lunes, octubre 05, 2009

La madre de todos los músicos

El 26 de diciembre de 1982 Mercedes Sosa subió como invitada de Charly García durante la presentación de Yendo de la cama al living en Ferro para cantar "Inconsciente colectivo". En plena apertura hacia la democracia el gesto de Mercedes Sosa fue tomado como todo un acto de libertad. El simbólico episodio sirvió como puente transgeneracional para unir a los músicos argentinos, después del agujero negro que provocó la dictadura. La experiencia se repitió el 20 de diciembre de 1991 cuando Mercedes Sosa llegó al mismo estadio, pero con una generación nueva abajo y arriba de los escenarios que empezaban a tomarla como un tótem. En ese concierto la secundaron, entre otros, Fito Páez, Julia Zenko, Nito Mestre, Piero, Celeste Carballo, los Illya Kuryaki, León Gieco, Charly García y Víctor Heredia.

La cantora había demostrado su necesidad de rodearse de los nuevos autores, desde los tiempos del Nuevo Cancionero, cuando se puso al servicio de otra generación de poetas, desde Tejada Gómez a Hamlet Lima Quintana. Difundió el cancionero de América latina de los trovadores cubanos Silvio Rodríguez y Pablo Milanés; trazó lazos de amistad con Caetano Veloso y Milton Nascimento, y entró en perfecta sintonía con el movimiento del rock para grabar canciones de Fito Páez, David Lebón y Charly García.

Siempre se encargó de estrenar a los nuevos autores de la música de raíz folklórica como lo hizo con Raúl Carnota, Peteco Carabajal y Jorge Fandermole. Esa actitud se mantuvo fiel con los años. Antes de su delicado estado de salud, sus shows eran una excusa para transformar el escenario en una verdadera asamblea de músicos jóvenes. Sin demagogia, se rodeaba de la nueva camada a nivel autoral e interpretativo, para establecer un trazo de continuidad en la historia del cancionero popular. Ella, rodeada de sus "hijos artísticos": desde sus sobrinos Claudio y Coqui; a sus cantoras herederas Liliana Herrero, Mónica Abraham y Laura Albarracín, y la camada compositiva de Juan Quintero, Orozco-Barrientos y Duende Garnica. No dejó al margen a nadie. Hasta Soledad, de la que habían tratado de enemistarla durante años, tuvo su lugar en la mesa de té, que organizaba en su casa. Puso su voz al servicio de otra generación y atravesó diferentes géneros para empezar a convertirse en la madre de todos los músicos.

Fuente: La Nación

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