viernes, mayo 04, 2018

¿Por qué seguimos eligiendo a Charly?

Había un chiste en un viejo libro de historietas sobre Woody Allen que mostraba la caricatura del director de cine de niño, en un circo, mirando a un nutrido grupo de payasos entrando de a uno en un auto minúsculo. El pequeño Woody tenía una reflexión típica de su carácter: “Cuando todos se preguntan cómo hacen (entrar tantos en un auto), yo me pregunto por qué lo hacen”.

El chiste sirve de pretexto para unir a dos genios, ambos muy cinéfilos -uno como realizador, actor y guionista, y el otro como músico y ocasional actor-: Allen y Charly García.

Porque la idea de esta columna, más que contar el cómo, es intentar descubrir el porqué de lo que sucede con Charly García.



El cómo lo sabemos: casi desahuciado por sus problemas físicos, con una cadera que lo tiene a maltraer y una vida de excesos, el año pasado Charly se despachó con un muy buen disco, Random, con canciones originales. La industria lo festejó: con siete candidaturas, es el más nominado a los Premios Gardel. La gente lo festejó aún más: sólo anunciándolo en las redes, en una tarde de marzo de 2017 agotó las 385 butacas del teatro Caras y Caretas; en febrero de 2018 en 30 minutos consiguió lo mismo con las 1.600 localidades del Teatro Coliseo; y su show del lunes pasado en el Teatro Gran Rex necesitó solamente de 15 minutos de venta para tener sus 3.200 butacas ocupadas.

Los tres conciertos mencionados tuvieron una característica común, público de varias generaciones. A Charly lo siguen sus contemporáneos (tiene 66 años) y los hijos y los nietos de sus contemporáneos. Es notable en sus shows ver cómo chicos de 20 o 21 cantan verso por verso cada una de sus canciones, aunque sea Instituciones, fechada en 1974. En el Coliseo me tocó estar sentado al lado de una chica de esa edad que mientras cantaba Los dinosaurios (1983) lloraba sin parar, en una catártica combinación de angustia y alivio.

Entonces, ¿por qué Charly?
Puedo dar respuestas, algunas arbitrarias, otras irreprochables, pero en las que creo.

Arranco, obviamente, por su música, que tiene millones de matices. Me pasó de escucharlo en el Teatro Colón -con su show Líneas paralelas- y darme cuenta de cuántas melodías hay en una cada una de sus canciones. Me animo a afirmar que muchos grupos de rock de la Argentina harían varios temas utilizando las distintas líneas melódicas que hay en sólo una composición de García.

Y en cuanto a su comportamiento, Charly fue siempre fiel a sí mismo y, al extrapolarlo, siempre fue fiel a nosotros. Aunque él mismo se critique con ironía en Dos Cero Uno Transas (“él se cansó de hacer canciones de protesta y se vendió a Fiorucci”: además fue pionero en traer sponsors al rock), es de los artistas que nunca se vendieron e hicieron de vida y obra una sola cosa. No hay un Charly para los medios y el público, y otro puertas adentro. Y en un punto, representa lo mejor y lo peor de la argentinidad. Talento extremo y vicios públicos, Charly siempre se hizo cargo de sus actos.

También estuvo cerca del poder, pero más porque les convenía a los poderosos que a él. Fue crítico de todos los presidentes que le anduvieron cerca, incluso de los que apoyó como Menem o Cristina Kirchner, a quien tildó de autoritaria.

Fue feminista mucho antes que el #NiUnaMenos. En Salir de la melancolía, de Serú Girán, escribió “Si quieres un consejo, no la cuides desde lejos ni le digas lo que tiene que hacer. Ella debe ser como quiere ser… Rompe las cadenas que te atan a la eterna pena de ser hombre y de poseer. Es un paso grande en la ruta de crecer”.

Y su autodestrucción y su resurrección también puede servir como una metáfora de la Argentina, un país que se desmoronó tantas veces y siempre encuentra el modo de levantarse.

Hay quienes sostienen que mucha gente va a estos conciertos de Charly por morbo o porque pueden ser una de las últimas oportunidades de verlo en vivo. Algunos habrá, sin duda. Pero prefiero pensar que este fenómeno transgeneracional que es García se debe a su capacidad de contarnos nuestras cosas mejor que nadie y con la óptica del que las vivió en carne propia: desde la dictadura y la represión hasta la alegría que “no es sólo brasilera” de estar vivos y tener el arte como aliado.

Por Walter Dominguez

Fuente: Clarín

El blog de Charly García (hecho por DIOS)

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