La reunión fue en el semipiso de Charly. Entre sonrisas e ironías, negaron cualquier pelea, recordaron los tiempos que tocaron juntos, opinaron de otros músicos, tomaron whisky y dijeron: Por un millón de dólares para cada uno, hacemos un disco juntos.
Cuando se abre la puerta del departamento 15 se ve: un televisor gigante, un piano de cola, ocho guitarras apoyadas sobre la pared, discos de vinilo, un pequeño equipo de música, un sillón viejo y vencido y paredes pintadas con aerosol. La penumbra del living combate cierta claridad que viene de una ventana. Son las tres de la tarde, es otoño, Fito Páez está por llegar y la casa de Charly García es como un museo vacío: apenas una asistente y una suerte de ama de llaves recorren el departamento. Entran y salen de la cocina, acomodan ceniceros y sirven coca cola. Al rato, asomando por una pieza, aparece el dueño de casa.
Charly García tiene ojos de haberse despertado hace diez minutos, ropa amplia y arrugada y una delgadez de Quijote. Dice: Hola, mucho gusto. Y agrega, como pidiendo permiso: Me doy una duchita y estoy con ustedes. Entonces va y abre el agua de la lluvia. Vuelve y toma una guitarra. Me llevo la flecha a la ducha, ríe, y regresa al baño tocando. Laura, alcanzame un lindo pantalón, grita, y Laura va. Pese al ruido del agua, la ducha nunca ocurre. García sale igual que como entró, pero con otro pantalón.Está contento. Tiene en sus manos el master del disco El aguante y ofrece escucharlo. Antes, whisky para todos.
Y al instante, el timbre. Fito Páez entra a la casa con la naturalidad de un viejo amigo. Maestro, le dice y lo abraza. Sin mayores vueltas, Charly lo lleva al mundo de El aguante. Por un rato no son Charly García y Fito Páez, dos de los más grandes artistas del rock nacional. Parecen dos adolescentes robándole horas al colegio, escuchando música, fumando en el cuarto, ajenos al cuchicheo que ahora invade la casa, que incluye managers, agente de prensa, el montaje para una producción fotográfica y los dos periodistas de Clarín.
¿Estaban peleados?
-Fito: No, para nada. Quizá no nos vemos por un tiempo largo, pero estamos ahí. Somos hermanos del alma, de la vida.
-Charly: Hace unos días estuvimos tocando en Morocco toda la noche. Está todo bien. Y además, lo de Colombia. El show con Mercedes en junio del año pasado. Fue increíble. Me enteré del concierto y fui para allá.
-Fito: No fue así. El concierto ése era un concierto de Charly. Yo solamente hacía el opening y Mercedes estaba invitada.
-Charly: Yo no lo tenía programado. Para mí fue como un regalo. Tanto Fito como Mercedes me hicieron una buena cama.
-Fito: En el real sentido de la palabra.
-Charly: Y la cama aguantó.
Páez tiene una polerita azul, una barba de dos días y las valijas preparadas: en tres horas sale para Madrid en una gira de promoción junto a Joaquín Sabina por el álbum Enemigos íntimos. García fuma y se muestra sereno pero atento a la música que llega de su cuarto: es la música de El aguante, la obsesión que lo envuelve desde hace meses y que está presentando -a su manera- en pequeños shows.Vos Fito estás trabajando con Sabina, vos Charly venís de hacer el disco con Mercedes...
¿Es difícil que se junten dos rockeros?
-Fito: Yo creo que no es tan difícil.
-Charly: No sé, toda la vida toqué con rockeros. Bah, Sui Generis, La Máquina... Siempre soy yo.
-Fito: Claro, también vos... Charly tiene su carácter. Es muy potente. Imposible que le tires una idea y la agarre.
¿Qué tendría que ocurrir para que hagan algo juntos?
-Charly: Un millón de dólares (risas).
-Fito: Para cada uno.
-Charly: Obvio.
-Fito: Tenemos que vernos más seguido y juntarnos a tocar.
-Charly: Estaría bueno. Pero por un millón de dólares. ¿Vos tenés un estudio, no?
-Fito: Sí. Y desde ya está invitado, monsieur.
Pero sos difícil... ¿Quién te saca de la cueva?
-Charly: Soy difícil.
-Fito: Andá a discutirle un acorde a éste
-Charly: Yo no toco acordes. Dos notas no es un acorde.
-Fito: Falso. Una nota no es acorde, dos sí.
-Charly: Un acorde son tres notas.
Ya se están peleando...
-Fito: Bueno, el monsieur tiene razón.
No se hace nada el disco...
-Fito: Imaginate... Igual, algunas cosas hemos hecho juntos. Alguna noche, alguna canción. Pero no hay registro.
-Charly: Nos hemos robado mucho. Y más de una vez.
-Fito: Yo más a ti.
-Charly: Y... soy más grande.
A los 46 años, Charly García puede decir que es el más grande en la doble acepción del término. Columna vertebral del rock argentino junto a Luis Alberto Spinetta, su talento marcó a fuego a Fito Páez. Cuando el rosarino sorprendió a todos con Del 63, su disco debut editado en 1984, el espejo pareció desempañarse: un pibe flaco, con lentes, pianista y compositor de un puñado de canciones lúcidas. ¿El nuevo Charly García?
Luca Prodan señalaba en aquellos años que Fito Páez parece el hijo de Charly García y Nito Mestre y parte del público de Charly -desconcertado por los cambios artísticos que proponía García, especialmente desde el brillante Clics modernos- ubicó su lupa sobre la novedad de ese rosarino desgarbado que había bajado a Buenos Aires como miembro de la troupe de Juan Carlos Baglietto.
La antena de García, entonces, no se quedó quieta. Fito pasó a integrar la banda de Charly. El autor de temas como Sable chino y Un rosarino en Budapest se dejó sacudir la melancolía pueblerina por el rock bravo de Piano Bar.
¿Qué te pasó con ese cambio?
-Fito: Un disparate. Fue como tocar con los Rolling Stones. ¿Te imaginás? El primer concierto que vi en mi vida fue de La Máquina de Hacer Pájaros, en agosto de 1976, en el teatro Astengo de Rosario. Charly fue mi gran influencia. El marcó el camino para todos.
¿Y vos, Charly, por qué Fito?
-Charly: Porque tenía un sintetizador Korg bárbaro, uno que parecía una máquina telefónica. Además, a mí el primer disco me había encantado. Fue una suerte que te haya encontrado.
¿Le estabas muy encima?
-Charly: Nooo.
¿El que está al frente de una banda no es una especie de dictador?
-Fito: Parece una obviedad pero es así: el que está al frente de una banda, está al frente.
-Charly: Es el director. El que tiene que hacer que la cuestión suene parecido a lo que pensó. En la música, la democracia mucho no funciona.
-Fito: Y más con aquella banda. Eramos ocho, con la Fabi Cantilo, el Gonzo, Guyot, Iturri, Toth y Melingo.
¿Cómo se llevaban?
-Charly: Súper bien.
-Fito: Mirá, me acuerdo cuando fuimos a Ibiza. El estaba produciendo el disco de Los Twist, hicimos unos conciertos en Barcelona y yo estaba muy... bravo. Charly se dio cuenta y me llevó a las cuatro de la tarde a una casa de ropa. No había nadie en la calle, estaban todos en la playa. Bueno, el hombre me compró un traje blanco muy parecido al que usaba John Lennon.
Con el tiempo, el crédito de Rosario creció: el traje blanco le debe haber empezado a quedar chico. Y, mientras García combinaba genialidades con escandaletes más o menos irrelevantes (algún golpe a un camarógrafo, algún pantalón caído), Páez debió atravesar el trago amargo del crimen de su abuela y tía y su consecuencia musical: el rotundo disco Ciudad de pobres corazones. Después, la paz de Cecilia Roth y el inusitado éxito de El amor después del amor. Al mismo tiempo, García reunía a Serú Girán en una serie de conciertos tan penosos como masivos. A partir de entonces, Páez se instaló en el tope rockero de ventas y García en un lugar más cercano al artista de culto.
¿Por qué cada uno vende lo que vende?
-Fito: No sé.
Tu público, Fito, bajó muchísimo en promedio de edad.
-Fito: Sí, y no sé por qué es así. Tampoco me preocupa. Me estimula que me escuche gente joven. Son más desprejuiciados.
-Charly: Yo nunca tuve un público tan activo y tan joven... Ojo, también están los que toman lo mío como una buena joda camino al cementerio. Y también hay muchas chicas.
Cuando ustedes empezaron a tener éxito eran bien jóvenes. ¿Por qué ahora los referentes del rock nacional tienen más de 30?
-Charly: Wait (Esperá).
-Fito: Sí, hay que esperar. En la Argentina hay mucha gente cabezona: debe haber algún pibe por ahí, pensando algo.
-Charly: Están los Illya Kuryaki. Y el niño mío (Miguel, su hijo) no salió a la palestra, pero toca bárbaro.
¿No será que la presencia de ustedes es muy poderosa?
-Fito: Es probable.
-Charly: No tiene nada que ver. Sin Nebbia, no hubiera existido Javier Martínez, ni Spinetta, ni yo. De éste ni hablar. Sabina dice que está esperando que venga uno de 20 y me pegue una patada en el culo.
-Fito: Todos esperamos eso.
-Charly: Yo no.
Igual pasan cosas curiosas: los Cadillacs, por ejemplo, que al principio criticaban a Charly y ahora lo reivindican.
-Charly: Los Cadillacs... puaj. Hacen cumbia.
A García le brillan los ojos. Acaba de entrar en un estado de gracia en el cual desliza un comentario ácido por minuto.
-Fito: Charly es uno de los artistas más importantes de música pop.
-Charly: ¿Pop? ¿Por qué pop?
-Fito: Por popular.
-Charly: Ah, así sí.
¿Cuál es el podio del rock nacional?
-Charly: Primero yo, segundo yo y tercero yo.
-Fito: No está mal.
¿Qué opinan de Soledad?
-Charly: No la conozco. ¿Es la que revolea el poncho? Nunca la escuché.
-Fito: No sé qué pasa con Soledad. Para mí está ligada a una cosa nacionalista medio difícil, bastante hinchapelotas.
-Charly: Y... el poncho.
¿Por qué vende lo que vende?
-Charly: Siempre hay espacio para el mal gusto.
-Fito: Yo la respeto. No hay que alimentar dicotomías. Era como aquello de Charly versus Spinetta, fomentado desde la prensa. Era horrible. Aparte esa rivalidad nunca existió.
-Charly: Nunca. Estuvimos a punto de hacer un disco juntos. Y por varios problemas no lo hicimos. Pero estas discusiones son modas. Cuando yo empecé me acusaban de blandengue. Billy Bond me lo decía. Y ahora, ja, el blandengue es él.
-Fito: A mí todo esto me hincha mucho las pelotas.
Esa cosa de putearlo a Cerati en los conciertos de los Redondos. Es como retroceder quince mil años.Parecería que el rock se futbolizó.
-Fito: O que el fútbol se rockerizó.
-Charly: A mí me gusta el fútbol y me gusta la música.
-Fito: A mí también
-Charly: Bastante maleta sos vos jugando al fútbol.
-Fito: ¿Y vos? Un patadura. Jugamos en Córdoba, un día antes que te metan preso por bajarte los pantalones.
Charly García se queda pensando. Y como un niño al que retan, susurra: Tan malo no soy...Después se abrazan y se ríen. Y todos los testigos se convierten en intrusos.
Por Mariano del Mazo y Water Dominguez
Fuente: Clarin 29/05/1998
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lunes, noviembre 10, 2014
Charly y Fito: Somos hermanos de la vida
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