Lo daban por muerto artísticamente. Pero Charly se reformuló. Limpió su pasado, zafó de sus adicciones e inició una reconversión que lo tendrá el 2 de octubre en un masivo show en Movistar Arena. En su primera entrevista con un medio chileno tras el escándalo que protagonizó el año pasado en Mendoza, detalla el duro proceso que lo convirtió en un hombre domesticado y prudente. Lejos de la pólvora de antaño. Habla de rehabilitación, de Maradona y hasta de Sebastián Piñera.
Ni groupies ni familiares. Ni mascotas ni oportunistas de último minuto. El copiloto más fiel de Charly García en el tour continental que inició este miércoles 23 en Lima es una neuróloga. Una especialista que creció como fan del cantante y que en el último año se encargó de encuadrar su rutina, refinar su estado físico y calibrar el ritmo de un hombre de 57 años que nunca pensó en volver a la ruta. Como premio, el músico la hizo su amiga y la sumó a su círculo de hierro.
"Viajar con ella en este tour demuestra la buena relación que tengo con los doctores que sí saben", cuenta el cantante, al teléfono desde Buenos Aires. Y eso demuestra algo aún mayor: Carlos Alberto García Lange, el hijo pródigo del rock argentino, uno de los más brillantes artesanos de la canción nacidos en este lado del planeta, vive hoy el giro más brusco de su vida artística y personal. Un punto de inflexión originado la madrugada del 9 de junio de 2008, cuando lo sacaron amarrado y sedado de la pieza de un hotel mendocino que casi destruye a las patadas y puñetazos. Fue su retrato más penoso de los últimos años. A partir de ahí inició una reconversión aferrada a terapias intensivas, sesiones de yoga, ejercicio físico y portazos definitivos a las adicciones y los compadrazgos de lealtad dudosa.
Desde hace unos 4 meses, de lunes a viernes, su rutina sigue un derrotero establecido: la mañana empieza con gimnasia y ejercicios suaves coordinados por kinesiólogos; continúa con visitas a un centro neurológico bonaerense -donde monitorean su salud física y mental-; y todo remata con intensos ensayos de cuatro horas diarias junto a sus músicos. En los intervalos, en un renovado departamento que hoy habita en el sector de Barrio Norte, el cantautor acata una dieta que respeta las cuatro comidas diarias, luego de que en años anteriores pasara días enteros sin mascar ni medio bocado. Su nuevo régimen le ha permitido estrenar un semblante más lozano y robusto. Y un peso que hoy rasguña los 85 kilos.
Pero su cambio de piel no se agota en esta remozada agenda personal. También se palpa en su hablar: respuestas concisas, acotadas, casi libreteadas, sin el desmadre ni la pólvora de antaño. No hay pie para pullas incendiarias o polémicas con carne de titular. ¿Un Charly domesticado? Puede ser, pero es el precio de la rehabilitación. En esta entrevista se siente el hálito de un tipo de reacciones pausadas, manso, aún en rodaje, aún en purificación. Tal como la foto del afiche que promociona su show del 2 de octubre en Santiago: un veterano peinado como colegial; un rostro sin heridas de guerra que hoy serviría hasta para publicidad de AFP.
Y no sólo se trata de un asunto personal: hoy el hombre de "No me dejan salir" está cercado por mánager, asesores y una productora multinacional de espectáculos que quieren resguardar a toda costa su renovada imagen. Desean que el pasado de drogas y piqueros al vacío no cope las notas, para impulsar la idea de un presente sano y no arruinar uno de los retornos más rentables del rock latino en los últimos años. Es que todos saben lo difícil que fue volver a verlo en pie. De hecho, el prólogo y los primeros capítulos de esta épica fueron los más tormentosos: su paso por las clínicas de rehabilitación. "Son lugares siniestros", revela García acerca de Dharma y Avril, dos de los centros que lo cobijaron tras su escándalo.
-¿Pensó alguna vez en volver a hacer shows tan masivos?
-No, nunca. Parece increíble que ya llegó el tiempo de tocar. El año pasado ni me lo imaginaba. Fui a algunas clínicas que me dieron resultados muy negativos para mí, se equivocaron completamente.
-¿En qué se equivocaron?
-Es que para algunos estaba esquizofrénico, para otros era bipolar… no sé, las clínicas de rehabilitación realmente son así, no es como uno piensa que son, que hay psicólogos y eso. Más bien te tiran ahí al rebaño y te dan un montón de pastillas. Es más una cosa moral, una falsa moralina que un real empeño en ayudarte.
-Entonces, ¿no aportaron en nada a su mejoría?
-Yo me tuve que mejorar solo. Por supuesto con el apoyo de algunos amigos que me dieron las facilidades para que pueda hacer lo que estoy haciendo ahora. Pero quiero aclarar que en esos lugares no pensaban que yo iba a volver a tocar o a hacer algo importante.
-¿Pasar por ahí hizo más difícil el proceso?
-Es difícil porque estás encerrado, te atan a la cama, estás con un montón de gente que no conocés, imposibilitado de salir. Es espantoso. Uno nunca sabe cuándo termina la rehabilitación, aunque creo que estoy terminando mis deberes finales. Ahora en mi mente estoy tratando de concentrarme en cantar y en que en los shows sean bien prolijos, porque van a ver a un buen Charly. Al mejor Charly.
Está claro que el mejor Charly, el 2.0, el que hoy tiene más hábitos de tenista ATP que de rockstar casi sexagenario, no fue pulido en las clínicas. El autor intelectual de esta reconversión fue Ramón "Palito" Ortega, el cantante y ex gobernador tucumano que lo apadrinó en su huida del infierno. A diferencia de todas sus anteriores crisis, esta vez hubo alguien dispuesto a hacerse cargo. Y no un camarada de boliche ni un amigote de copas.
A fines de los 70, Ortega inició un juicio por calumnias contra García luego de que el hombre del bigote bicolor criticara con dureza sus películas. Tras una extensa batalla legal, Charly se disculpó, hubo apretón de manos y se inició una intermitente relación que incluyó alabanzas mutuas y colaboraciones esporádicas. Pero nunca una amistad histórica.
Tras conmoverse con las imágenes de García tocando fondo en Mendoza, Ortega lo visitó en los centros médicos y le propuso seguir la resurrección en su quinta de Luján. En el cerrado círculo íntimo del artista, liderado por su mánager Fernando Szereszevsky, sabían que había aparecido el hombre indicado en el momento preciso. Un colega desinteresado dispuesto a ofrecerle el ambiente sano y hogareño que no tuvo durante décadas. Un patriarca postizo que lo haría recuperar el cobijo familiar casi destruido en la vida del músico, luego de la muerte de su padre y de pelearse públicamente con su madre, sus hermanos, su ex esposa y su hijo.
De hecho, muchos medios argentinos postularon que las grandes diferencias en los tropiezos de García y Maradona -emblemas del ideario argentino de héroes caídos a los que se les aguanta casi todo- estaban en la familia: mientras Diego siempre podía apoyarse en su prole, Charly siempre estuvo solo. Hasta que apareció "Palito" y le ofreció un refugio que incluía una capilla, un pequeño zoológico, un parque de eucaliptus y la presencia de su esposa, la actriz Evangelina Salazar, y su hijo, Sebastián Ortega, el cerebro tras productos de alto rating como "Los exitosos Pells" y responsable del video del último single de García, "Deberías saber por qué".
-¿Cómo fue encontrar ese ambiente que nunca antes había tenido?
-No estaba acostumbrado a eso. Yo vivía solo. Pero más que familiar, era un ambiente amistoso, todos tratándonos de igual a igual. Amigos. Un ambiente de fiesta, con una piscina muy linda y mucho caminar por un sitio grande y natural. Pasé todo el verano ahí y "Palito" fue como un gran padre de familia. Si bien no estábamos juntos todo el tiempo, había asados todos los domingos e hicieron una gran fiesta de Navidad para mí. También me abrieron el estudio de grabación que tienen ahí mismo.
-¿Qué sucedió para que se diera el reencuentro con "Palito"?
-Y… fue por esas cosas de la vida. No era muy amigo de él, pero me iba a visitar a las clínicas y ofrecía de todo corazón su casa. Me brindó su amistad y se lo voy a agradecer por siempre, porque de lo contrario me hubiera ido a otro lugar donde se hubieran seguido equivocando conmigo.
-¿Cuándo sintió que era necesario volver a tocar masivamente?
-En la Navidad pasada toqué con mis músicos amigos y me costó mucho. Luego hice un show en Luján, donde está la quinta. Si bien fue improvisado e imperfecto, fue algo que me impuse yo mismo. No quería que se me atrofiara el músculo y por eso salí a tocar. Después me empezaron a llegar propuestas para hacer una gira y cuando hubo una que me pareció bien, dije "bueno, me voy por el túnel hasta el final".
-¿Esta gira es también una forma de responderle a parte de la prensa o el público que lo daba por desahuciado artísticamente?
-Yo no soy vengativo. Siempre mi vida fuera de los escenarios tuvo contradicciones y se dijeron muchas cosas de mí. Uno siempre tiene detractores, pero creo que la mayoría de la gente me quiere, pese a los envidiosos. Incluso ahora creo que en Argentina me quieren un poco más, porque tuve el valor de enfrentar una crisis y recuperarme, lo que no es fácil. Demostré que se puede. Hay mucha gente que piensa que una vez que uno tiene una dependencia o adicción es para toda la vida. No, no. Uno puede cambiar de vida y después seguir tranquilo.
Ensayo chileno
La dinámica de trabajo físico ha sido vital para la desintoxicación del argentino. Pero igual de importante ha sido el impulso de volver a sentarse frente a un piano e iniciar un itinerario de ensayos digno d
e un conjunto debutante. Desde hace cuatro meses, el cantante ensaya veinte horas semanales, repartidas en cuatro horas por día. "Ya tenemos 34 canciones sacadas al dedillo, estamos muy estirados para estos conciertos", adelanta Charly sobre la operación retorno, que no sólo tiene escalas en Lima y Santiago, sino que guarda un reestreno estelar en su país, el 23 de octubre en el estadio de Vélez Sarsfield. Justo para el día de su cumpleaños y con boletos casi agotados. Una cita de la que podría salir un futuro disco y DVD. "Empezamos ensayando en una sala muy chica, con una batería electrónica y un teclado. Luego pasamos a un lugar más grande y, en este último tramo, nos preparamos directamente en un teatro (el Roxy, en Buenos Aires). Con el tiempo, también se ha ido formando un equipo de trabajo muy fiel", dice.
La banda con la que recorrerá el continente es una verdadera cofradía que integran tres colaboradores argentinos (Hilda Lizarazu, Fabián "Zorrito" Quintiero y Carlos "Negro" García) y tres músicos chilenos con los que toca desde 2001. Se trata de Kiuge Hayashida, Antonio Silva y Carlos González, los mismos que conoció a través de Miguel Piñera y que, como inseparables apóstoles obedeciendo al Mesías, han aguantado todos sus pecados. Los mismos que estaban con él la fatídica noche mendocina en que comenzó este relato de resurrección. "Ellos son como soldados, siempre al pie del cañón y siempre poniendo mucha garra. Va a ser lindo tocar con ellos en Santiago, va a tener un poco de emoción extra", confiesa García, en un público tributo al aguante de su armada chilena.
-Después de Argentina, Chile es uno de los países donde su figura siempre generó respeto y simpatía, incluso en sus malos momentos. ¿Qué sensación le da este regreso?
-Me dan muchas ganas de ir, porque me dijeron que el lugar donde tocaré es muy bueno y porque Chile siempre me cayó muy bien. Siempre me trataron como ciudadano ilustre. Sólo una vez me tiraron una bomba de asfalto en el parabrisas del auto, pero lo demás está todo bien. Me siento muy cómodo allá y seguramente me tomaré unas vacaciones en Santiago o Viña.
-¿Cómo eligió el repertorio para el concierto en Santiago?
-Mmmmm… me fijé en los temas donde aparecían cosas que yo había profetizado sobre mí mismo y que sucedieron ahora, con este nuevo proceso. Hay de todo, desde "Clics modernos", hasta "La hija de la lágrima" o "Say no more".
-A propósito de relaciones con Chile, aquí salió publicado que Sebastián Piñera podía juntarse con usted en Buenos Aires durante su viaje de la semana pasada. ¿Hubo alguna intención?
-No, eso lo dijo él. No me juntaría con un político de derecha.
-¿Qué le parecería que un hermano de Miguel Piñera llegue al poder en Chile?
-La política mucho no me interesa, pero no sé, no tengo opinión. Si el hermano de Miguel es como Miguel, no sé cómo puede ser de derecha. Bueno no sé, son cosas de ellos.
-¿Sigue teniendo algún lazo con Miguel Piñera?
-Y… es un amigote. Además, ustedes tienen una buena presidenta, que es lo que se rumorea por acá.
-Un mujer, igual que en Argentina.
-Igual. Me parece algo nuevo, algo como Osama (sic) en Estados Unidos. Un cambio.
Puede que en el final de esta entrevista, García no acierte con el apellido del nuevo gobernante estadounidense y el lapsus de una letra pueda derivar hasta en una trifulca diplomática. Pero da igual: un simple desliz que agrega algo de humor involuntario a un Charly domado por el control y la prudencia.
Por Claudio Vergara
Fuente Que pasa | Debate
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