jueves, noviembre 16, 2023

Esquina Charly García en Nueva York: el detrás de escena de la fiesta, por uno de sus protagonistas

El baterista y bandoneonista Fernando Samalea tiene un vínculo sagrado e indisoluble con Charly García desde 1985. Formó parte de su banda desde mediados de los 80, y grabó discos fundamentales como Parte de la religión (1987), Cómo conseguir chicas (1989), Filosofía barata y zapatos de goma (1990) y La hija de la lágrima (1994). Como escritor, plasmó su larga vida en el rock en la trilogía Qué es un Long Play (2015), Mientras otros duermen (2017) y Nunca es demasiado (2019), publicada por Penguin Libros, y también editó las fotografías que tomó entre 1990 y 2010 en Memorias en cámara rápida (Editorial Vademécum, 2021). Desde Nueva York, y a pedido de ROLLING STONE, entrega una crónica en primera persona sobre el día en que el cruce de las calles Walker St. y Cortlandt Alley pasó a ser la «Esquina Charly García».

“Hello Fernandou, ¿Cómo está nuestro amigo?”, esbozó el ingeniero Joe Blaney refiriéndose al homenajeado, al cruzarnos por sorpresa en la recepción del hotel Walker Tribeca.

En minutos, sobre la pared externa de ese mismo restó, cobraría vida la esperada “Charly García Corner”. Joe sonreía detrás de su barba larga y blanca a todo el que quisiera abordarlo. Y casi a las 11, éramos unos cuantos los que ya colmábamos el lugar, parados o sentados en sus mesas. A puro bullicio, sucedían charlas simultáneas entre conocidos de toda latitud y profesión imaginable, propensos a saludar y pronunciar las palabras apropiadas del mundillo artístico. La ubicación clave del bar había constituido un aditamento de lujo. ¡Era un VIP muy ambientado! Desde sus ventanales elevados, observábamos la cada vez mas nutrida muchedumbre sobre la calle, así como el palco montado que iríamos a ocupar en breve junto al Zorrito Fabián Quintiero, Hilda Lizarazu, Alfi Martins, Toño Silva y Kiuge Hayashida.

Ph: Cintia Zabaljauregui

Apretujados como en un subte en hora pico, circulaban celebridades de la fotografía como Andy Cherniavsky y Gabriel Rocca, la poeta aventurera Liliana Lagardé, el director Alex Pels, Vivi Tellas, el ingeniero Luis Bacqué, Vanessa Maldonado, Carlos Ledesma, Gaby Aisenson, Cintia «La Arquitecta», Shoei Go Powers (la viuda de Fran Powers, de la banda Modern Clix que inspiró a García con su grafiti), Sebastián García López, hijo de nuestro recordado y querido Negro, el conductor Hoby Defino, y muchos más. Era un zoológico humano de buena energía.

El seductor Quintiero, de gorro de lana, lentes, camisa roja y barbita candado cual Johnny Depp calabrés, mantenía el humor general haciendo imitaciones desopilantes. Kiuge lo seguía de cerca, con su capacidad para contar decenas de chistes inocentes, sin repetir ninguno, portando sombrero y gafas negras de rigor. Hilda daba vueltas junto a sus amigas Andy y Gaby, emocionada, luciendo un gorro negro de piel y kimono blanco y negro con pollera roja. Cruzábamos miradas con Alfi y Toño y la expectativa era enorme, mientras la pantalla exterior emitía imágenes y testimonios neoyorquinos de Charly, ante el medio millar de almitas que ya ocupaba la esquina.

Al fin, se estaba llevando a cabo el proyecto-homenaje impulsado por el argentino Mariano Cabrera, alma mater de la cuestión. Su sueño le llevó más de un año de preparativos, desde que tuvo esa clarividencia magnífica. Pero, aún intuyéndose su éxito rotundo, sería un hito tan hermoso como complejo de realizar. Con un peso como para egipcios o extraterrestres, digamos.

Ese día, el asunto había arrancado bastante más temprano para mí, cuando partimos con el Zorri en un taxi amarillo desde la residencia del Uptown donde el cónsul Santiago Villalba y la carismática María nos recibían generosamente. De camino a la Corner, buscaríamos un teclado guardado en el Carlton Arms Hotel de la 25th Street. Casualmente, en este albergue bohemio de finales del siglo XIX —decorado al estilo Halloween—, había vivido Richard Hambleton en épocas del “Shadowman”, cuando el resabio de artistas del Chelsea Hotel ocupó sus habitaciones.

No bien llegados al callejón perdido de Chinatown, en Walker st. & Cortland Alley, percibimos en 3D la imagen blanco y negro de Uberto Sagramoso de la tapa de Clics modernos. También recordamos las Polaroids de Ada Moreno que ilustran el sobre interno de álbum. Nos había contado Charly que ella fue crucial para su nueva estética “importada”, según los cánones de la época, aggiornándolo con maquillaje, lentes blancos modernos y nariz de cono de papel. García, refinado como Gershwin, se había plegado a los ochenta mejor que nadie, adaptándose a su modernidad robótica y minimalista, pero manteniendo intacta la personalidad. Cuando llegó en 1983, hacía rato que incorporaba lo teatral en sus conciertos de la mano de la genial Renata Schussheim. Supo construir el puente Buenos Aires-New York entre fotogramas de Woody Allen, conceptos de Kubrick y el humor multimedia de Groucho Marx, siempre con un as en la manga: el del tango y la porteñidad.


De repente, arrancó el acto. Los primeros en tomar el micrófono fueron Noelia Dutrey y el cónsul Villalba, quienes desde el Consulado materializaron la movida junto a Cabrera, el creador del proyecto, el embajador Jorge Argüello y las autoridades neoyorquinas. Sin duda, estaban rindiéndole un tributo importantísimo a Nuestro Héroe Nacional. Al subir Mariano al estrado, entre otras frases, bromeó ingeniosamente con las letras del Artista:

  —“¡Esos chicos están acá en esta esquina, Charly!” —gritó recordando el “Mientras los chicos allá en la esquina pegan carteles” de “Demoliendo hoteles”.

También supo señalar el lugar de la tapa con otro guiño: “Si es mejor mirar a la pared, que sea ésta”, para agregar a modo de despedida “Quiero aprovechar para saludar a alguien que está en Coronel Diaz y Santa Fe, porque Charly García nos está siguiendo a través de Internet”, lo cual hizo estallar Chinatown.

Los discursos carecieron de solemnidades y la emoción afectó al público a corto plazo. Siguió el embajador, luego el Comisionado de Transporte en NYC Ydanis Rodriguez (la rompió con su arenga latinoamericana y un vocabulario imposible de rebatir) hasta el cierre del Comisionado de “International Affairs” Eduard Mermelstein, anunciando que el Alcalde de la ciudad —Eric Adams— declaraba al 6 de noviembre como el “Día de Charly García en Nueva York”. Un privilegio otorgado a celebridades de la talla de Miles Davis, según supimos después.

Palpando el privilegio de estar allí, casi de colado, me acomodé la corbata celeste, acaricié la solapa del traje, tomé el bandoneón entre mis manos y fui bajando hacia el palco con mis compañeros, por la salida lateral. Luego de las palabras sentidas de Josi García Moreno, que nos emocionaron antes de tocar una nota, resonó el acorde de Re, Mi y Fa sostenido anunciando “No soy un extraño”. Josi tomó la voz cantante junto a Hilda, no exenta de lágrimas. Se sabe, la canción es un símbolo perfecto de García caminando por Nueva York, descubriendo el Washington Square Park y la fuerza multirracial del Greenwich Village: “Acabo de llegar, no soy un extraño. Conozco esta ciudad, no es como en los diarios desde allá…” coreamos todos como cuando Argentina ganó la copa en Qatar.

En cuanto a instrumentos, contábamos con lo mínimo, sacrificando infraestructura en aras de practicidad (un par de cajas de sonido, pocos micrófonos, dos tecladitos, la guitarra eléctrica, mi fueye y una batería chiquita de bombo, tambor, hi-hat y platillo), pero a quién podría importarle. Lo esencial nos sobrepasaba. Para colmo, teníamos enfrente la visión de edificios cinematográficos de ladrillo o en tonos ocres, altura monocorde y escaleras de emergencia, así como los letreros en chino de almacenes o negocios cercanos. Cada tanto, al tiempo de bordonear mi instrumento, perdía la vista en detalles arquitectónicos, torres de agua en azoteas o estilos neotudor y victorianos, encontrando miradas al azar y fantaseando sobre mi vida junto a Charly desde mis módicos 20. El cielo mostraba un celeste difuso, a veces grisáceo, mientras la gente gritaba, bailaba e intentaba capturarlo todo con sus respectivos celulares. Alfi Martins, con gafas de galán hollywoodiense y campera oscura, orquestaba las melodías delante de las banderas argentina y norteamericana ubicadas en sendos mástiles, detrás del estrado. El Zorrito emulaba las palmas machacantes de la versión original, buscando adeptos, mientras los más entusiastas comenzaban a trasponer la valla ubicada a metros nuestro, buscando con sigilo y no tanto una mejor ubicación. Otros, quizá mas friolentos, miraban el show a través de las ventanas del edificio color crema del hotel.

Ph: Luis Bacque

Continuó la introducción de “Ojos de video tape” dándole pie a la voz de Hilda, quien entonó “No tengo agua caliente en el calefón…” con la naturalidad que solo Charly puede permitirse en sus letras. Y aunque las emociones saturasen alarmantemente, fue el turno de “Los dinosaurios”. Todo un himno de la llegada de la democracia en el país, versionado sobre un ritmo pesado y certero en la batería de Toño. La ceremonia estaba en marcha.

Antes del cuarto tema, “Nos siguen pegando abajo”, crucé al otro lado para cambiar de rol y sentarme ante los tambores. Resonaba un “Olé-olé-olé-olééé, Charlyyy, Charlyyy…”, que se escuchó hasta en Brooklyn. Empezó el famoso riff polirítmico y, dándole con todo, me metí de lleno en su atmósfera casi twist. Cada tanto, miraba de reojo a mi izquierda: increíblemente, me hallaba a centímetros de donde el propio Líder se había sentado para inmortalizar la portada. Cabrera tuvo la brillante idea de colocar una tela tamaño real con la tapa del disco, en el lugar exacto. Luego del final en seco de tres golpes, Kiuge rasgueó la guitarra rítmica de “Fanky” y Fabián impuso su línea de bajo a lo Chic, motivando una danza generalizada.

 —¡¡¡A gozar y a bailar, Charly García!!!  —gritó Hilda por el micrófono, al tiempo que se entremezclaba junto al bajista con el público. Hicieron saltar a todos, incluso a las autoridades vestidas con trajes de varios ceros. “Vamo´ a bailar” fue la consigna, bajo un ritmo frenético. La Lizarazu, abriendo los brazos, susurró: “Ahora sí, nos vamos en paz, buscando ese símbolo de adentro para afuera, ¿Vamos con ese?”. Sí, por supuesto, comenzó “Buscando un símbolo de paz”. “Será porque nos queremos sentir bien, que ahora estamos bailando entre la gente, será porque nos queremos sentir bien, que ahora todo suena diferente”, cantó la hinchada, durante esa larga improvisación que derivó en un solo al estilo “Guitar Hero” con su consecuente final de rock.

 —¿Chicos, hacemos “Inconsciente colectivo” y la cantamos todos juntos? —propuso nuevamente, mientras saludábamos y Josi se sumaba a la troupe.

Silva retomó los palillos y yo regresé al bandoneón, hasta alcanzar el grand finale con “De mí”. Por entonces, Mariano también subió al palco, loco de felicidad como todos y todas, haciendo registros celulares para la posteridad. “No te olvides de mi, porque sé que te puedo estimular”, cantó Kiuge por el micrófono, destilando un momento épico e inolvidable, como se dice. Hubo saludos, abrazos, fotos y transmisiones dignas de la inmediatez millennial, antes de refugiarnos otra vez en el Mostrador. En la breve caminata, antes de dar la vueltita por Cortland Alley, Cintia La Arquitecta me eternizó delante de la portada. Todo transpirado, muy contento, con mi bandoneón a cuestas…¡No me la iba a perder!

Aún pendían en el aire esas melodías y allí quedó la placa en bronce macizo con la leyenda: “IN COMMEMORATION OF THE 40TH ANNIVERSARY OF THE RELEASE OF CHARLY GARCIA´S ALBUM CLICS MODERNOS”. ¡El hijo dilecto de Rivadavia y José M. Moreno ya tenía su esquina en Nueva York!

La fiesta “Post-Corner” tuvo lugar esa misma tarde/noche en el Consulado Argentino de la 56th Street, cerca del Central Park, no exenta de performances de artistas como el peruano Dunn y los argentinos Lyonne y Jubany. Además, el coleccionista Andrés Páez expuso ediciones y reediciones latinoamericanas del álbum, mientras corrían las empanadas y copas de tinto.

Nuestro adorado Charly, siempre metafísico, continuaba marcándonos el camino. Gran conocedor de la Mitología Griega, las comedias de Mel Brooks o Peter Sellers y la música de The Beatles, Joni Mitchell, Led Zeppelin, Steely Dan, The Rolling Stones, Chopin, Mozart, Todd Rundgren o James Taylor, declaró: “Nueva York es una ciudad tan importante para mí que solo ahí se podía lograr el sonido de Clics Modernos”. Esta vez no estuvo presente. Pero se mantuvo atento, como un colegial travieso, desde su mítico hogar porteño. Seguro viajará pronto a Manhattan, como bien merece, para tomar ese taxi de película que lo lleve a Walker Street y Él.

Por Fernando Samalea

Fuente: Rolling Stone

El blog de Charly García (hecho por DIOS)

domingo, noviembre 05, 2023

Los 40 años de Clics Modernos

Charly García

Este 5 de noviembre, el segundo disco solista del cantante argentino, del que se extraen canciones como Los dinosaurios, Estoy verde y Nos siguen pegando abajo (Pecado mortal), celebra cuatro décadas. El biógrafo del ex Serú Girán, el periodista argentino Sergio Marchi, y Toño Silva, baterista chileno de la banda Los Chilenos de Charly, conversan con The Clinic sobre el músico y la trastienda de la creación del que para muchos es sus obra maestra.

Un viaje a Nueva York para tomar distancia de todo lo que trajo Yendo de la cama al living, su primer álbum como solista. Una esquina, Walker Street con Cortlandt Alley, en la que un grafiti le recordó los desaparecidos en Argentina. El nombre de una banda local rayado en la pared que terminó siendo con el que bautizó a su segundo disco. Todos los recursos a su disposición y una meta: demostrar que componer un buen tema pop tiene mérito.

Así se fue gestando Clics Modernos, el segundo trabajo en solitario de Charly García, el que es considerado la piedra angular de su discografía, que este año cumple 40 años. Nueve temas en poco más de treinta minutos que debutaron en una Argentina post guerra de Malvinas, en el proceso final del anuncio de los militares de llamar a elecciones y radios locales que pasaban solo rock nacional.  

En ese momento es Clics Modernos y La dicha del movimiento de Los Twist, “le cambian la cara” al rock argentino, que venía “siempre de muchos barbones, hippones, con mensaje” y pone a bailar a los trasandinos, recuerda Sergio Marchi, autor de la biografía de Charly García, No digas nada, publicada en 1997.

Para el periodista argentino, ese Charly García era el mejor, el que estaba “dos kilómetros adelante del resto y nadie le podía tocar el culo. Estaba inspirado, tocaba bien”, dice a The Clinic. También plantea que, en su momento, Clics Modernos fue controvertido, porque en ese tiempo “no se bailaba mucho”.

“Llega este con un disco, viste, que son nueve temas cortos, que son como historias cortas, frescas. Yo me acuerdo que puse disco y dije: ‘Esto es una bomba’. Yo tenía 20 años ahí. Era para mi generación. No para la anterior que era los miembros fundadores del rock, que tenía 30, 35. Ellos como que lo rechazaron”, explica.



“Cuando yo lo escuché, para mí fue algo maravilloso. Fuera de serie de todo lo que estábamos esperando del rock latino”, comenta Antonio “Toño” Silva, baterista chileno que lleva tocando con Charly García hace casi dos décadas. “Él fue el que abrió la puerta para el rock latinoamericano. Acá en Chile se estaba escuchando la trova y el Canto Nuevo”, dice, para luego agregar: “Fue un refresco”.

El integrante de Los chilenos de Charly destaca que Clics Modernos “trae muy buena poesía, melodías muy pegajosas. Sonido realmente moderno. Quedé pasmado. Te lleva un poco para el lado de The Police, pequeñas cositas. Él las refrescó y las llevó a su identidad”.

La grabación de Clics Modernos en Nueva York
El segundo disco solista del ex Sui Generis comenzó a fraguarse en Nueva York, ciudad a la que viaja Charly García sin intención de grabar un álbum. “Se va porque quiere tomar un poco de distancia. Él venía de hacer Yendo de la cama al living, había llenado Ferro. La banda, que era medio prestada de Los Abuelos de la Nada, se le desintegra. Hace unos shows en Obras con esa banda, despide a esa banda y se va a Nueva York. Y se va con plata. Se alquila un loft, se queda tres meses”, cuenta Sergio Marchi.

“Estar tres meses en Nueva York te cambia la cabeza. Sobre todo, estábamos en una Buenos Aires bastante gris, veníamos de siete años de dictadura. Si bien había mucha efervescencia porque se iban lo militares, los siete años los habíamos pasado. Como que Charly toma distancia, le cambia la cabeza, se corta el pelo, graba con Joe Blaney en el Electric Lady. Se reencuentra con Pedro Aznar, que es súper importante en el disco”, relata el periodista argentino. “Hicieron un disco fantástico. Puede contratar sesionistas. Contra a Casey Scheuerell (batería), a Larry Carlton (guitarrista). Charly aprovechó muy bien todo y estaba inspirado. No sé si tenía mucho material viejo, porque ‘Los dinosaurios’ era viejo, pero lo demás no”, agrega.

En 2007, en un reportaje que rescató Infobae, el músico argentino recordaba esos días de esta manera: “El arranque del disco fue así: voy a los estudios Electric Lady y les digo: ‘Quiero alquilar The Best, alquilarlo‘. El dueño me dice: ‘¿Tu padre es rico o qué?‘. Yo le muestro la plata y me pregunta: ‘¿Un café?’, además de darme una lista de ingenieros, el último de los cuales era Blaney”.

Un disco autoproducido que, en un comienzo, tenía otro nombre: Nuevos trapos. Pero todo cambió cuando vio un rayado en una pared. “Había una figura como la que pintaban acá (Argentina) de los desaparecidos, pero en negro, y decía ‘Modern clix’ y me pareció un muy buen nombre”, contó en aquella oportunidad. El momento y el lugar fue retratado por Uberto Sagramoso y se convirtió en la caratula del disco. Hoy, próximo a cumplirse 40 años de su lanzamiento, se presentó un proyecto para bautizar esa esquina, Walker Street y Cortlandt Alley, como Charly García Córner, mediante un acto oficial a realizarse el 6 noviembre, un día después de la conmemoración de las cuatro décadas de Clics Modernos. Es de este trabajo del que se desprenden incombustibles canciones como Los dinosaurios y Nos siguen pegando abajo (Pecado mortal), No soy un extraño y No me dejan salir.


“Yo me quedo con una definición que me dijo el propio Charly: ‘Con Clics Modernos yo quise demostrar que componer un buen tema pop tiene mérito’. Charly demuestra que hacer un buen tema pop es meritorio, que hay que hacerlo. Los dinosaurios como canción testimonial, Ojos de video tape como balada, Nuevos trapos, que iba a ser el nombre del disco. Porque el tipo tenía la antena limpia, bárbara, agarraba todas las frecuencias. Era una luz”, afirma el periodista argentino que también ha escrito biografías de Luis Alberto Spinetta (2019) y Gustavo Cerati (2023). Tras recitar los versos de Pecado mortal, destaca la idea que estaba planteando el ex Serú Girán: “Se fueron los milicos, pero ojo, porque esto no terminó. Y tenía toda la razón”.

Además, remarca “una trampita que tiene el disco”, que le contó Charly García. “Cuando lo masterizó le elevó un chiquitín la velocidad”, dice.

Clics Modernos también fue clave fuera de los reproductores de música y las radios, ya que el argentino lo presentó con una serie de conciertos realizado en diciembre de 1983 en el estadio Luna Park, acompañado de una banda que hasta el día de hoy es recordada: los G.I.T, Pablo Guyot en guitarra, Alfredo Toth en bajo, Willy Iturri en batería; Daniel Melingo, cofundador de Los Twist e integrante de Los abuelos de la nada; Fito Páez en teclados y Fabiana Cantilo en coros.

“La presentación fue muy moderna, solo con un velador, que prendía y apagaba. Charly pidió luces blancas y el iluminador, José Quaranta, le dijo: ‘No, necesitamos luces rojas también’. Con eso hizo una puesta muy simple, muy poderosa y muy moderna. Estaba muy adelantando en esa época. El mejor Charly”, relata Sergio Marchi.

Los himnos de Charly García hoy
“Siempre tocamos No soy un extraño, Pecado mortal. Estoy verde lo estábamos haciendo en una época. Son los caballitos de batalla”, cuenta Toño Silva, quien con Los Chilenos de Charly celebrarán el cumpleaños del argentino este 23 de octubre en el Bar de Rene.

El baterista comparte algunos detalles de la incorporación de las canciones de Clics Modernos en el listado de canciones que arma el ex Serú Girán para sus shows, revelando que Los dinosaurios tiene “una letra muy profunda” y “no siempre estaba de ánimo”. “Él vivía mucho la sensación del minuto y en base a eso cantaba. No es que tuviese una preferencia. Elegía un setlist y después de unos meses cambia”, explica.

La última vez que Toño Silva estuvo con el músico argentino fue en marzo de este año y ante la preocupación que ha surgido sobre su salud, manda una señal de tranquilidad: “Charly está bien”.

Por Nicholas Townsend

Fuente: The Clinic

El blog de Charly García (hecho por DIOS)