
Charly García hizo de las suyas, pero en lo musical lo mejor estuvo a cargo de Skay Beilinson. Y hubo mucho más: un Flaco Spinetta más clásico que nunca y un León Gieco que recorrió pasado y presente. Todo frente a 35 mil personas habituadas a una sana convivencia.
No pudo soportarlo más. Le habían puesto ropa espantosa y elegido mal el talle, sin contar todo lo que le hicieron antes, desde las fotos inescrupulosas hasta el liviano apoyo a Kill Gill, las internaciones y la farmacopea que no divierte. Charly García no aguantó más y en el cierre de la segunda luna rockera de Cosquín se despachó con un show de tres horas, un par de frases antológicas (“Latin No More”, la que mejor rankeó) y un par de arranques contra el equipamiento. Primero fueron los pies de micrófonos, que pateó de un lado al otro; luego el micrófono, lanzado como bocha sobre la cancha del tablado, y al final, a las 3.15 de la madrugada, una hora y media más tarde que lo pensado, se la agarró contra un par de equipos, la batería, más pies de micrófonos y sus propios pantalones, aunque sin quererlo. “Volvió Charly”, venían diciendo algunos desde que arrancó, tratando de maniobrar el fierro caliente que le dejó Skay Beilinson, que dio uno de los mejores shows del festival. Más bien, volvió el Charly performer y entregó también algunas salidas para el recuerdo, pero musicalmente Skay se llevó todo.