LIMA.- Habrá que jugar con las palabras, cambiarlas, darles nuevo sentido a los versos que ahora García canta de principio a fin a modo de autobiografía, para poder describir con justicia lo que ocurrió anteanoche en Lima. Habrá que decir que estaba en llamas cuando se levantó, que se animó a despegar o, como él mismo se encargó de resaltar, que Charly es un vicio mal y que hay señales, muchas y muy buenas, de algo que vive en él.
Charly García volvió a los escenarios con una sonrisa que no se borró de su cara durante toda la noche, incluso varias horas después del concierto, y ésa será una imagen difícil de olvidar para los que presenciaron este regreso a escena. "Es la sonrisa de papá", bromeaban por ahí en alusión a Palito Ortega, responsable de buena parte de esta nueva vuelta y que también llegó hasta aquí para ser testigo y celebrar junto a su amigo el cierre de un extenso proceso y la promisoria apertura de un nuevo ciclo en la vida/obra de este artista visiblemente inmune a cualquier tipo de regla general.
Hasta se podría decir que García no está gordo ni hinchado, sino que está a punto de explotar de felicidad, que su cuerpo desborda alegría por estar ahí arriba, tocando, cantando, jugando. A lo largo de dos horas sin pausas de show, se divirtió como hacía tiempo no se lo veía hacerlo y agradeció el caluroso y generoso afecto de sus fans peruanos con su mejor arma: la música, esa terapia sin contraindicaciones que ha sobrevivido a través de los siglos y que atravesó la historia de la humanidad, de boca en boca, de generación en generación.
"Estoy contento por mis amigos, pero más por mis enemigos", dirá después en camarines, exultante, con esa voz nasal inconfundible que hacía rato no le gritaba al oído argentino. Porque, fiel a su estilo, la sonrisa de García también tiene algo de revancha, de "yo les dije que no me dieran por muerto". Una sabrosa revancha para sí mismo, para los aliados y no aliados. "Cómo estoy jodiendo a algunos? decían que estoy loco, je", había disparado en medio del show, luego de lucirse junto a la banda en una implacable versión de "Influencia", esa canción/estandarte en la que confiesa: "puedo ver y decir y sentir: algo ha cambiado, para mí no es extraño".
García disfruta de cantar esos versos autoreferenciales, "proféticos" según sus palabras. "Yo hago el muerto para ver quién me llora, para ver quién me ha usado", fue la frase elegida para abrir el concierto, a ritmo de una versión reducida de "El amor espera". Contenido primero, ansioso quizá, Charly tardó apenas un par de canciones en acomodarse. Pasaron "Rap del exilio", la conmovedora "No soy un extraño" y "Cerca de la revolución". De allí en más, este hombre a punto de cumplir 58 años que aún continúa en el camino de la rehabilitación, se soltará más y más y más, retroalimentándose con la música, con la alegría de la gente que tiene enfrente y también con la de la que está a su lado, la de los músicos, la de los amigos que lo acompañaron con fidelidad hasta aquí. Diez años después, esto también es el aguante.
Fabián Quintiero salta endemoniado, Hilda Lizarazu gesticula y baila de aquí para allá y el "Negro" García López le estampa un beso en la boca. Tres amigos de larga data que se entregaron por completo a un repertorio de lo más variado y jugado de la discoteca García, con ánimo de celebración, de show de estadio, de imágenes proyectadas, de puesta que quiere ser más cuando aterrice en Vélez.
Clásicos en versiones más acotadas, más concisas, con luminosos arreglos de alto impacto para el cancionero popular firmado por Charly. Así pasarán "Demoliendo hoteles" y "Promesas sobre el bidet", seguidas por "Adela en el carrousel", "Rezo por vos", "Yendo de la cama al living" y "Canción del dos por tres", en un exquisito bloque para fanáticos que ordena dos temas de Piano bar, dos de Parte de la religión y dos de Yendo de la cama al living, una inspirada y querida trilogía de discos de los años 80, en formato vinilo, casete y también en compactos (para los más jóvenes, habrá que recomendar que todavía hay algunos ejemplares dando vueltas por ahí).
"Esto es una maravilla", "nunca lo había visto así"; "qué lindo que está Charly". Las frases de asombro y cariño se repiten insistentemente entre el público peruano que, orgulloso, le agradeció al músico con entusiasmo haberlo elegido para este momento tan especial. Parejas de jóvenes y no tanto, muchos padres acompañados por sus hijos, miles de fieles seguidores con su respectivo brazalete Say No More vivieron una noche de emoción a flor de piel, en más de una oportunidad al borde del llanto. No ha sido para menos. Canciones como "No te animas a despegar" o "Llorando en el espejo" erizan la piel, mientras la base bajo/batería golpea en el pecho del desprevenido.
García toca el piano, pero parece más concentrado en cantar, en decir, en recitar sus canciones como pocas veces se lo ha visto en la última década. Por eso más de una vez se lo verá con micrófono en mano, yendo de un lado para el otro del escenario cual crooner maduro, buscando su nueva forma, su nuevo estado ideal.
Así, de pie frente a la multitud, lo encuentra el ingenioso e hipnótico arreglo de "Raros peinados nuevos" bajo la dirección del Zorrito Quintiero: "¡Viva Perón!", exclamará sobre el final del tema, casi como un grito de guerra entusiasta e improvisado. "Aunque no por los Kirchner", completará para confirmar que la expresión había sido más un gesto musical que político, como una demostración de que el sonido y la armonía absoluta siguen siendo su obsesión por sobre todas las cosas. Por un instante, estamos otra vez en presencia del Charly espontáneo, que por ahora y tras cuatro meses de ensayos sin respiro, aparece en cuentagotas, pero que bastan para cerciorarse de su intacta lucidez, a pesar de toda el agua que corrió bajo el puente.
Hubo poncho para García, hubo uno, dos, tres finales a pedido del público y hubo un último adiós con el micrófono en el suelo. Hay banda, hay equipo, hay García para rato. Uno de los compositores argentinos más agudos e instintivos de nuestro tiempo está de vuelta, para alegrar a muchos y también para molestar a otros tantos. La cosa es así. Ya se hizo de noche y se tiene que ir. El solo tiene esta pobre antena, que le transmite lo que decir: una canción, su ilusión, sus penas y este souvenir. Bienvenido sea una vez más.
Por Sebastián Ramos
Fuente: La Nación
1 comentario :
estuve en el concierto, emocionante, superó mis espectativas... sonó bien, todo estuvo bien, se le ve y oye bien a charly...
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