miércoles, febrero 28, 2024

25 años del mayor recital en la historia Argentina

Simplemente Charly El sentido abrazo entre Charly García y Hebe de Bonafini marcó un emotivo momento durante el recital.

El 27 de febrero de 1999 Charly García hizo el recital de mayor convocatoria en la historia de ese Argentina durante el festival Buenos Aires Vivo 3. La serie de shows había empezado el 21 de enero con Los Pericos, los Fabulosos Cadillacs, y debido al mal tiempo se debieron suspender varias fechas.

En un primer momento, Charly planeó arrojar muñecos desde un helicóptero haciendo referencia a los vuelos de la muerte. Pero luego de una serie de discusiones con Madres de Plaza de Mayo, decidió desistir, aunque dejó algunos guiños en el disco en vivo que saldría poco después. Finalmente, a las 21.45 hs, Carlos Alberto García Moreno empezó con “Cerca de la Revolución”.

A lo largo de una playlist de más de 30 canciones, los cientos de miles de fanáticos apostados en Puerto Madero pudieron disfrutar de un repaso por casi todas sus épocas, y que incluyó a invitados especiales como Nito Mestre, Javier Calamaro y hasta Hebe de Bonafini, con quien se fundió en un abrazo interminable para luego continuar con Los Dinosaurios.

Si bien nunca se comprobó, se estima que unas 600 mil personas estuvieron presentes en el histórico recital, que fue el de mayor convocatoria en el país hasta el momento. El evento motivó la salida de "Demasiado Ego", cuarto álbum en vivo de la etapa solista de Charly. Aunque el show duró 3 horas, se seleccionaron 18 canciones para el álbum, entre las que se incluyeron algunas de su etapa con Sui Generis.

 

El abrazo, por Carlos Polimeni

El único helicóptero que la multitud vio en toda la noche fue uno de la Policía Federal, que a las 22.10 monitoreaba desde mediana altura la zona de Puerto Madero. Veinte minutos después, cuando la primera parte del show estaba terminando, Charly García concretó el homenaje a los desaparecidos más meneado de la historia: simplemente, invitó a las Madres de Plaza de Mayo presentes a compartir su gigantesco escenario. Lo hizo con palabras que parecieron elegidas. “Ahora van a venir unas amigas mías”, anunció a la multitud que los organizadores calculaban en casi doscientas mil personas.

Lentamente, y después de varios segundos, catorce Madres encabezadas por Hebe de Bonafini ganaron el centro de la escena. Charly, cariñoso y por un único momento de la noche relajado, buscó la humanidad de Hebe y le propuso un abrazo. El abrazo resultó largo y apretado. La multitud aplaudió, sostenidamente. Unos segundos después, brincando como un gnomo, Charly buscó las manos de la primera de la fila, y las sacó en trencito hacia el backstage, preñado de gente. Durante todo ese momento, que cerró la primera parte de las tres que tuvo el recital, había sonado el tema “Kill my Mother”.

La noche resultó un tributo de Buenos Aires a uno de sus creadores más importante del último medio siglo, un tributo a uno de sus hijos dilectos. El agradecimiento de la gente a un artista que colocó en su inconsciente colectivo un puñado de canciones indestructible, que son ya propiedad de todos, y que el paso del tiempo potencia.

La multitud que tapizó el predio ubicado frente al escenario que da espaldas al río esperó con disciplina durante más de una hora el inicio del espectáculo sin evidenciar malhumor alguno, sabiendo de antemano que con García siempre es dable esperar sorpresas. El video de ocho minutos –firmado por Cuatro Cabezas, la productora de Mario Pergolini– con que se largó la actividad fue poniendo en clima a la multitud, con un recorrido por algunos momentos de la carrera del personaje de la noche. Charly, que siempre habló de sí con más propiedad que nadie, apareció así contándole al público que su profesión, y su karma, es ser estrella de rock. Que desde que se encontró en su adolescencia con Los Beatles soñó con eso. Que es un trabajo difícil y encantador, y que alguien debe hacerlo. Que no podría vivir sin sentirse una estrella de rock. Que odia a los fascistas y los tipos de anteojos negros. Y que cree que dentro de cada hombre puede haber un tipo de anteojos negros.

Los tres minutos en que las Madres subieron a escena fueron simbólicos: la artillería de las partes, en el conflicto que los enfrentó desde que Hebe cruzó con todo la idea de Charly de homenajear a los desaparecidos recreando los vuelos de la muerte, ya había sido generosamente gastada. La reconciliación estaba firmada y lo que restaba era exhibirla en público. Charly se dio el lujo de demostrar su poder al elegir el marco, un show enteramente tuyo y ante la mayor multitud que haya reunido en sus ya casi treinta años de carrera. Fue jugando con esos elementos, en una gastada que no explicitó, ni tenía sentido hacerlo, que las hizo participar del tema “Kill my Mother”. Al comenzar la segunda parte, diez minutos después, vino “Los dinosaurios”, acaso el mejor aporte suyo en forma de canción a la memoria colectiva en torno al tema de la represión ilegal. De cualquier modo, lo que la gente se llevó fue el momento visual y no su banda de sonido. Está claro que con personajes así, que por un motivo u otro están clavados en la conciencia nacional, la gente siempre es buena. Y tiene razón.

En lo formal, el recital fue bastante parecido a los dos de Obras de fines del año pasado, con la banda más ensayada –aun así hubo momentos inenarrables– y Charly habiendo dormido casi 20 horas antes de salir a escena. La clave, ya se sabe, no es la actualidad: son esas canciones indestructibles, puestas en la sensibilidad de la gente por su propia decisión. El comienzo con “Cerca de la revolución”, “Promesas sobre elbidet”, “Pasajera en trance” y “Rezo por vos” puede obrar como un ejemplo de eso: al cantarlas junto a Charly, la gente celebraba anoche la historia de su propia vida, sus propios recuerdos. Luego de un fugaz paso de Javier Calamaro, casi como para mandarle más mensajes a Andrés, la presencia de Nito Mestre al promediar la segunda parte sirvió para demostrar que de ese reservorio de canciones podrían vivir con comodidad un par de generaciones de compositores. “Aprendizaje”, “El show de los muertos” y “Música de fondo para cualquier fiesta animada” constituyeron un viaje hacia el corazón de Sui Generis, el grupo que en los tempranos ‘70 abrió el rock al corazón de las masas, proceso en cuyo centro, hasta que estuvo concretado, siempre estuvo García. En un momento, mientras María Gabriela Epumer concretaba un solo, García salió de escena y se topó cara a cara con el secretario de Cultura, Darío Lopérfido, responsable del ciclo “Buenos Aires Vivo 3”.

–¡¡¡Cómo te quiere la gente, Charly!!! –le gritó el funcionario en medio del estruendo.
–Sí, ¡¡¡pero cómo toco!!! –respondió el clown.

Uno de los momentos más fuertes de un show desparejo en lo musical, pero emocionalmente estremecedor, fue el que vino después de eso, y comenzó con “Demoliendo hoteles”, con Fabiana Cantilo de invitada. “No llores por mí, Argentina”, remató ese clima, infalible. Con la fiesta desatada allá atrás y allá lejos al costado, a más de cien metros del escenario, pero en la primera fila también, “Nos siguen pegando abajo” y “Peperina” fueron marcando el pulso del final del show, hacia la medianoche, cuando los organizadores empezaban a respirar tranquilos, acaso como nunca en las últimas dos semanas. Charly estiró los bises por casi una hora más. En un momento. gritó: “Yo no voy a ser candidato a nada. Voy a ser pre-sidente. Voy a ser el rey”. La gente lo ovacionó. Del costado del escenario brotaron llamas cuando arremetió con “Estaba en llamas cuando me acosté”. El recital terminó a las 0.45 con Charly diciendo: “Dedico esto show a los desaparecidos, y a los que están vivos”. El sur de la ciudad estuvo toda la madrugada tapizado de gente conforme, y agradecida. Fue como si la ciudad le dijese gracias a García, le perdonase todo lo que se le debe perdonar, y se fuese a dormir contenta. Tarareando canciones que se le pegaron a la piel, y se le hicieron suyas.

Estas son definiciones del público que colmó Puerto Madero:

-“Me vine de Uruguay especialmente para el show. No soy fanático pero ...allá no se consigue” (Alvaro, de Montevideo, 30 años).
-“Venimos porque conocemos a Charly desde que empezó. Este es un recital histórico. Me siento identificado por muchas canciones que él compuso en distintos momentos del país” (Ricardo, de Capital, 45 años).
-“Yo vine con muchas ganas, porque era gratis ... No me trajeron obligado. Me parece que está bien esto de los recitales al aire libre. Igual va a ser medio un despelote” (Pablo, de Lomas de Zamora, 12 años).
-“Me pintaba que tengo que verlo antes de que se muera. Antes como era más chico, nunca lo pude ver. Es la primera vez que vengo a uno de estos espectáculos, y me parece que de todos los recitales que vi en mi vida al aire libre, éste es uno de los más organizados. La gente vino por Charly, no por todo el lío que se armó con la idea de tirar muñecos. Igual también la gente viene porque espera que Charly haga algo, revolee instrumentos ... Es normal” (Adrián, de Merlo, 22 años).
-“Vine porque siempre me gustó Charly. Ya lo había visto con Mercedes Sosa ... Me pareció buena esta idea de Buenos Aires Vivo, muy copada. La gente vino igual, sin tener en cuenta lo que hablaron los diarios y la tele ...” (Mercedes, de Mercedes, 21 años).
-“Estoy acá porque Charly marcó una época y toda mi adolescencia, yo cantaba canciones de Sui Generis en los picnics, y lo seguí siempre. La gente que no vino por el quilombo con Hebe de Bonafini es porque no le importa Charly ... La gente que está acá es la que quiere ver al genio” (Sandra, de Temperley, 30 años).
-“Me gusta Charly y mis papás me trajeron para escucharlo. Ya había estado en recitales, pero éste es el mejor” (Jonatan, de Derqui, 9 años).
-“Vine a verlo porque lo sigo desde la época de Sui Generis, crecí con Sui Generis, lo admiro como músico y vine para apoyarlo, me pareció muy copada la idea de venir hoy. Lo de los muñecos fue todo una paparruchada periodística, con muñecos o sin muñecos, él es Charly García” (Alberto, de Ramos Mejía, 35 años).
-“Estaba acá de visita y me trajeron a escucharlo. Lo conocí hace poquito, pero me gusta. Es la primera vez que vengo a un show al aire libre, y está bueno” (Facundo, de Mendoza, 11 años).
-“No soy una fanática clásica pero me gusta mucho la música que hace, me pareció muy buena la idea de este recital, de que todo el mundo pueda acceder a música gratis. Me parece un espectáculo muy lindo y no quería perdérmelo” (Marina, de Capital, 20 años).
-“Vine por todo el lío que hizo. Me muero de celos de cómo se hace conocer. Hace unos escándalos tan originales ... Ahora acá nadie dice nada y no parece tan grave lo que pasó, porque vino una juventud que es ignorante” (Andrés, de Monte Grande, 57 años).
Unas luces en la oscuridad

La tercera parte del show terminó a media noche, después del tema “Alguien en el mundo piensa en mí”. Antes de los bises apareció el Coro Keneddy, iluminado el escenario con velas, en lo que pareció una alusión a los cortes de Edesur. De hecho, esa realidad estaba presente en el entorno: el escenario montado para los recitales de Buenos Aires Vivo 3 en la Costanera sur se veía, de lejos, como un oasis iluminado en el oscuro paisaje de la zona, todavía afectada por los cortes de luz.
- “Lo mío es buenísimo, pero no es normal”, “Hacerles creer que estoy loco es bueno”, “Yo soy como Federico Luppi, un mito viviente”, “Pasan las modas, pasan los fascistas y quedan los artistas” y “Ahora la política se parece bastante a la maldad” fueron algunas de las frases de García en el video-documental con que abrió el show.
- Los miles de jóvenes que se aplastaban contra la valla de contención festejaban los chorros de agua con que los regaba el personal de seguridad. La valla había sido acercada a escena respecto al resto de los conciertos, por pedido de García, por lo que el corralito reservado a fotógrafos y periodistas era un estrecho desfiladero, saturado de gente.
- La concurrencia de casi 200 mil personas fue la más grande de la historia de tres años del ciclo de conciertos gratuitos.

Fuente: Pagina 12 / Perfil

El blog de Charly García (hecho por DIOS)

viernes, diciembre 15, 2023

Se viene un discazo

 

Charly García junto con José Palazzo y varios de los músicos que colaboraron en el disco (TW josedpalazzo)

Más de 5 años pasaron desde el momento en que Charly García comenzó a trabajar en La lógica del escorpión, disco que comenzó a gestarse en la pandemia y que también fue atravesado por diferentes problemas de salud del músico, lo que elevan a este trabajo a la categoría de hito en su carrera y que finalmente fue terminado, marcando además su regreso al panorama musical desde su último trabajo, Random, lanzado en 2017.

La confirmación de este logro proviene de José Palazzo, destacado productor de rock y manager de García, quien compartió la noticia a través de sus redes sociales, expresando su entusiasmo y describiendo el evento como un momento histórico: “Listo disco de Garcia... A ver si las disqueras le meten pata que el jefe cocinó todo”, afirmó a través de su cuenta de Twitter, texto que acompaña a una imagen de García junto con algunos de sus músicos y el productor.

En charla exclusiva con Teleshow, Palazzo destacó: “Fue una reunión completamente azarosa. La foto es porque habían terminado de grabar el disco y justo pasé a saludar. Entonces ahí dije a las disqueras que se pongan las pilas y apúrense porque el disco está divino, está terminado, es maravilloso”. Además, continuó: “Nos sacamos esa foto y celebramos, pero el disco ya lo escuché un montón de veces y es un discazo, y sobre el disco mucho más no puedo hablar porque va a salir”.

El proceso creativo del álbum fue extenso y evolutivo, con García añadiendo elementos progresivamente, lo que transformó el proyecto en una obra en constante desarrollo. Palazzo, en un texto además subido a su cuenta de Instagram, también se refirió a cómo encontró al músico, del que afirmó: “Qué Charly García feliz que me tocó ver”.

El álbum cuenta con la participación de varios colaboradores de renombre en la escena musical, los que acompañaron a Charly en diferentes etapas de su vida y su carrera, incluyendo a Rosario Ortega, Fabián Quintiero, Fernando Samalea, Fernando Kabusacki e Hilda Lizarazu, así como los músicos chilenos Kiuge Hayashida en la guitarra y Toño Silva en la batería.

Sobre el trabajo, el último tiempo quien brindó declaraciones a través de un video en su cuenta de Instagram fue Fabián Zorrito Quintiero, quien adelantó que uno de los temas que se incluirán es Te recuerdo invierno, una composición de Charly de sus primeras épocas, que fue también atravesando todas sus etapas y editado en el disco en vivo de su banda en ese momento denominada Cassandra Lange. Tambíen se prevé la presencia de al menos algunos extractos de Adiós Nonino, composición destacada de la música nacional.

Además, tal como se adelantara en su momento, el arte de la portada del disco fue confiado a la talentosa Renata Schussheim, añadiendo un toque de distinción a este esperado lanzamiento. Cabe recordar que la artista fue la responsable del arte en el escenario del histórico primer concierto solista de Charly García en Ferro, cuando presentó Yendo de la cama al living, en 1982

El álbum no solo representa un nuevo capítulo en la prolífica carrera de García, sino que también refleja su adaptación y evolución como artista. Durante la producción, García incorporó una variedad de instrumentos, incluyendo sus icónicos teclados y un conjunto de iPads, que fueron una constante en su música desde sus días en la quinta de Palito Ortega y que formaron parte de sus actuaciones en vivo.


El 5 de junio de 2020 en los servicios de streaming apareció Pettinato Plays García, un disco en el que el Roberto Pettinato reinterpretó tapadas del repertorio de Charly en clave jazzera, contando con la colaboración del propio García. Grabado durante mayo de 2019, en tres de los 11 tracks (“Happy and Real”, “Tango en segunda” y “Say No More”) puede oírse la voz más actual del fundador de Sui Generis, Serú Girán y La Máquina de Hacer Pájaros, muy cargada de sentimiento y fiebre de vivir. Es el último registro oficial de García en un álbum hasta el momento.

Incluso, a fines de 2021 habló con Roberto Pettinato y le confirmó que el álbum se llamaría La Lógica del Escorpión. “La lógica del Escorpión es que... ¡no hay lógica! Es suerte“, bromeó Charly. “Lo volví a ver hace poco y me invitó a escuchar el disco: fue una hermosa experiencia postpandémica”, explicaría Palazzo a Teleshow en esos momentos. “El álbum tiene cosas maravillosas y él está fascinado con lo que grabó, muy entusiasmado. Me explicó que lo grabó todo él: Charly sampleó muchos instrumentos y después los tocó él. Eso lo mantuvo muchas horas en el estudio, cosa que a él le encanta”, describió.

Este nuevo trabajo de Charly García es muy esperado por sus seguidores y la comunidad musical, especialmente después del éxito de Random, que fue recibido con gran aclamación por la crítica y el público, y cuyas presentaciones se caracterizaron por entradas agotadas en cuestión de minutos. Con La lógica del escorpión, García promete continuar su legado como uno de los músicos más influyentes y respetados de Argentina y Latinoamérica.

Por Sebastián Volterri

Fuente: Infobae

El blog de Charly García (hecho por DIOS)





lunes, diciembre 04, 2023

Charly García volvió al estudio de grabación


La cantante Rosario Ortega publicó el jueves por la noche en su cuenta de Instagram personal una foto en la que se la puede ver junto a Charly García en un estudio de grabación. En la imagen, el icónico músico argentino aparece de perfil, sentado en un sillón, con un micrófono delante. Al fondo está Rosario, sentada en una silla y en pleno canto.

Como no podía ser de otra manera, la captura de ese instante se viralizó rápidamente a través de las redes sociales. En Twitter, una cuenta de fans de García replicó la foto y los usuarios se ilusionaron con la posibilidad de que se trate de una sesión de grabación de La lógica del escorpión, el demorado nuevo disco de Charly, que comenzó a cocinarse en pandemia y permanece inédito.

En diálogo con Rolling Stone, Rosario Ortega confirmó que la foto fue tomada el mismo jueves en los estudios Happy Together de Buenos Aires. Y que, efectivamente, grabaron “unas voces” para agregar al álbum. Sin embargo, aclaró que no está al tanto de posibles fechas de salida o adelantos sobre el nuevo disco de Charly.

En abril de este año, Rolling Stone publicó una extensa investigación con todos los detalles del demorado lanzamiento. El sucesor de Random (2017) contaría con algunas reversiones de viejos temas del propio Charly, inéditos de la época en la que vivió en la quinta de la familia Ortega en Luján, y covers de clásicos del rock inglés y norteamericano traducidos al castellano, como lo ha hecho ya en discos anteriores.

Entre los que participaron, además de Rosario, están Fabián “Zorrito” Quintiero, Fernando Samalea, Fernando Kabusacki, y Kiuge Hayashida (guitarra) y Toño Silva (batería), dos de los músicos chilenos que acompañaron a García en vivo durante los últimos años. Resta conocer la fecha de publicación, pero todo parece indicar que Charly está dándole las terminaciones finales a su esperada obra.

Por Martín Sanzano

Fuente: Rolling Stone

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jueves, noviembre 16, 2023

Esquina Charly García en Nueva York: el detrás de escena de la fiesta, por uno de sus protagonistas

El baterista y bandoneonista Fernando Samalea tiene un vínculo sagrado e indisoluble con Charly García desde 1985. Formó parte de su banda desde mediados de los 80, y grabó discos fundamentales como Parte de la religión (1987), Cómo conseguir chicas (1989), Filosofía barata y zapatos de goma (1990) y La hija de la lágrima (1994). Como escritor, plasmó su larga vida en el rock en la trilogía Qué es un Long Play (2015), Mientras otros duermen (2017) y Nunca es demasiado (2019), publicada por Penguin Libros, y también editó las fotografías que tomó entre 1990 y 2010 en Memorias en cámara rápida (Editorial Vademécum, 2021). Desde Nueva York, y a pedido de ROLLING STONE, entrega una crónica en primera persona sobre el día en que el cruce de las calles Walker St. y Cortlandt Alley pasó a ser la «Esquina Charly García».

“Hello Fernandou, ¿Cómo está nuestro amigo?”, esbozó el ingeniero Joe Blaney refiriéndose al homenajeado, al cruzarnos por sorpresa en la recepción del hotel Walker Tribeca.

En minutos, sobre la pared externa de ese mismo restó, cobraría vida la esperada “Charly García Corner”. Joe sonreía detrás de su barba larga y blanca a todo el que quisiera abordarlo. Y casi a las 11, éramos unos cuantos los que ya colmábamos el lugar, parados o sentados en sus mesas. A puro bullicio, sucedían charlas simultáneas entre conocidos de toda latitud y profesión imaginable, propensos a saludar y pronunciar las palabras apropiadas del mundillo artístico. La ubicación clave del bar había constituido un aditamento de lujo. ¡Era un VIP muy ambientado! Desde sus ventanales elevados, observábamos la cada vez mas nutrida muchedumbre sobre la calle, así como el palco montado que iríamos a ocupar en breve junto al Zorrito Fabián Quintiero, Hilda Lizarazu, Alfi Martins, Toño Silva y Kiuge Hayashida.

Ph: Cintia Zabaljauregui

Apretujados como en un subte en hora pico, circulaban celebridades de la fotografía como Andy Cherniavsky y Gabriel Rocca, la poeta aventurera Liliana Lagardé, el director Alex Pels, Vivi Tellas, el ingeniero Luis Bacqué, Vanessa Maldonado, Carlos Ledesma, Gaby Aisenson, Cintia «La Arquitecta», Shoei Go Powers (la viuda de Fran Powers, de la banda Modern Clix que inspiró a García con su grafiti), Sebastián García López, hijo de nuestro recordado y querido Negro, el conductor Hoby Defino, y muchos más. Era un zoológico humano de buena energía.

El seductor Quintiero, de gorro de lana, lentes, camisa roja y barbita candado cual Johnny Depp calabrés, mantenía el humor general haciendo imitaciones desopilantes. Kiuge lo seguía de cerca, con su capacidad para contar decenas de chistes inocentes, sin repetir ninguno, portando sombrero y gafas negras de rigor. Hilda daba vueltas junto a sus amigas Andy y Gaby, emocionada, luciendo un gorro negro de piel y kimono blanco y negro con pollera roja. Cruzábamos miradas con Alfi y Toño y la expectativa era enorme, mientras la pantalla exterior emitía imágenes y testimonios neoyorquinos de Charly, ante el medio millar de almitas que ya ocupaba la esquina.

Al fin, se estaba llevando a cabo el proyecto-homenaje impulsado por el argentino Mariano Cabrera, alma mater de la cuestión. Su sueño le llevó más de un año de preparativos, desde que tuvo esa clarividencia magnífica. Pero, aún intuyéndose su éxito rotundo, sería un hito tan hermoso como complejo de realizar. Con un peso como para egipcios o extraterrestres, digamos.

Ese día, el asunto había arrancado bastante más temprano para mí, cuando partimos con el Zorri en un taxi amarillo desde la residencia del Uptown donde el cónsul Santiago Villalba y la carismática María nos recibían generosamente. De camino a la Corner, buscaríamos un teclado guardado en el Carlton Arms Hotel de la 25th Street. Casualmente, en este albergue bohemio de finales del siglo XIX —decorado al estilo Halloween—, había vivido Richard Hambleton en épocas del “Shadowman”, cuando el resabio de artistas del Chelsea Hotel ocupó sus habitaciones.

No bien llegados al callejón perdido de Chinatown, en Walker st. & Cortland Alley, percibimos en 3D la imagen blanco y negro de Uberto Sagramoso de la tapa de Clics modernos. También recordamos las Polaroids de Ada Moreno que ilustran el sobre interno de álbum. Nos había contado Charly que ella fue crucial para su nueva estética “importada”, según los cánones de la época, aggiornándolo con maquillaje, lentes blancos modernos y nariz de cono de papel. García, refinado como Gershwin, se había plegado a los ochenta mejor que nadie, adaptándose a su modernidad robótica y minimalista, pero manteniendo intacta la personalidad. Cuando llegó en 1983, hacía rato que incorporaba lo teatral en sus conciertos de la mano de la genial Renata Schussheim. Supo construir el puente Buenos Aires-New York entre fotogramas de Woody Allen, conceptos de Kubrick y el humor multimedia de Groucho Marx, siempre con un as en la manga: el del tango y la porteñidad.


De repente, arrancó el acto. Los primeros en tomar el micrófono fueron Noelia Dutrey y el cónsul Villalba, quienes desde el Consulado materializaron la movida junto a Cabrera, el creador del proyecto, el embajador Jorge Argüello y las autoridades neoyorquinas. Sin duda, estaban rindiéndole un tributo importantísimo a Nuestro Héroe Nacional. Al subir Mariano al estrado, entre otras frases, bromeó ingeniosamente con las letras del Artista:

  —“¡Esos chicos están acá en esta esquina, Charly!” —gritó recordando el “Mientras los chicos allá en la esquina pegan carteles” de “Demoliendo hoteles”.

También supo señalar el lugar de la tapa con otro guiño: “Si es mejor mirar a la pared, que sea ésta”, para agregar a modo de despedida “Quiero aprovechar para saludar a alguien que está en Coronel Diaz y Santa Fe, porque Charly García nos está siguiendo a través de Internet”, lo cual hizo estallar Chinatown.

Los discursos carecieron de solemnidades y la emoción afectó al público a corto plazo. Siguió el embajador, luego el Comisionado de Transporte en NYC Ydanis Rodriguez (la rompió con su arenga latinoamericana y un vocabulario imposible de rebatir) hasta el cierre del Comisionado de “International Affairs” Eduard Mermelstein, anunciando que el Alcalde de la ciudad —Eric Adams— declaraba al 6 de noviembre como el “Día de Charly García en Nueva York”. Un privilegio otorgado a celebridades de la talla de Miles Davis, según supimos después.

Palpando el privilegio de estar allí, casi de colado, me acomodé la corbata celeste, acaricié la solapa del traje, tomé el bandoneón entre mis manos y fui bajando hacia el palco con mis compañeros, por la salida lateral. Luego de las palabras sentidas de Josi García Moreno, que nos emocionaron antes de tocar una nota, resonó el acorde de Re, Mi y Fa sostenido anunciando “No soy un extraño”. Josi tomó la voz cantante junto a Hilda, no exenta de lágrimas. Se sabe, la canción es un símbolo perfecto de García caminando por Nueva York, descubriendo el Washington Square Park y la fuerza multirracial del Greenwich Village: “Acabo de llegar, no soy un extraño. Conozco esta ciudad, no es como en los diarios desde allá…” coreamos todos como cuando Argentina ganó la copa en Qatar.

En cuanto a instrumentos, contábamos con lo mínimo, sacrificando infraestructura en aras de practicidad (un par de cajas de sonido, pocos micrófonos, dos tecladitos, la guitarra eléctrica, mi fueye y una batería chiquita de bombo, tambor, hi-hat y platillo), pero a quién podría importarle. Lo esencial nos sobrepasaba. Para colmo, teníamos enfrente la visión de edificios cinematográficos de ladrillo o en tonos ocres, altura monocorde y escaleras de emergencia, así como los letreros en chino de almacenes o negocios cercanos. Cada tanto, al tiempo de bordonear mi instrumento, perdía la vista en detalles arquitectónicos, torres de agua en azoteas o estilos neotudor y victorianos, encontrando miradas al azar y fantaseando sobre mi vida junto a Charly desde mis módicos 20. El cielo mostraba un celeste difuso, a veces grisáceo, mientras la gente gritaba, bailaba e intentaba capturarlo todo con sus respectivos celulares. Alfi Martins, con gafas de galán hollywoodiense y campera oscura, orquestaba las melodías delante de las banderas argentina y norteamericana ubicadas en sendos mástiles, detrás del estrado. El Zorrito emulaba las palmas machacantes de la versión original, buscando adeptos, mientras los más entusiastas comenzaban a trasponer la valla ubicada a metros nuestro, buscando con sigilo y no tanto una mejor ubicación. Otros, quizá mas friolentos, miraban el show a través de las ventanas del edificio color crema del hotel.

Ph: Luis Bacque

Continuó la introducción de “Ojos de video tape” dándole pie a la voz de Hilda, quien entonó “No tengo agua caliente en el calefón…” con la naturalidad que solo Charly puede permitirse en sus letras. Y aunque las emociones saturasen alarmantemente, fue el turno de “Los dinosaurios”. Todo un himno de la llegada de la democracia en el país, versionado sobre un ritmo pesado y certero en la batería de Toño. La ceremonia estaba en marcha.

Antes del cuarto tema, “Nos siguen pegando abajo”, crucé al otro lado para cambiar de rol y sentarme ante los tambores. Resonaba un “Olé-olé-olé-olééé, Charlyyy, Charlyyy…”, que se escuchó hasta en Brooklyn. Empezó el famoso riff polirítmico y, dándole con todo, me metí de lleno en su atmósfera casi twist. Cada tanto, miraba de reojo a mi izquierda: increíblemente, me hallaba a centímetros de donde el propio Líder se había sentado para inmortalizar la portada. Cabrera tuvo la brillante idea de colocar una tela tamaño real con la tapa del disco, en el lugar exacto. Luego del final en seco de tres golpes, Kiuge rasgueó la guitarra rítmica de “Fanky” y Fabián impuso su línea de bajo a lo Chic, motivando una danza generalizada.

 —¡¡¡A gozar y a bailar, Charly García!!!  —gritó Hilda por el micrófono, al tiempo que se entremezclaba junto al bajista con el público. Hicieron saltar a todos, incluso a las autoridades vestidas con trajes de varios ceros. “Vamo´ a bailar” fue la consigna, bajo un ritmo frenético. La Lizarazu, abriendo los brazos, susurró: “Ahora sí, nos vamos en paz, buscando ese símbolo de adentro para afuera, ¿Vamos con ese?”. Sí, por supuesto, comenzó “Buscando un símbolo de paz”. “Será porque nos queremos sentir bien, que ahora estamos bailando entre la gente, será porque nos queremos sentir bien, que ahora todo suena diferente”, cantó la hinchada, durante esa larga improvisación que derivó en un solo al estilo “Guitar Hero” con su consecuente final de rock.

 —¿Chicos, hacemos “Inconsciente colectivo” y la cantamos todos juntos? —propuso nuevamente, mientras saludábamos y Josi se sumaba a la troupe.

Silva retomó los palillos y yo regresé al bandoneón, hasta alcanzar el grand finale con “De mí”. Por entonces, Mariano también subió al palco, loco de felicidad como todos y todas, haciendo registros celulares para la posteridad. “No te olvides de mi, porque sé que te puedo estimular”, cantó Kiuge por el micrófono, destilando un momento épico e inolvidable, como se dice. Hubo saludos, abrazos, fotos y transmisiones dignas de la inmediatez millennial, antes de refugiarnos otra vez en el Mostrador. En la breve caminata, antes de dar la vueltita por Cortland Alley, Cintia La Arquitecta me eternizó delante de la portada. Todo transpirado, muy contento, con mi bandoneón a cuestas…¡No me la iba a perder!

Aún pendían en el aire esas melodías y allí quedó la placa en bronce macizo con la leyenda: “IN COMMEMORATION OF THE 40TH ANNIVERSARY OF THE RELEASE OF CHARLY GARCIA´S ALBUM CLICS MODERNOS”. ¡El hijo dilecto de Rivadavia y José M. Moreno ya tenía su esquina en Nueva York!

La fiesta “Post-Corner” tuvo lugar esa misma tarde/noche en el Consulado Argentino de la 56th Street, cerca del Central Park, no exenta de performances de artistas como el peruano Dunn y los argentinos Lyonne y Jubany. Además, el coleccionista Andrés Páez expuso ediciones y reediciones latinoamericanas del álbum, mientras corrían las empanadas y copas de tinto.

Nuestro adorado Charly, siempre metafísico, continuaba marcándonos el camino. Gran conocedor de la Mitología Griega, las comedias de Mel Brooks o Peter Sellers y la música de The Beatles, Joni Mitchell, Led Zeppelin, Steely Dan, The Rolling Stones, Chopin, Mozart, Todd Rundgren o James Taylor, declaró: “Nueva York es una ciudad tan importante para mí que solo ahí se podía lograr el sonido de Clics Modernos”. Esta vez no estuvo presente. Pero se mantuvo atento, como un colegial travieso, desde su mítico hogar porteño. Seguro viajará pronto a Manhattan, como bien merece, para tomar ese taxi de película que lo lleve a Walker Street y Él.

Por Fernando Samalea

Fuente: Rolling Stone

El blog de Charly García (hecho por DIOS)

domingo, noviembre 05, 2023

Los 40 años de Clics Modernos

Charly García

Este 5 de noviembre, el segundo disco solista del cantante argentino, del que se extraen canciones como Los dinosaurios, Estoy verde y Nos siguen pegando abajo (Pecado mortal), celebra cuatro décadas. El biógrafo del ex Serú Girán, el periodista argentino Sergio Marchi, y Toño Silva, baterista chileno de la banda Los Chilenos de Charly, conversan con The Clinic sobre el músico y la trastienda de la creación del que para muchos es sus obra maestra.

Un viaje a Nueva York para tomar distancia de todo lo que trajo Yendo de la cama al living, su primer álbum como solista. Una esquina, Walker Street con Cortlandt Alley, en la que un grafiti le recordó los desaparecidos en Argentina. El nombre de una banda local rayado en la pared que terminó siendo con el que bautizó a su segundo disco. Todos los recursos a su disposición y una meta: demostrar que componer un buen tema pop tiene mérito.

Así se fue gestando Clics Modernos, el segundo trabajo en solitario de Charly García, el que es considerado la piedra angular de su discografía, que este año cumple 40 años. Nueve temas en poco más de treinta minutos que debutaron en una Argentina post guerra de Malvinas, en el proceso final del anuncio de los militares de llamar a elecciones y radios locales que pasaban solo rock nacional.  

En ese momento es Clics Modernos y La dicha del movimiento de Los Twist, “le cambian la cara” al rock argentino, que venía “siempre de muchos barbones, hippones, con mensaje” y pone a bailar a los trasandinos, recuerda Sergio Marchi, autor de la biografía de Charly García, No digas nada, publicada en 1997.

Para el periodista argentino, ese Charly García era el mejor, el que estaba “dos kilómetros adelante del resto y nadie le podía tocar el culo. Estaba inspirado, tocaba bien”, dice a The Clinic. También plantea que, en su momento, Clics Modernos fue controvertido, porque en ese tiempo “no se bailaba mucho”.

“Llega este con un disco, viste, que son nueve temas cortos, que son como historias cortas, frescas. Yo me acuerdo que puse disco y dije: ‘Esto es una bomba’. Yo tenía 20 años ahí. Era para mi generación. No para la anterior que era los miembros fundadores del rock, que tenía 30, 35. Ellos como que lo rechazaron”, explica.



“Cuando yo lo escuché, para mí fue algo maravilloso. Fuera de serie de todo lo que estábamos esperando del rock latino”, comenta Antonio “Toño” Silva, baterista chileno que lleva tocando con Charly García hace casi dos décadas. “Él fue el que abrió la puerta para el rock latinoamericano. Acá en Chile se estaba escuchando la trova y el Canto Nuevo”, dice, para luego agregar: “Fue un refresco”.

El integrante de Los chilenos de Charly destaca que Clics Modernos “trae muy buena poesía, melodías muy pegajosas. Sonido realmente moderno. Quedé pasmado. Te lleva un poco para el lado de The Police, pequeñas cositas. Él las refrescó y las llevó a su identidad”.

La grabación de Clics Modernos en Nueva York
El segundo disco solista del ex Sui Generis comenzó a fraguarse en Nueva York, ciudad a la que viaja Charly García sin intención de grabar un álbum. “Se va porque quiere tomar un poco de distancia. Él venía de hacer Yendo de la cama al living, había llenado Ferro. La banda, que era medio prestada de Los Abuelos de la Nada, se le desintegra. Hace unos shows en Obras con esa banda, despide a esa banda y se va a Nueva York. Y se va con plata. Se alquila un loft, se queda tres meses”, cuenta Sergio Marchi.

“Estar tres meses en Nueva York te cambia la cabeza. Sobre todo, estábamos en una Buenos Aires bastante gris, veníamos de siete años de dictadura. Si bien había mucha efervescencia porque se iban lo militares, los siete años los habíamos pasado. Como que Charly toma distancia, le cambia la cabeza, se corta el pelo, graba con Joe Blaney en el Electric Lady. Se reencuentra con Pedro Aznar, que es súper importante en el disco”, relata el periodista argentino. “Hicieron un disco fantástico. Puede contratar sesionistas. Contra a Casey Scheuerell (batería), a Larry Carlton (guitarrista). Charly aprovechó muy bien todo y estaba inspirado. No sé si tenía mucho material viejo, porque ‘Los dinosaurios’ era viejo, pero lo demás no”, agrega.

En 2007, en un reportaje que rescató Infobae, el músico argentino recordaba esos días de esta manera: “El arranque del disco fue así: voy a los estudios Electric Lady y les digo: ‘Quiero alquilar The Best, alquilarlo‘. El dueño me dice: ‘¿Tu padre es rico o qué?‘. Yo le muestro la plata y me pregunta: ‘¿Un café?’, además de darme una lista de ingenieros, el último de los cuales era Blaney”.

Un disco autoproducido que, en un comienzo, tenía otro nombre: Nuevos trapos. Pero todo cambió cuando vio un rayado en una pared. “Había una figura como la que pintaban acá (Argentina) de los desaparecidos, pero en negro, y decía ‘Modern clix’ y me pareció un muy buen nombre”, contó en aquella oportunidad. El momento y el lugar fue retratado por Uberto Sagramoso y se convirtió en la caratula del disco. Hoy, próximo a cumplirse 40 años de su lanzamiento, se presentó un proyecto para bautizar esa esquina, Walker Street y Cortlandt Alley, como Charly García Córner, mediante un acto oficial a realizarse el 6 noviembre, un día después de la conmemoración de las cuatro décadas de Clics Modernos. Es de este trabajo del que se desprenden incombustibles canciones como Los dinosaurios y Nos siguen pegando abajo (Pecado mortal), No soy un extraño y No me dejan salir.


“Yo me quedo con una definición que me dijo el propio Charly: ‘Con Clics Modernos yo quise demostrar que componer un buen tema pop tiene mérito’. Charly demuestra que hacer un buen tema pop es meritorio, que hay que hacerlo. Los dinosaurios como canción testimonial, Ojos de video tape como balada, Nuevos trapos, que iba a ser el nombre del disco. Porque el tipo tenía la antena limpia, bárbara, agarraba todas las frecuencias. Era una luz”, afirma el periodista argentino que también ha escrito biografías de Luis Alberto Spinetta (2019) y Gustavo Cerati (2023). Tras recitar los versos de Pecado mortal, destaca la idea que estaba planteando el ex Serú Girán: “Se fueron los milicos, pero ojo, porque esto no terminó. Y tenía toda la razón”.

Además, remarca “una trampita que tiene el disco”, que le contó Charly García. “Cuando lo masterizó le elevó un chiquitín la velocidad”, dice.

Clics Modernos también fue clave fuera de los reproductores de música y las radios, ya que el argentino lo presentó con una serie de conciertos realizado en diciembre de 1983 en el estadio Luna Park, acompañado de una banda que hasta el día de hoy es recordada: los G.I.T, Pablo Guyot en guitarra, Alfredo Toth en bajo, Willy Iturri en batería; Daniel Melingo, cofundador de Los Twist e integrante de Los abuelos de la nada; Fito Páez en teclados y Fabiana Cantilo en coros.

“La presentación fue muy moderna, solo con un velador, que prendía y apagaba. Charly pidió luces blancas y el iluminador, José Quaranta, le dijo: ‘No, necesitamos luces rojas también’. Con eso hizo una puesta muy simple, muy poderosa y muy moderna. Estaba muy adelantando en esa época. El mejor Charly”, relata Sergio Marchi.

Los himnos de Charly García hoy
“Siempre tocamos No soy un extraño, Pecado mortal. Estoy verde lo estábamos haciendo en una época. Son los caballitos de batalla”, cuenta Toño Silva, quien con Los Chilenos de Charly celebrarán el cumpleaños del argentino este 23 de octubre en el Bar de Rene.

El baterista comparte algunos detalles de la incorporación de las canciones de Clics Modernos en el listado de canciones que arma el ex Serú Girán para sus shows, revelando que Los dinosaurios tiene “una letra muy profunda” y “no siempre estaba de ánimo”. “Él vivía mucho la sensación del minuto y en base a eso cantaba. No es que tuviese una preferencia. Elegía un setlist y después de unos meses cambia”, explica.

La última vez que Toño Silva estuvo con el músico argentino fue en marzo de este año y ante la preocupación que ha surgido sobre su salud, manda una señal de tranquilidad: “Charly está bien”.

Por Nicholas Townsend

Fuente: The Clinic

El blog de Charly García (hecho por DIOS)

lunes, octubre 30, 2023

Si estas palabras te pudieran dar fe




La foto es conocida. Pipo Cipolatti y su esposa sostienen a sus hijos gemelos delante de la cruz en una iglesia del barrio porteño de Retiro. Mientras, Gerardo Sofovich, el Ruso, tiene una vela en la mano, preparado ya para el momento en el que le toque, junto a Charly, encender el cirio pascual. Entretanto, Fabi Cantilo, mira un poco desorientada desde atrás, y lo mismo hace el propio Charly, que tiene la mano en el bolsillo superior del saco. Paulina Karadagián, la hija del histórico luchador de catch de Titanes en el Ring, tiene los ojos puestos en cualquier parte. Si hubiera seis más, podrían ser los apóstoles. Una banda de rockeros y de pecadores, de rotas y de rotos, en una foto para la eternidad. Para algunos, ese día la casa del Señor fue tomada por espíritus ajenos. Pero no hay duda: si algún desprevenido paseante o algún necesitado de oración pasaba por esa cuadra preguntando “¿Che, acá es lo de Cristo?” tenía que darse cuenta de entrada: “sí, claro que sí, vos sabés que sí”.

Arrancaban los 2000. Un país estallado buscando un símbolo de paz. Charly, todavía, estaba en su etapa bélica. La de los recitales en el Roxy, el brazalete “Say No More”, el disco Influencia y los coletazos de El Aguante. Los años de la respuesta a Lanata (“yo pienso que vos sos un pelotudo”), y la banca final a Menem, su amigo, al que antes había criticado y a quien alguna vez, según el mismo dijo, le había tocado “Los Dinosaurios” para probar su humanidad. “Le arranqué un par de lágrimas. (…) Es humano. Creo que nadie lo vio llorar nunca a Mendez, salvo cuando se le murió el hijo”—dijo tiempo después. Uno a uno, como tantos otros, pasando por las pruebas humanas de García.

Prueba humana parecía, en esos años, ver a Charly encendiendo el cirio pascual con don Gerardo.  “Mi música es satánica. Acá no la puedo tocar”, decía entre risas el García que ahora tenía la misión de proteger a los hijos de Pipo. “Soy protector, pero también apiolador”. Parece joda, pero no. Los profetas, todos, eran un poco eso.



García ya tenía experiencia en el arte de profetizar. Bíblicamente, la profecía no es un arte adivinatorio, sino una advertencia. “El profeta advierte a Israel acerca del juicio de Dios y promete la salvación del mismo Dios. Tanto la advertencia como la promesa son condicionales. Dependen de la libre respuesta del pueblo de Israel”, dijo alguna vez el sacerdote Albert Nolan. Que los Dinosaurios, los milicos, iban a desaparecer: profecía de un Charly que sabía que, aun cuando estuviesen condenados a ello, había algo que dependía de otros. ¿Hubieran desaparecido sin rondas de las Madres, sindicalistas críticos, ciudadanos hartos, militantes que volvían del exilio con la bronca entre los dientes?

En 1984, apenas a la salida de la dictadura, ese Charly que es siempre todos los Charlies, cantaba la canción con todos de la democracia. Una canción a cara lavada: dale para adelante, pero sin caretas. “Aquí para ser un ideólogo tenés que ser una persona ejemplar, un buen padre de familia, un chico bueno y controlado. Es todo una gran mentira tipo boy scout, somos todos buenos. A mí me gusta mostrarme entero, con mis partes buenas y malas”, le decía a Pipo Lernoud en la revista Cantarock. Mientras, le confesaba que había llegado a pensar “en un delirio, en ponerle acompañamiento de rock sinfónico al Manifiesto Comunista de Marx. ¿Te imaginás? Proletarios del mundo, uníos sonando tipo Yes. Los psicobolches se hubieran escandalizado”. Se cayó la dictadura, se está por caer el muro, pero los muros mentales y las dictaduras espirituales todavía están ahí.  “Yo quiero sacarme todo de adentro: la profesora de piano, el colegio, los militares, toda esa culpa que llevamos. Es un BASTA enorme: bancate ese defecto. (…) Está lleno de policías de la mente que nos vigilan las conciencias y no dejan vivir en paz. Llega la democracia, se supone que se van los milicos, pero el milico interior de cada argentino sigue ahí. Ante eso, el rock tiene que decir: váyanse a freír mondongo, loco. No hay más espacio para hacerse el careta a la sombra de los misiles (…). Hay que vivir nuestra vida, aunque sea de prepo”.

La religión era –podía ser— otra de esas policías. El rock argentino, que tradicionalmente la había visto con recelo, había guardado para ella esa dosis de misterio y cercanía que producía, en los sesenta y los setenta, una escena variopinta en la que, vaya a saber por qué, curas, pastores y monjas, también se plantaban. Si la fusión entre religión, peronismo e izquierda había dado lugar a una versión propia de la Teología de la Liberación, la fusión entre cristianismo y rock había incubado una teología mística que combinaba hippismo, Cristo y liberación nacional y espiritual. ¿Cuál de las dos revoluciones era más fiel al espíritu? Gorrión con su Rock de la Misa Criolla, Vox Dei con su Biblia, Invisible y su Durazno Sangrando, Porchetto con su Cristo Rock. Salvadora a veces, opresora tantas otras, la religión también es un objeto no identificado del rock nacional.

¿Y Charly? El pibe que había debutado en el Cristo Rock de Porchetto, que había creado Sui Generis, sacaba en el 87 un disco inexplicable. Parte de la religión. “No tener una religión es también una religión”, le decía, ese mismo año, a Eduardo Berti y Jorge Warley en la revista El Porteño. “El disco se llama Parte de la religión como podría llamarse Parte de las costumbres o Qué le vas a hacer…”. “Yo trato de escapar a esquemas de pensamiento rígidos tipo Bueno, yo soy marxista y toda mi vida voy a pensar igual, nadie me conmoverá ni me hará cambiar. Quiero estar abierto, como digo en una canción, ir a la derecha, a la izquierda, pero siempre adelante”. La religión, que en los sesenta y los setenta, podía aparecer como liberación, ya se mostraba, a fines de los ochenta, como una rigidez. No era fe: era dogma. García quería desterrarlo. Pero solo se puede desterrar aquello que se conserva.



En Parte de la religión, Charly parece decir: “miren, es esto”. Mentir, sentir culpa, hasta matar. ¿Es parte? Claro. Y también el martirio: Rezo por vos como cumbre de la fe. Abrazar la cruz, cargarla y llevarla. Encenderse de amor. De amor sagrado. Es parte de la religión. Y de la vida misma.

Hay una colección de temas de misterio. No religiosos, no teológicos: de misterio. En definitiva, la fe –que es el verdadero fundamento, no la religión, no las instituciones— consiste en encontrarse primero con ese territorio.  De “Nuevos Trapos” a “Ojos de videotape”, hay un repertorio. No hablan de eso, pero hablan de eso. Lo que te interesa y te inquieta, siempre está en la canción que te gusta. Al final, a la hora de interpretar, todos somos Capusotto diciendo “está hablando del fazo”. Bueno, a veces Charly, también “está hablando de Dios”.

¿Escuchan el teclado? Es un riff. Uno de esos conocidos. Una melodía dulce, casi circular, con aire de hit oscuramente hipnótico. Es la introducción de Adela en el Carrousel. Es Charly abriendo un show en Montevideo en el 87. Un Charly joven pero maduro, con esa presencia escénica sólida y casi prolija que caracterizaba a los recitales de fines de los 80. En el Palacio Peñarol de Montevideo, el público y Charly conectan bien. Las palmas se sincronizan con el tema y la cosa parece un culto, una misa, una reunión religiosa. Un rato más tarde, Charly improvisa un tango. La gente no lo sigue, no lo arenga, no corea. Y García se frustra:  “Ni sus propias canciones conocen”, “¿nadie la conoce?” – les tira, en un reto al borde de la indignación. Después afloja y con una mueca de risa se calza la guitarra para el próximo tema: “no se los voy a enseñar porque no hay tiempo y porque por lo visto el tango pega a los 35, antes no”, manda. El público se ríe. Todos salimos ganando cuando somos nosotros mismos.

Durante un tiempo, a inicios de 1990, Charly parodió la religión cantando con el delirante Pipo Cipolatti. Bajo el nombre de “Los Parroquia” entonaban las estrofas de “Vamos juntos, vamos ya”, un tema de Los Twist que, de modo improvisado e histriónico, respondía al discurso de los primeros pastores que se plantaban de mañana, de noche y de día en la todavía oscura Plaza Miserere. Como dos salvadores de almas, Charly y Pipo entonaban: “Yo bebía mucho para ser feliz/ Todo tipo de licores / Vodka, ron y anís! / Pero hallé a Jesucristo / Y ahora canto así (…) Yo era mujeriego, también jugador / En las chicas y en los naipes / Buscabas la solución / Pero un día fui a misa / Y Cristo me iluminó”. Paradójicamente, lo cantaban en la mítica “Capilla del Rock”.

Pero Charly iba a decir más. Al año siguiente, en Tango 4, su disco con Pedro Aznar, volvía a escucharse el sonido de Dios. Pero sin sorna. Si en Parte de la religión suena  un viernes santo –lúgubre, dulce y misterioso— que se mueve entre la creencia y el escepticismo, en Tango 4, se abre una mañana clara de domingo de resurrección donde ese misterio ya no es un problema: es un espacio sobre el cual construir y delinear nuevas preguntas espirituales sobre el sentido de la vida y de las cosas. Es, en definitiva, la fe.  El disco incorporaba Solo Dios Sabe un cover de los Beach Boys (¿Qué sabrá Dios sobre aquella mañana en la que Charly apadrinó a los gemelos Cipolatti en una iglesia en retiro? ¿Qué sabrá Dios de las profecías de Charly en los Dinosaurios o de la comunión de García cuando conectaba con su público como nunca nadie en el comulgar de sus recitales?). Incluía, también, 30 denarios, un tema que revisitaba la experiencia de Judas y Cristo, y en el que Alfredo Alcón interpretaba un versículo del Evangelio de Lucas y dos textos del libro de los Salmos. “He sido Jesús y también Judas” – le decía Charly a Guillermo Allerand en una entrevista de ese mismo 1991. Y remataba “Judas no era tan malo, estaba cumpliendo un papel”. “En el futuro ya no va a haber más traidores. (…) Uno podrá manifestar lo que quiera —tal vez suene un poco utópico— sin tener que hacer el papel de traidor o el papel de mártir, porque va a haber otros papeles… Papeles un poco más sanos”.

Charly hizo su propio papel: un poco Judas, un poco Jesús, un poco cada uno de nosotras y nosotros. Se construyó a sí mismo y nosotros lo construimos a él. Ubicado en el panteón de los semidioses paganos, se colocó en ese territorio sagrado en el que lo humano y lo divino pueden fundirse en lo que llamamos fe. No hay nada más divinamente humano que un panteón de Dioses populares. Encontramos fe en uno que puede no tenerla, buscamos un símbolo de paz en uno que se plantaba y se planta en pie de guerra contra todo, incluso a veces contra él mismo. Escuchar a Dios en un tema de Charly no es difícil: al fin y al cabo, para el que cree, Dios puede hablar por boca de todos.

En esta “pascua garcística” hay resurrección porque hay transformación.  En la vida de Charly entran muchas vidas en una. Nuestras vidas cobran un sentido particular cuando son transformadas. Charly lo hizo, no sólo con la suya: también y sobre todo con las nuestras.

No es necesario llevar a Charly a las iglesias, aunque sería bienvenido que un día fuera así. Cantemos juntos: “Si estas palabras te pudieran fe, si esta armonía te ayudara a creer, yo sería tan feliz en el mundo que viviría arrodillado a tus pies”. Repitamos juntos: “Y aunque cambiemos de color las trincheras, y aunque cambiemos de lugar las banderas, siempre es como la primera vez. Y mientras todo el mundo sigue bailando, se ven dos pibes que aún siguen buscando, encontrarse por primera vez”. Entonemos juntos: “Desprejuiciados son los que vendrán y los que están, ya no me importan más, los carceleros de la humanidad no me atraparán dos veces con la misma red”.

Feliz cumpleaños. ¿Y amén?

 

Por Iván Vivas y Mariano Schuster

Fuente: Panamá Revista

El blog de Charly García hecho por DIOS)

lunes, octubre 23, 2023

Los 72 años de Charly García

En su cumpleaños de 2007, Charly casi desata un incendio. Ph: Maximiliano Vernazza
 

“Tengo un gran recuerdo del día que Charly cumplió 54 años: hizo un show increíble en el Gran Rex. Me impresionó porque presentó a Palito Ortega de manera muy especial: ‘Les presento a mi nuevo amigo’, dijo. Comenzó a acariciar los teclados y Palito se puso a cantar ‘Corazón de hormigón’, el tema que García compuso cuando tenía tan solo nueve años”, rememora Maximiliano Vernazza, uno de los fotógrafos que más retrató al rockstar en los últimos 25 años y que además supo ganarse su confianza. “Para mí esa noche fue muy particular porque a partir de esa nueva amistad con Palito empezó la recuperación de Charly: Palito le abrió las puertas de su casa y de su familia, hizo mucho para que estuviera bien y juntos lo lograron”.

Charly García en los camarines del Gran Rex, con las manos pintadas y en tiempos de su alter ego Say No More. Ph: Maximiliano Vernazza

 

En la composición de “Corazón de hormigón”, Charly aludía a cierta severidad o aspereza de su madre. Ese 23 de octubre de 2005 incorporaba a su círculo íntimo a alguien que le brindaría todo: “Charly lo abrazó y le agradeció con mucho cariño en el camarín, donde él mismo cortaba la torta simulando estocadas con el cuchillo. Todo más que divertido; a sus amigas invitadas les pedía que subieran a unos muebles tipo placares y las colocaba como si fueran sus muñecas. Esa noche también estaba Luciana Salazar, sobrina de Ortega, a quien Charly sumó a los teclados sobre el escenario; se hicieron muy amigos”.

Charly García junto a Luciana Salazar el día que el músico cumplió 54 años. Ph: Maximiliano Vernazza

 

Maximiliano recuerda también que tiempo después Luciana hizo “una nota increíble” en la intimidad del emblemático departamento del ídolo, en Coronel Díaz y Santa Fe, donde hoy reside, como invitada especial para una participación en el programa Argentinos por su nombre, que conducía Andy Kusnetzoff.

Festejo con el primer manager de los Rolling Stones
En 2006, García volvió a celebrar en el Gran Rex y allí también estaba Vernazza con su cámara: “Fue otro momento imborrable con Deborah de Corral y Andrew Oldham, productor de su disco Kill Gil, primer manager de los Rolling Stones y que trabajó también con Juanse y Los Ratones Paranoicos; un groso. No me olvido que cuando fue a grabar a Nueva York también lo acompañé. Andrew después de una larga jornada de trabajo le decía a Charly: ‘Andá a dormir y descansar, te veo mañana temprano’. García me miraba con complicidad y me decía: ‘Mirá si estando en esta ciudad, haciendo semejante disco, me voy a ir a dormir’. Al otro día lo esperaban a las diez y llegó como a las cuatro de la tarde”, cuenta y larga una carcajada.

Charly García en 2006, con Andrew Oldham, el primer manager de los Rolling Stones y productor de su disco Kill Gil. Ph: Maximiliano Vernazza

Con Déborah de Corral en el escenario del Gran Rex, en el festejo de su cumpleaños número 55. Ph: Maximiliano Vernazza

La puerta del departamento de Charly García, en Coronel Díaz y Santa Fe, el 23 de octubre de 2006. Como todos los años, sus fans esperaban para saludarlo. Ph: Maximiliano Vernazza

 

El amor de Gustavo Cerati, Nacha y Juanse
El teatro Roxy de Colegiales fue el sitio elegido por el relacionista público Gaby Álvarez para el festejo de 2007, con invitados de lo más variados: Charly compartió escenario nada menos que con el inolvidable Gustavo Cerati, con Nacha Guevara, con Juanse y con Alan Faena. ¿El resultado? Otra actuación memorable de Charly, con sus invitados tomando champagne sobre el escenario y el público que colmó la sala rugiendo por recibir tanto talento. Quien esto escribe acompañó como periodista a Maxi esa noche emblemática: “Lo sorprendieron con una torta gigante que tenía una chica adentro. Recuerdo que en secreto le dijo a Cerati que tenían que hacer un show juntos. En camarines sopló las velas y, en medio del brindis íntimo, Charly aprovechó la ocasión para irse. Yo siempre estaba atento a todos sus movimientos y lo seguí, como de costumbre. El pasillo era largo, como si fuera un túnel de una cancha de fútbol; caminaba despacio, me miró y lanzó la frase que me quedó grabada: ‘Al final, siempre me voy solo’”, detalla Vernazza.

Con Gustavo Cerati, sobre el escenario del Teatro Roxy, el día que cumplió 56 años. Ph: Maximiliano Vernazza

Un escenario delirante: una chica sale de adentro de la gran torta, Charly observa la escena y detrás de él sus invitados especiales: Gustavo Cerati, Nacha Guevara y Alan Faena, entre otros. Ph: Maximiliano Vernazza

Después del show, García sopla velitas en camarines y casi desata un incendio. Ph: Maximiliano Vernazza


El concierto subacuático con su amigo Spinetta
“Este es el primer concierto subacuático del mundo”, bromeó ante más de 40 mil personas que soportaban una lluvia torrencial y lo ovacionaban en 2009 cuando celebró sus 58 en Vélez, con un súper concierto. Venía de muchos meses de ausencia afrontando problemas de salud y recuperaciones, donde su amigo Palito Ortega continuaba siendo fundamental. Lo acompañaron el Negro García López en guitarra, el Zorrito Fabián Quintiero en los teclados, Hilda Lizarazu en voces y los chilenos Kiushe Hayashida en guitarras, Carlos González en bajo, Tonio Silva en batería.

En 2009 festejó su cumpleaños con un concierto en el estadio de Vélez Sarsfield que marcó su regreso tras meses de aislamiento por su proceso de recuperación. Se desató un diluvio y el mismo Charly lo bautizó como el "concierto subacuático". Sobre el escenario, Charly recibió al Flaco Spinetta. Juntos cantaron "Rezo por vos". Ph: Maximiliano Vernazza

Después del show en Vélez, los festejos siguieron en un bar de Palermo. Pedro Aznar le acercó la torta de cumpleaños. Atrás, el Negro García López y Gillespi. Ph: Maximiliano Vernazza

Después de soplar velitas, arengado por el Negro García López, Charly García empezó una guerra de tortazos, al mejor estilo de Los Tres Chiflados. Ph: Maximiliano Vernazza

 

Pero el invitado especial era nada menos que Luis Alberto Spinetta, que interpretó junto a García “Rezo por vos”. Así lo vivió Maximiliano desde el detrás de escena: “Cuando Spinetta llegó Charly juntaba sus manos simulando un rezo como anunciando que llegaba Dios. Siempre era muy generoso y excelente anfitrión con la gente que quería, los sentía como de su familia. Tuvieron una larga charla en camarines, hablaron de tocar juntos y luego me dijo: ‘Hoy vino Dios, ¿lo viste, no?’. El festejo continuó en un bar de Palermo con íntimos. Estaba el Negro García López, Mecha, su novia, siempre a su lado acompañándolo como en todos sus cumples y Pedro Aznar, que acercó la torta. Y previo a hacer un minishow más que especial para sus invitados, hubo guerra de tortazos onda Tres Chiflados que empezó Charly, por supuesto”.

Charly junto a Palito y Rosario Ortega. Ph: Maximiliano Vernazza

Feliz con su hermano Daniel
La de 2013 fue otra celebración súper íntima en La Panadería, el restó de Pablo Massey según Vernazza y su lente atenta: “Fue una noche diferente, tuvo la presencia singular de su hermano Daniel. Lo vi muy feliz charlando y riéndose con él, bien rodeado de los que considera su familia: Palito, Rosario, Mecha, el Zorrito, el Negro, que ya no está, lamentablemente... Lo que rescato siempre es la alegría en cada festejo, su música que emociona apenas la escuchás; me siento un privilegiado de haber podido compartir con él tantas emociones”, resume Maximiliano, que se ganó la confianza del ídolo.

Charly en su cumpleaños de 2013, con su hermano Daniel. Detrás de ellos asoma Mecha lñigo, novia de Charly. Ph: Maximiliano Vernazza

En 2013, Charly García reunió a sus amigos en La Panadería de Pablo Massey.  Ph: Maximiliano Vernazza

Charly García junto a Maximiliano Vernazza, el fotógrafo que lo acompaña desde hace 25 años. Ph: Maximiliano Vernazza

Saludos en pandemia
Un mal paso y una caída lo dejaron fuera de la grilla de Cosquín Rock. Su regreso al festival cordobés no pudo ser. Y luego llegó la pandemia. Tras varios meses de encierro se asomó por el balcón de su departamento para agradecer a los fans que lo saludaron en el día de su cumpleaños.

Barbijos, brazaletes Say No More, tatuajes y hasta máscaras con la cara de Charly se vieron en ese octubre pandémico en la avenida Coronel Díaz. Por el lado de los artistas, también hubo mensajes de cariño. En un video realizado por la compañía discográfica con la que Charly tiene contrato, quedaron condensados los de un amplio arco estético. De Pedro Aznar y David Lebón a Soledad Pastorutti, de los Miranda! y Lali a Kevin Johansen, Carlos Vives, Fito Páez y Juanse.


Un ídolo de siete décadas

Charly García en su departamento de la calle Coronel Díaz. Ph: Fabian Marelli

Cuando en 2021 Charly García cumplió 70 años, la comunidad artística se reunió para celebrarlo con shows en vivo y múltiples muestras de cariño en las redes sociales. De hecho, el propio Charly sorprendió a todos y tocó en vivo en el CCK, en uno de los cuatro bloques de conciertos que habían sido programados para homenajearlo.

Sentado a uno de los teclados, de traje blanco y sombrero y remera (con la estampa de un escorpión) negros comenzó su set con “Cerca de la revolución”. Luego de los recitales homenaje, el artista celebró su cumpleaños en el hotel Faena de Puerto Madero donde muchísimos amigos y colegas se acercaron para festejar a su lado.

El año pasado, Charly García decidió volver al ruedo y festejó sus 71 años con un gran evento en Palermo. En aquella ocasión, el ícono del rock argentino eligió el Bebop Club para el festejo y la convocatoria fue un éxito: desde su hijo Migue, Palito Ortega y Juanse hasta Lali Espósito y Nito Mestre, nadie quiso faltar a la cita, que incluyó un regalo para todos los presentes: el compositor subió al escenario junto a Rosario Ortega y brindó un show que hizo cantar a todos.

Así llegaba Charly Garcia al festejo de su cumpleaños número 71, en Bebop Club. Ph: Gerardo Viercovich


Además de charlas, tragos y mucha complicidad, la noche tuvo su gran momento cuando García compartió con los presentes temas como “Adela en el Carrousell”, “No voy en tren” y “Yendo de la cama al living” junto a Rosario Ortega y el resto de su banda capitaneada por el Zorrito Fabián Quintiero. Entre el público, Jey Mammon, Andrea Rincón, León Gieco, Joaquín Levinton y Tamara Pettinato disfrutaron como un grupo más de fans.

Los saludos para Charly en cada cumpleaños son un capítulo aparte. Algunos son convencionales, pero no por eso menos cariñosos que el resto. La mayoría, especialmente los de quienes compartieron algo de sus vidas con el astro, manifiestan un franco agradecimiento y hasta una devoción que traspasa los límites de la música y del afecto. Será cuestión de esperar para ver qué se trae entre manos el ídolo del rock nacional para su cumpleaños número 72.

Por Miguel Braillard

Fuente: La Nación

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