Nito recuerda que en la noche de la despedida la terminó solo comiendo pizza / Diego Waldmann |
La prueba se ve reflejada en unas carpetas que estaban perdidas y encontré, vía Facebook 40 años después. Ahí juntaba las notas de prensa, afiches y un poco de todo, y casualmente, quedaron registros solamente hasta noviembre de 1974. Ese año habíamos presentado La Biblia, un proyecto en el que habíamos invertido mucho tiempo y energía que le habíamos restado a Sui Generis.
En esa época lo que más queríamos era salir de una vez por todas a tocar al exterior porque hacíamos unas rondas que eran monótonas, siempre iguales: tocábamos en Rosario, Santa Fe, Córdoba, Tucumán, Mendoza, Buenos Aires, Gran Buenos Aires y los alrededores y luego, otra vez la misma vuelta. Una sola vez habíamos viajado a Chile y otra a Uruguay. Nada más.
Además, el sonido era otro problema, porque era muy malo. No había monitores. Nos pasó lo mismo que a Los Beatles: la gente cantaba más fuerte que nosotros y nosotros no nos escuchábamos. Artísticamente eso no era para nada bueno.
En marzo del 75 hicimos un Gran Rex. Con Charly nos veíamos muy poco. Solo los fines de semana para tocar. No pasaba nada nuevo y entonces, como último intento, planeamos hacer unos shows los domingos de julio, por la mañana, en el Teatro Astral, para que fueran a vernos los chicos a los que no dejaban salir de noche.
En el primer show salió todo mal. El sonido estuvo horrible, fue un día de lluvia y no vino mucha gente. Para colmo, a nuestro bajista, Rinaldo Rafanelli, se le rompieron dos cuerdas, algo que no pasa nunca. Ese fue el día en que, por fin, con Charly decidimos separarnos.
Cuando le avisamos a Jorge Alvarez, nuestro productor, él nos dijo: “Ustedes no pueden separarse así nomás”. Y de ahí salió la idea de un recital, disco, película, y el adiós. Todo en el estadio Luna Park, que nos parecía inalcanzable. Con este proyecto en la mira, nos empezamos a llevar mejor.
Tuvimos entre julio y septiembre para organizar todo y nos dijimos: ‘Vamos a tirar toda la carne al asador’. Ensayar, vernos más… Y llegó el día. Aquel 5 de septiembre de 1975. Jamás me hubiera imaginado cómo nos marcaría ese Adiós.
Todo salió mejor de lo esperado. Fue como renacer. Pero en realidad, Sui Generis no terminó en el Luna Park.
Tan así es, que Charly me dijo: “¿Y si seguimos?” Habíamos empezado a grabar otro disco y a tocar en otras ciudades pero “el de arriba” tenía otros planes.
Salimos en una gira que se había vendido de antemano. Fuimos al sur, tocamos en Comodoro y después en Caleta Olivia, en un gimnasio; un show muy frío, tirando a feo, en el que habría solo unas 300 personas.
Todo un presagio… Yendo para el aeropuerto, la camioneta con nuestros equipos tuvo un accidente y se hicieron bolsa un montón. Encima en el mismo aeropuerto, a Charly le robaron el Mini Moog. Fue una señal contundente. Teníamos más shows vendidos pero ya estábamos sin equipos y mal predispuestos. Parecía imposible. Así que se acabó.