martes, marzo 14, 2017

Una vaga idea de eternidad

No es que “Random” sea bueno porque es la inesperada obra de un Charly crepuscular y agónico, es bueno porque simplemente tiene bellas canciones, por Mariano del Mazo, Rodrigo Manigot y Martín Zariello 

Mariano del Mazo:

Random es una palabra inglesa que significa aleatorio, fortuito o casual. En este Random nada es aleatorio, fortuito o casual. Charly sacó el primer disco de canciones nuevas en siete años –digamos, después de Kill Gil- y todo está pensado al detalle. Random da un salto olímpico al caos sonoro de la etapa Say No More, y se ofrece –con diez canciones marcadas por ramalazos de luz, ráfagas de lucidez- casi como el disco que sucede a Filosofía barata y zapatos de goma (1990). Los diez temas  se extienden a lo largo de 34 minutos y significan el regreso del Charly artísticamente minucioso y obsesivo, el que dio vuelta como un guante el canon de la modernidad rockera de la década del 80. Es el Charly que entraba al estudio con una claridad conceptual y un rigor musical camuflado debajo del personaje obstinado por ser y parecer una estrella de rock and roll. García siempre fue un hijo de Los Beatles: puede haber pose, megalomanía, odio, envidias,  pero en el momento de entrar al estudio –en caso de que no acechen los demonios- la canción es la canción.

EntoncesRandom. Si evitamos el lugar común de frases perdonavidas del estilo “celebremos que está vivo” o “es el mejor García posible”, lo que se escucha es un disco de rock más atemporal que clásico, que dialoga con diversos momentos de la obra de Charly. Las referencias pueden ir de la etapa Prince de Parte de la religión al encandilamiento teen por bandas del rock inglés de los 60 y 70. Hay una frescura sui generis en el disco, aun cuando las capas remitan, sí, al período SNM y la voz aparezca por momentos desmesuradamente tuneada y las codas climáticas se repitan y clausuren canciones como criptadas rúbricas pop. El predominio de tonos mayores expulsa cualquier atisbo melancólico. Las letras tienen mensajes múltiples como flashes reveladores y en su conjunto diseñan la fantasía de que el tiempo no pasa. La adolescencia parece eterna y los ecos de una rebeldía aplacada por los achaques son como balas de una metralleta al tun tun. El rasgo más adulto de la letrística es la apelación al cine, una omnipresencia artística en la trayectoria de García. De la elocuente “Ella es tan Kubrick” (un tema en el que Charly García parece honrar, sugestivamente, al Fito Páez más Charly) a la maravillosa “Lluvia”–“ya ves que yo no te puedo dar  las cosas que quisiste dejar /Ya ves, amantes otra vez/ Por eso es que hoy llovió / Me escapé por ahí, y el colchón chupó la angustia”-, el cine funciona como una referencia generacional (en un video que proyectó la Sony luego de la escucha del disco, la semana pasada, se lo ve a Charly preguntándole a sus fans: “¿Ustedes saben quién es Kubrik?”)

Volvió Charly, y no hizo el mejor disco posible: hizo simplemente un gran disco. Hace tiempo que –como decía Goyeneche de su propio ocaso- canta con el interés y no con el capital. En la media del rock argentino, sobra. “Primavera” debe ser la mejor canción rock en años: con su sonido de banjo, el susurro de Rosario Ortega y un baldazo de la vieja altanería del Maradona del rock argentino declarándole la guerra al tiempo y anunciando su renacimiento, es suficiente. “Al fin llegó la primavera / al fin saldremos a pasear / al fin al viento las polleras / al fin piropos al pasar / Porque siempre estaré pronto a renacer / Porque hoy yo estoy más joven que ayer”, canta.

Más que la máquina de ser feliz, García es una máquina de hacer felices a los que durante casi 50 años asomaron a una obra tan extraordinaria como autorreferencial. Si cuando tenía 20 años le cantaba a la muerte desde la cama de un hospital y a una posible decadencia en soledad rodeado de diarios viejos y fantasmas, ahora pelea –otra vez flaco como un Quijote- contra los que lo quieren congelar en esa idea de decadencia. Escribe, en el último tema: “El pasado no me condena. El presente no me da pena. El futuro está asegurado”.

Es cierto: no resulta sencillo poner en valor a Random sin una perspectiva histórica. Tiene el futuro asegurado: puede ser el canto de cisne o la puerta abierta a un milagro. Y conecta directamente con una vaga idea de eternidad.

Mariano del Mazo conduce La Hora de los Magos, en Radio Ciudad. Escribe en Radar, de Página/12. Es autor junto a Pablo Perantuono de Fuimos reyes (Planeta), una biografía sobre los Redonditos de Ricota.


Rodrigo Manigot:

Si algo tiene de sorprendente Random es que Charly García nos grita a todos que está vivo y haciendo música. Cuando la mayoría lo dábamos por muerto, desde dónde sea, con su dicción confusa post reviente de los revientes, nos arroja diez canciones por la cabeza y se instala otra vez en el centro de la escena de un rock nacional que fundaron otros, pero que llegó a su pico creativo especialmente de su mano, y de la de Luis Alberto Spinetta.

Si algo tiene de novedoso Random es que se percibe el esfuerzo de Charly y de su técnico y productor (Nelson Pombal) por reconectar con su viejo y acaso mejor sonido: el disco nuevo de Charly suena por momentos a disco viejo. A Clics Modernos, a Parte de la Religión y a Cómo conseguir chicas, el García de los ochenta que no tuvo rival en estas pampas. Compositivamente también asoma el viejo Charly, en melodías de suma belleza como “Lluvia”, “Spector” o la ya lanzada como corte de difusión “La Máquina de ser feliz”. “Lluvia”, justamente, quizás sea su canción más lograda, si entendemos por logrado que Charly pueda seguir haciendo canciones de la belleza singular de sus tiempos de oro.

El adolescente de sesenta y monedas no se ha ido. El Charly Say No More asoma en :Ella es tan Kubrick”, en “Los amigos de Dios”, o en “Otro”, con esa extraña habilidad de García Moreno para conectar con los pibes como si él fuera otro chico, en esa suerte de Sui Generis Reloaded que ha erigido en sus años más sufridos y caóticos y que un montón de pendex eligieron como bandera.

A mí me gusta “Rivalidad”, no solo por el estribillo genial que pude pelear por el campeonato del mundo, ni por el sonido pop elegante que evoca a los temas más festivos de Parte de la Religión, también por la agudeza de García para oponer la cultura rock como una bandera de guerra ante la vida burguesa que exhiben sus vecinos y vecinas de edificio. Hay una grieta y no voy a hacer nada por remendarla, les grita desde sus ruinas el artista más influyente del rock argentino.

También me gusta “Believe”, y lamento que Charly no haya buscado darle una versión en español: un pop rock de sonido pre punk sesentoso que encarnaron los Who y los Kinks, ese sonido que Charly admiró siempre, la podredumbre elegante de algunas bandas inglesas centrales.

Random cierra con “Mundo B”, una canción que se desintegra pasando la mitad en una parte “c” bellísima -también en inglés- y que finalmente desemboca en una cita de una de las grandes canciones de García solista: “No te animás a despegar”, de su monumental Piano Bar. El García nuevo suena también al Viejo García. Ese es el mensaje cifrado de Random. 

Charly García está vivo haciendo lo que mejor sabe hacer: canciones. Y es tan grande que saca este disco que por momentos emociona, por algo que solo los elegidos pueden conseguir: lanzar una suerte de disco póstumo, pero desde la vida misma.

Rodrgio Manigot es músico y guionista. Es cantante y compositor de Ella es tan cargosa. En Twitter es @rodrigomanigot


Martín Zariello:

Siete si se cuenta la edición oficial de Kill Gil en el 2010. Una década si nos remontamos a la versión filtrada de ese mismo álbum en el 2007. Lo cierto es que desde 1972 nunca este país había pasado tantos años sin acceso a las canciones nuevas de Charly García. Argentina podría dividirse (una vez más) entre los que creen que esto es traumático y los que ni siquiera se enteraron. Viva la rivalidad.

Es imposible extraer el disco del contexto en el que se graba y se edita. Probablemente lo sea con todos los discos, películas y libros que existen, pero Random no es cualquier cosa. García no toca en vivo desde marzo del 2014 (show en el marco del Cosquín Rock). A partir de ahí comenzó una etapa de poco contacto con la prensa y apariciones esporádicas en recitales de amigos (Fito, Lebón, Juanse, Palito). Episodios como la muerte del Negro García López, su operación de cadera y las internaciones de diciembre último confluyeron para instaurar una preocupación real con respecto a su estado de salud.

En este país a los miedos clásicos (la muerte, el desamor, quedarse sin trabajo, no clasificar al Mundial) habría que sumarle el miedo a que se muera Charly García. 

Además la figura de Charly parecía haber perdido cierto terreno en el imaginario del rock argentino. El consenso post-mortem con respecto a las obras de Spinetta y Cerati dejaba a la de Charly, todavía en tránsito, en un lugar incómodo. Además la proliferación de espectáculos retrospectivos (El concierto subacuático, 60X60, La dimensión desconocida, Líneas paralelas) expuso al repertorio a un desgaste puntual, que hizo más evidente la ausencia de creaciones nuevas.

Aunque decir que García no hizo canciones desde el 2009 a esta parte sería un equívoco. Que fuera de un círculo muy específico de "aliados” casi nadie les haya prestado atención es otro tema. La primera fue “Deberías saber por qué”, single del Regreso del 2009, que lo mostraba en un registro algo impersonal para su habitual grado de predominio como autor. La segunda fue tocada en los shows del 2010 pero no apareció nunca más en las listas: “La medicina del amor”. Después hubo covers (“Venus”, de Televisión; “Desolation Row”, de Dylan), cuya mayor virtud tal vez era la elección del tema pero no su ejecución. De hecho “La máquina de ser feliz”, tema estrenado oficialmente el 5 de febrero pasado, ya cuenta casi con un millón de visitas en YouTube (una nimiedad para un artista de moda; un buen número para un músico de la generación de Charly) mientras una versión demo que García cantó del mismo tema dos años atrás en Viudas e Hijas del Rock and Roll (Telefé) hasta hace poco contaba con menos de treinta mil reproducciones. 

En medio de ese clima desfavorable comenzó a circular la versión de que García estaba grabando un disco con canciones nuevas. Esto ya se había dicho ni bien García volvió al ruedo en el 2009 (Palito hablaba de canciones compuestas y grabadas en el estudio de su quinta), pero volvió a cobrar fuerza, a partir del 2013/14. De hecho Samalea contó que le dio el demo a Joe Blaney hace un par de años (Blaney, confundido por el packaging que había armado García, contestó: “¿Qué mierda es esto?”). Los blogs de fans y grupos de Facebook que siguen el derrotero de Charly con el interés que ya no le dedica la prensa especializada (“El blog de Charly García”, “Parte de la Religión”), publicaron la lista de temas, con leves variaciones en los títulos, un par de veces.

Sin embargo, a excepción de sus allegados más íntimos, nadie sabía muy bien cómo eran los nuevos temas de García. Y si gracias a YouTube se conocían versiones inconclusas y precarias que Charly había mostrado por ahí (tocó “Ella es tan Kubrick” previo a su homenaje a Cerati en la Televisión Pública, durante el 2014 y “Lluvia” en el programa Net de Fox Sports, en 2015), tampoco se sabía cómo iban a sonar en un disco. En su libro de memorias, Fito Páez cuenta un episodio cuya estructura remite a la de ciertas enseñanzas orientales. El 17 de noviembre del 2015 visita a Charly en la clínica, quien se encuentra ahí después de la operación de cadera. Charly invita a Fito a escuchar el disco nuevo y le dice que lo va a grabar en el Hotel Faena y que después liquidaría el asunto en los estudios Criteria (Miami), con Joe Blaney. Una vez terminada la escucha, Fito, entusiasmado, le dice que “hay que grabarlo ya”, refiriéndose al trabajo con los músicos, la mezcla y la producción que habían mencionado un rato antes. “No, ya está hecho” fue la respuesta de Charly.

Para terminar esta combinación de sucesos desafortunados García no tenía contrato con ninguna compañía discográfica, lo que nos lleva a preguntarnos si un tipo como Charly García no se merecería un poco más de lo que tiene, es decir, un trato más digno de parte de quienes se hicieron ricos con su música. Es más, hasta hace poco García ni siquiera tenía un canal VEVO en Youtube o una página oficial en Facebook, datos algo superficiales, es cierto, pero que también hablan de cierta indiferencia de la industria hacia su obra. Por eso algo tan burocrático como su firma con Sony, en los primeros días de este año, para muchos fue similar a la realización de un acto de justicia.

La impresión general que causa Random, incluso en personas que no son muy fans de Charly, es que sus canciones, independientemente del gusto de cada uno, son verdaderos tesoros para un tiempo signado por la pérdida de los cánones culturales del siglo pasado. Muchos comentarios en YouTube (probablemente alguno de los usuarios jamás haya escuchado a Charly), celebraron la aparición de “La máquina de ser feliz” en “tiempos de Marama o Agapornis”. En ese sentido la celebración del disco como un hecho moral y utilizado para rebajar otras tendencias musicales implica un distanciamiento si es que los fans de Charly no queremos caer en posturas algo anacrónicas. En todo caso Random es un caso de ética musical llevada al extremo. Es Charly García mientras “la Parca empuja” pero haciendo música. Una vez más, claro, pero cuando parecía que de verdad su obra había sido clausurada. El hecho de que se haya hecho cargo de casi todos los instrumentos tampoco puede pasar de largo (lo acompañan Rosario Ortega en coros, Samalea y Toño Silva en batería y Kiuge Hayashida en guitarras). Es el hilo que lo conecta con Yendo de la cama al living, ahora con algunos puntos más en la escala épica. 

El adelanto del disco, “La máquina de ser feliz”, suponía un trabajo quirúrgico de producción. Más allá de las polémicas sobre si el tema era una obra maestra o una mierda (sólo hace falta acceder al archivo para entender que la carrera de Charly siempre generó grandes amores y grandes odios), la disyuntiva que planteaba Random estaba en el equilibrio entre la esencia (camaleónica, intacta) de Charly y la producción de Joe Blaney y Nelson Pombal (al parecer el trabajo de mezcla del primero se acotó a “La máquina…”, quien en ese plano ejerció el rol de soldado de Charly fue Pombal). Es decir, por un lado Kubrick, Chopin, la capacidad única para decir “inocencia artificial” y conmover. Por el otro, el mastering de Ted Jensen, un sonido “apto para todo público” frente a la crudeza intervenida de la era Say No More, cuya huella más significativo en “La máquina…” se encuentra en el procesamiento de la voz de García, algo usual en discos de otros artistas que en este caso resultaba algo ominoso. En un principio.

Habría que rastrear bastante para encontrar el último disco que causó tal expectativa colectiva. Escuchar Random se asemeja, entonces, a desactivar una bomba pero también a recibir unos últimos e inesperados minutos de adolescencia. Enumerar las canciones, después de tantas reseñas atinadas, sería algo redundante. Sólo decir que “Mundo B” es un tema que pudo haber entrado en Kill Gil (lo tocaba en el 2005) y que “La primavera”, con otra letra e instrumentación, era conocida en algunos audios piratas como “El hombre de atrás”. Tal vez la clave se encuentre en que ese conflicto entre esencia y producción, salvo algunas excepciones, está resuelto de una manera efectiva y por momentos conmovedora. Incluso Random es un disco con la impronta típica de su autor (melancolía, oscuridad) pero cuenta con una frescura que permite que las canciones se deslicen por una cinta imaginaria. El tiempo, verdadero aliado de Charly García, ahora naturalizó y le otorgó cierta belleza  a esos climas enrarecidos que tanto molestaban en 1996 (voces que dicen algo que no se entiende, disonancia, en fin, “caos”).

La era post Palito generó una duda que es parte del mito de origen del rock: la sospecha de que el artista (McCartney, Dylan) había sido ¡cambiado! por otro. “¿Quién es la persona que está ocupando el lugar de Charly García?” se preguntó Fabián Casas en un texto con un título elocuente: “La venganza de Palito”. Random es la verificación de una vigencia insoportable.

Por último sólo quería acotar que es simplemente gratificante y glorioso escuchar en febrero de 2017 a García quejándose de la gramática de los celulares, interviniendo la lírica de una canción de amor con el verso “Yo te mostraré el camino entre la cana y los demás”, puteando en ese hallazgo sintético llamado “Otro”, sampleando sus quejidos en el minuto 1:47 de “Rivalidad”, mandando que “toda esta mierda sucedió el día que Tinelli nació” y que “los muertos están de moda”, dándose el gusto de adecuar “Full Metal Jacket” a la métrica de una canción rock-pop, jugando a ser un beatle, mostrándole a las nuevas generaciones cómo se hace un fade-out, hallando por enésima vez el estribillo ecuménico (“cambiarme, baby, cambiarme baby”), haciendo el mundo mejor con su entrañable colchón de teclados , desconociendo por completo la corrección política y las modas, citando melodías propias y ajenas hasta comprender que Random no era cualquiera cosa sino justamente eso: un paisaje sonoro aleatorio, donde caben Spector y Chopin, Sui Generis y Cómo conseguir chicas, el constant concept y Satie. Un lugar donde Charly García siempre estará vivo.

Martín Zariello es narrador y bloguero. Es autor de ‘Sobre el rock’ y ‘En realidad quería hablar de otra cosa’ (Puente Aéreo Ediciones). Su blog es Il Corvino.

Fuente: La Agenda

El blog de Charly Garcia (hecho por DIOS)

1 comentario :

Anónimo dijo...

Sinceramente me sorprendió gratamente escuchar Random, soy desde 1976 fan de Charly