabó mientras improvisaba melodía y letra de punta a punta en el estudio, y el piano y una de las voces (después la dobló) de esta iluminación a deshoras quedaron en la mezcla final. Ws el espejo roto de “No te dejes desanimar”, el tema de autoayuda de la máquina de hacer pájaros, y fue censurado por la dictadura por “Incentivación al suicido”, un incidente que quedó en el olvido pero que por entonces contribuyó para agigantar su impacto. En “viernes 3 AM” las cosas terminan mal: ante la perspectiva de un fin de semana insoportable como parábola de vacío ideológico, el protagonista acaba con su vida porque “no puede más”. “Viernes 3 AM tiene un error”, reconoce Charly. “Dice Bang, Bang, Bang”. Nadie puede pegarse tres tiros. Con el primero ya se mató.” En la versión que aparece en La Grasa de las Capitales no participa David Lebón, pero sí lo hace el bajo angustiado de Pedro Aznar, quien reveló que “cada vez que la ensayábamos no podía evitar llorar”. Una confesión que eleva todavía más a este réquiem de aires tangueros y genialidad instantánea.
Por Nicolas Miguelez

miércoles, mayo 27, 2015

El muerto goza de buena salud

Esta semana reaparecen varios clásicos del rock argentino, incluyendo un Artaud que respeta la idea original de Spinetta. En la era digital, la resurrección del vinilo apunta a un público minoritario, pero con tanta fidelidad como el microsurco bien fabricado.

Es un negocio, sí, pero es también un acto de reparación histórica. Al analizar el renacimiento del formato vinilo suele considerarse la faceta snob, pero en estos días hay muchas personas que sienten una genuina emoción al sostener un ejemplar de Artaud idéntico a como lo ideó Luis Alberto Spinetta en 1973. Tras la Noche de los Vinilos realizada el jueves pasado en la disquería Ateneo Grand Splendid (donde una fila de cuadra y media de gente vació las estanterías), esta semana desembarcará en todos los negocios la primera tanda de reediciones en vinilo del sello Sony Music, una lista que entusiasma a quienes están hartos de los precios abusivos instalados por el renovado interés en el formato: Durazno sangrando, El jardín de los presentes (Invisible), Almendra, Pescado 2 (Pescado Rabioso), Artaud (Spinetta, aunque firmado por Pescado) y A 18’ del sol (Spinetta); Colores santos (Gustavo Cerati/ Daniel Melero), Nada personal, Ruido blanco, Doble vida y Canción animal (Soda Stereo); Tango y Tango 4 (Charly García/Pedro Aznar), Vida (Sui Generis) y Superficies de placer (Virus). Una selección que hace que más de uno rompa el chanchito y recaliente la tarjeta.

El regreso del vinilo ya no asombra a nadie y se trata de un fenómeno mundial. Aunque el formato representa una cifra ínfima de un negocio que mueve 15 mil millones de dólares anuales, su crecimiento es innegable: en 2014, las ventas globales subieron un 54,7 por ciento, alcanzando el 2 por ciento de la torta. Nada mal para un formato al que se dio por muerto hace años, en un contexto de enorme crecimiento del mercado digital. Es una bipolaridad interesante: en su último Digital Report, la IFPI (International Federation of Phonographic Industry, el conglomerado de sellos discográficos) informó que las ventas en ceros y unos superaron por primera vez a los formatos físicos y que, lenta pero sostenidamente, el streaming va desplazando al downloading. El usuario del siglo XXI prefiere escuchar la música en sitios como Spotify, Pandora o Soundcloud, y es por ello que el mismísimo iTunes prepara un relanzamiento como sitio de transmisión de música online. Pero al mismo tiempo, en Inglaterra se vendió un 60 por ciento más de vinilos; en Estados Unidos, un 52,8 por ciento; en Japón, un 81 por ciento, y en Australia, un impactante 127 por ciento más. Ningún mercado puede exhibir semejantes tasas de crecimiento.

¿Y dónde queda Argentina en ese mapa? El sitio de Capif (la cámara que nuclea a sellos argentinos) no ofrece cifras oficiales de 2014, pero Damián Amato, presidente de Sony Music, dice a este diario que –en un mercado que experimentó un alza del 67 por ciento en ventas digitales– su compañía vendió el año pasado más en formatos físicos que en virtuales. “Hay distintas formas de accesibilidad: la música nunca estuvo en crisis, estuvimos en crisis nosotros, los del modelo de negocios. Matamos el vinilo, matamos el casete, hubo piratería, nos pusimos a combatir a Napster y nos equivocamos. Había que encontrar la manera de vender música por Internet, sí, pero también en los demás formatos. Y la prueba de eso es que el vinilo, que dimos por muerto hace 22 años, está vivo”, señala. El mayor problema, claro, es la fabricación del 180 gramos: los nuevos discos de rock argentino fueron fabricados en República Checa, buscando el mejor sonido posible; el arte gráfico, que replica exactamente los originales, fue realizado aquí. “Ojalá en el futuro cercano podamos volver a fabricar en la Argentina, pero para eso hacen falta inversores”, señala Amato.

lunes, julio 28, 2014

El regreso del indomable

Con los shows de Obras quedó felizmente terminada una etapa en la carrera de Charly Garcia, la de "Parte de la Religión". Por razones que escapan al control de uno, tuve muchas oportunidades de estar cerca de "donde se cuece la milanesa". Pude presenciar el principio de esta fase merced a un encontronazo con el flaco y Mario Breuer en las doradas playas de Rio.

Las bases estaban casi registradas y Charly aprovechaba el tropical clima de Brasil para despejar neuronas, hacer participar invitados en furiosas sesiones en los estudios Son Livre y para llegar "pichuchi" a la parte final en la ciudad de Nueva York, con Mario, Samalea y el técnico Joe Blaney. Me acerqué al estudio y pude aproximarme a lo que sería "Parte de la Religión". Escuché "Símbolo de paz" y el "Rap de las hormigas" y la primera impresión que le comenté a Charly fue: "Es como que hay que tirar para arriba otras vez ¿no? Hubo un mudo asentimiento.

Y fue así: "Parte ... " fue un disco up y una frase up en la carrera artística de García. Un disco extrovertido que te podía llegar por el lado del ritmo y las melodías y, en el caso que quisieras encontrar algún mensaje, éste también estaba allí. Después vino la integración de la banda, una de las mejores que tuvo García en toda su carrera. Sangre joven, gente con mucha polenta: el Negro García López, Samalea, Fabián Quintiero, Alfi Martins, Fernando Lupano.

Estuve en uno de los prolongadísimos ensayos que se llevaron a cabo circa Palermo (en el que hasta compartí una zapada) y se notaba un clima positivo: no era un mero ensayo, era una celebración de la música en sí. Ardientes zapadas, clima festivo, joda mesurada. Buena onda. Los primeros shows, Rosario, Mar del Plata, Mendoza... Un track, y Charly que se quería ir del país porque "aquí no me bancan". ¿Estaba loco? No, el cerebro le carbura demasiado bien.

Para una gran parte de la sociedad argentina (tu papá, tus mayores, tus policías, tus políticos), Charly con su bigote en blanco y negro y su pelvis inquieta, es sinónimo de zarpe, de liberación, de rotura de lazos. Lo que vos, en el fondo, querés y no te dejan. Por un momento parecía que los gerontes triunfaban. Pero Charly volvió y realizó unos conciertos inolvidables en el Gran Rex, a lleno total durante cinco noches. Su música, una vez más, volvía a aplastar la bola de odio y represión que aún se sigue viviendo en Argentina. La celebración de la música, del rock'n'roll, del estar vivos aunque cueste cada vez mas ser sensible en una ciudad de piedra, triunfó una vez más.

Así llegamos a abril 1988, después de un verano hiperdenso. Charly despide “Parte de la religión” en Obras. Cuatro estadios colmados. Había un clima fervoroso, era todo un acontecimiento, la gente estaba al mango. Más que una despedida era nuestra fiesta de celebración de la victoria. Charly García, hoy más que nunca, a pesar de ser como él dice "un monstruo respetado”, es el sinónimo del rock’n’roll en Argentina. Por eso la fiesta, por eso el recital tan al mango.

lunes, abril 15, 2013

Reseña sobre la Grabación de "Parte de la religión"

(New York, febrero de 1987) Como era habitual, Charly bocetó el disco inicialmente en su departamento, portaestudio de 4 canales a cassette y batería eléctrica mediante.

 Por entonces se había montado un auténtico habitat o fábrica de sueños –llamativamente prolijo y ordenado- en una de las luminosas habitaciones con vista a la Av. Coronel Díaz.

 En solitario, registró versiones memorables de "No voy en tren" y "El karma de vivir al sur". Recuerdo que éste último tenía una parte instrumental bellísima (finalmente perdida en los misterios de la creación) con un sintetizador grabado por el mismísimo Nito Mestre durante una visita a la casa.

 La cuestión era bien despojada y simple, pero muy efectiva: Grand Piano Yamaha CP 70, sinte de cuerdas Roland Jupiter 6, un ritmo constante en la batería eléctrica Rx-21, algunas voces o guitarras y nada más.
 Hacía un par de años que yo tocaba con Charly así que fui asomando de a poco a esas tardes y noches, programando o tocando algo y emocionándome al palpar desde la primera fila cómo se iba forjando un tema tras otro.

 Luego de ese período hogareño, ya instalados en el estudio Panda, se grabó la estructura general del disco directamente sobre la cinta de 24 canales.

 Allí definimos las velocidades de las canciones y los arreglos primitivos que irían perfecionándose a posteriori.

 La consigna -pautada con mucha tranquilidad y humor- era que al momento de registrar algo sobre esas cintas todo podría ser definitivo o regrabable durante el periplo Buenos Aires-Río de Janeiro-New York que rezaba el esquema de grabación.

 De hecho, de esas maratónicas sesiones iniciales se rescataron solos de David Lebon y saxos de Dani Melingo, entre otras cosas.
 Los ritmos básicos los pautaba Charly –nadie más adecuado que el propio compositor para eso- de acuerdo al concepto que quería darle a cada una de sus canciones.