Yendo de la cama al living, Charly García dio sus primeros pasos como solista |
Oh no. No hay ninguna vibración. Promediando el tema, Charly García advierte que no solo ha perdido conexión con el exterior, sino incluso con el impreciso espacio interior: "no hay señales de algo que vive en mí". El protagonista de " Yendo de la cama al living" conoce el antídoto para la pandemia pero ya es demasiado tarde. Como el Capitán Willard de Apocalypse Now (como el Pink de The Wall ), está confortablemente adormecido. Acaso como todos nosotros con las series de streaming. Publicado oficialmente el 28 de octubre de 1982, el gesto inaugural de Charly García como solista es un despojamiento. Incluso quedarse en casa, parece decir, es una actividad de alto riesgo: podés encontrarte a vos.
La anécdota es bien conocida. Cada vez que ponía los discos de Serú Girán, un Migue García de cinco o seis años llegaba hasta el primer cambio de ritmo y retrocedía la canción. "¿Por qué siempre escuchás esa parte y no lo escuchás entero?", preguntó Charly. "Es que para mí, un tema es uno", respondió Migue. En plena transición del rock progresivo hacia la new wave (de Genesis y Premiata Fornería Marconi a Brian Eno y Talking Heads), García encontró la horma de su zapato: un desafío artístico. Alterando su metodología habitual, diseñó una línea de bajo y las dos notas complementarias para cerrar los acordes esenciales: SOLm7, Do7, RE7. "Eso fue un avance para mí, por el tipo de armonías, por el solo hecho de haber compuesto un tema sin saber qué iba a pasar después -dijo Charly-. O sea: empecé por la base, pero sin saber qué iba a haber arriba".
Aunque las sesiones están acreditadas a partir de mayo, García construyó su propio mito: exactamente el 2 de abril de 1982, mientras las tropas argentinas desembarcan en las Islas Malvinas, se metió en los Estudios Del Jardín para grabar la banda sonora de la película de Raúl de la Torre. "Me encerré en un estudio un mes, y de la guerra me enteraba cuando iba al bar de al lado -le dijo García a Gloria Guerrero, en la revista Humor-. Un día me acuerdo que pasaron un 'Comunicado', y todo el mundo en el bar se calló. Un bar de la avenida Santa Fe, todo pituco. Me hacía acordar al 'Huevo de la Serpiente'. Una situación límite que no sucede y a la vez sucede... Una locura. Entonces rogué que no bombardearan Buenos Aires y seguí haciendo mi trabajo, aunque se cayera el mundo a pedazos al lado mío. Porque es lo único que me interesa hacer, y lo único que me salva. Si me enganchara con lo que pasa afuera, me volvería loco".
Alienado por su disciplina artística a rajatablas, el puro hedonismo o incluso su salud psíquica -o acaso las tres cosas-, García se atrincheró en su flamante departamento de Coronel Díaz y aquellos estudios en el primer piso de Santa Fe 1284. Sus ocupaciones de la cuarentena fueron ordinarias y extraordinarias: consumiría drogas y trataría de poner en orden su vida sexual. Pero, en lugar de series por streaming, se rodearía de sintetizadores y teclados para retratar minuciosamente las contraindicaciones de la cuarentena. Como notaron Zariello y Roque Di Pietro, su patrón lírico parece haber sido "Gotta Serve Somebody", de Bob Dylan. Es una observación sensata. No solo porque Slow train coming (1979) es uno de los discos favoritos de García, sino porque un fragmento del videoclip emula a "Subterranean homesick blues".