miércoles, junio 15, 2011

Say No Drugs

Mi corazón se acelera No será una nota más. Siento en el pecho una percusión vertiginosa que late poderosa al ritmo de las villas trabajando en colectivo. Yo no quiero volverme tan loco, pero de pronto siento que todos los villeros del mundo están caminando conmigo: "Primera puerta, a la izquierda". A la izquierda, pienso. Y sí, a la izquierda está Charly, vestido de entrecasa. Gigante y mágico, como siempre, aparece ante mí, sin micrófonos, ni flashes comerciales. Sentado en su sofá, con paz, mucha paz. El pelo, esta vez, sin raro peinado nuevo. De jeans y zapatillas, nos recibe en su habitación, sin ir al living, una mañana de lunes. Y su rostro se ilumina, con su primera respuesta: "Me siento muy bien ahora". Sonríe; sonríe mucho. Esa boca, tan desmesurada como genial, contagia y barre los temores, los nervios, los fantasmas que habían llenado mi cuerpo, frente a su inmensa presencia. "Estoy trabajando un montón, ensayando y empezando a proyectar el próximo disco, feliz", agrega, sólido como en toda la charla, lúcido como en todas sus respuestas, que nos obligan a pensar quién puede ser tan cararrota de juzgar cuándo está lúcido el más lúcido de todos.



En el mundo actual de Charly, "no more" guitarras rotas, ni clavados a la pileta desde novenos pisos. Su bigote bicolor persiste, su genio resiste y, contra su voluntad, perduran algunos dinosaurios que caminan en sentido contrario a sus pensamientos intactos: "El enemigo actual no es tan visible como eran en su momento los militares. Sin embargo, hoy las corporaciones y las multinacionales son los dinosaurios que deberían desaparecer. Todo es capitalismo y el capitalismo es brutal, porque genera que no se tengan en cuenta los ideales".

Se planta Charly contra el capital, de la misma manera que se plantó contra los milicos, tarados literales que no entendieron sus metáforas populares en plena dictadura. Se planta Charly contra toda desigualdad, igual que se puso de pie tras la separación de su amante maldita, que durante tanto tiempo lo acompañó, zamarreándole la vida. Hoy, se siente mucho más fuerte sin su desamor. Y por eso brinda su confesión, a las puertas del invierno, sellando en la contra un mensaje imborrable. Ya no escribe paredes impenetrables, sino vidrios, para que todos lean y entiendan cómo siente, su pasado y su futuro, en este presente: "Say no drugs".

Después de todo lo que pasaste, ¿qué pensás sobre las drogas?
No me arrepiento de haber probado, pero a la larga la droga te mata. Si las conseguís borrar de tu vida, todo va a estar mejor. Hace tres años que no consumo y estoy feliz.

Ante tanta marginación en nuestras villas, ¿qué consejo le darías a quienes sufren una adicción tan terrible?
Que las drogas te hacen creer que estás en un paraíso por un segundo, pero después se convierten en un infierno. Y lo son en todo sentido, es terrible que a los pibes no les presenten ningún otro aliciente para vivir.

Comprometido con la realidad social, Charly reclama que no bombardeen Buenos Aires con políticas de exclusión y denuncia la irresponsabilidad del gobierno porteño en la invisible contención para los adictos, en comunidades terapéuticas: "No saben tratar el tema, y encima las clínicas funcionan como cárceles. No tienen una visión focalizada para cada paciente y los tratan a todos por igual, sin importar lo que tenga cada uno". El pucho sí, todavía es un vicio más. Prende uno, dos y tres. Y los fuma como habla, sin fitro, pero su garganta no suelta humo. Oírlo da gusto; es un placer.

¿Tiene sentido la música sin ideales?
Sólo un sentido comercial, pero no uno espiritual. Hoy muchas letras se han vuelto más tontas y hablan de cosas frivolas. Si me preguntas, me gustan las canciones que tienen un mensaje, porqué para mí la música es el motivo para seguir. Tuve mil bajones, pero ahí siempre estuvo la música, que es la sangre de mis venas, lo que me moviliza. Ella te puede hacer pensar y, entonces, se convierte en una herramienta de contención para la sociedad.

El poder de sus palabras tiene pocos parangones. En la batalla de las ideas que todavía hoy decide dar, contra el individualismo incesante, pregona que el único poder revolucionario es el que no cae como lluvia, desde arriba: "Yo creo en el poder popular, porque las cosas se tienen que accionar en conjunto. No sirve que sólo haya un líder, porque puede terminar dándose vuelta, y más en este mundo en el que hay mucho que se hace por plata, sacando ventaja unos de otros, sin lograr igualdad, que sería lo justo". Oíd, mortales, el grito sagrado, libertad, libertad, libertad.

Escucharte cantar el himno, eriza la piel, y eso que soy peruano. ¿Alguna vez existió la noble igualdad?
Fue escrito en circunstancias muy distintas a las actuales, en que todo es muy desigual. En la globalización, las corporaciones son las que manejan todo, y ellas no dejan espacio para la igualdad.

¿Y se rompieron realmente las cadenas?
No, no. Aún persisten las cadenas de la discriminación, de la soberbia de las clases pudientes y de los abusos de autoridad. En todos lados hay represión y noto una falta de idealismo general que asusta.

Narra la leyenda que Charly sé hizo pasar por esquizofrénico durante su conscripción, como vía de escape del servicio militar, para evitar estar verde y que no lo dejaran salir. Y cuenta la historia que en una de esas noches de internación, por su supuesta enfermedad, compuso Canción para mi muerte. Sin embargo, en 2008, lejos de los tiempos hermosos, sus problemas con las adicciones lo volvieron a poner en una dura batalla entre el arpa y el piano, pero no se desvaneció como pompa de jabón: se aferró al pasamanos y acá está.


¿Cerca de cumplir 60, qué recordás de esos días que estuviste tan mal?
Llega un momento en el que no te das cuenta, y pasa a ser normal. Necesité darme la cabeza contra la pared hasta que no pude seguir. Paré a la fuerza. Y después tuve que poner mucho huevo. A mí me ayudaron mucho, pero en definitiva, la voluntad la tenes que tener vos.

¿Y el futuro, qué Charly trae?
Uno que goza la vida. Tocando y escribiendo canciones que salgan del corazón, y haciendo las cosas lo mejor que pueda, para generar una onda expansiva que emocione espiritualmente y haga pensar, también. Me veo en un futuro feliz.

En ese porvenir auspicioso, su plena felicidad no depende sólo de él. Un hermano, parte de su corazón, pelea desde hace más de un año por ganarle a la muerte. Prende otro cigarrillo, cuando habla sobre el estado de coma de Gustavo Cerati: "Vivo esta situación con muchísimo dolor, porque soy su amigo. Realmente, espero el milagro, y tengo esperanza". Tranquilo, reza por vos.

Otra herida que sangra en el rock es la muerte de 194 personas en el incendio del boliche Cromañón, durante un recital de Callejeros, el 30 de diciembre de 2004. Y con el reloj de plastilina, Charly advierte sobre el inconsciente colectivo de la sociedad: "Cromañón todavía duele. Fue algo espantoso, una barbaridad, en todo sentido. Y nada cambió, porque lamentablemente siguen sucediendo estas cosas. A veces el público quiere ser más protagonista que los artistas, llamando la atención de cualquier manera. Y así empieza el desastre".

Dan ganas de seguir demoliendo teles, al ver la prensa amarilla que "causa daño cuando sigue información irresponsablemente". Así, el mes pasado lo volvieron a cruzar con su hijo, Migue; y a pesar de la relación distante, uno de los padres del rock argentino no oculta sus sentimientos: "Más allá de las diferencias, el amor paternal perdurará por siempre". Ya no va en tren, ni va en avión, pero le abre las puertas a este colectivo y se sube para cantar bien fuerte, junto a nuestros barrios, los reclamos populares: "Las villas, marginadas, son como El Fantasma de Canterville, padecen la indiferencia, la discriminación y el olvido de sus derechos. Me parece increíble que hoy las ambulancias no entren, que no haya cloacas, que falten maestros".

Nació con Videla y vivió entre fascistas. Se resistió al maltrato del servicio militar y a la censura de sus canciones por la barbarie dictatorial. Se define como un rebelde. A su lado, cualquiera se siente cerca de la revolución: "Me rebelo contra las injusticias cotidianas que se pueden arreglar, y también contra la pavada en general, que hay mucha en este mmundo".

Y si mañana es cómo ayer otra vez, lo que fue hermoso será horrible después. "El mayor problema de esta sociedad es que no presenta oportunidades para todas las personas y, a partir del ahí, nada puede ser justo". Poderoso como pocos, Charly venció al tiempo, con la misma garganta que venció a los genocidas.

¿Cómo sobreviviste a la dictadura?
No sé por qué no me desaparecieron, pero ahora que lo pienso, tal vez mi música les gustaba a los hijos de los represores.





Fuente: La Poderosa

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