jueves, octubre 10, 2013

Rey Charly

Con sus canciones se podría reconstruir el último medio siglo de la historia Argentina. Es el adelantado, el que interpela a su público. El que dinamita los puentes de su propia obra. HBA lo escuchó a través de los ángeles de Charly, tres periodistas que lo admiran y lo cuidan: Alfredo Rosso, Mariano del Mazo y Claudio Kleiman. Con uds Charly García.

1. Charly, el historiador / En palabras de Alfredo Rosso

Yo me enganché con el último de Sui Géneris, de Aprendizaje en adelante, y sobre todo con el de Pequeñas anécdotas sobre las instituciones. Letras socialmente urticantes en un momento en el que costaba mucho hablar de la realidad que nos circundaba: era la época de la Triple A. Y de una música desafiante, porque ahí Charly tenía ya los teclados, los sintetizadores, y un concepto progresivo y sinfónico de la música. Con el tiempo fui descubriendo el primer Sui Géneris y me di cuenta de su importancia. De temas como “Natalio Ruiz”, que parodiaba un poco esa cosa almidonada y hasta retrógrada y reaccionaria del argentino paquete, burgués. De “Canción para mi muerte”, ese himno existencialista que por ahí los adolescentes lo cantaban como si fuese una canción de amor, pero en realidad era una canción muy densa. Y también las canciones románticas, porque no había tantos temas que hablaran del romanticismo adolescente desde una perspectiva de igual a igual; creo que fue el primer atractivo de Sui Géneris. Así me metí de lleno en temas como “Confesiones de invierno”, y “Cuando ya me empiece a quedar solo”, que son profundamente maduros para un muchacho que en aquel entonces tenía 22 años.

¿Y La Máquina de Hacer de Pájaros?

Hacía una música muy valiente: Charly estaba hablando de lo que estaba sucediendo en el peor momento del Proceso. Sobre todo en Películas (1977), que tiene temas como “No te dejes desanimar”, o “El hípercandombe”, que está hablando de la paranoia de vivir en un país ocupado por sus propias fuerzas armadas, y de ser joven en esa situación. Muy denso. Y con un marco musical sofisticado y rico con dos teclados. “Qué es lo que se puede hacer salvo ver películas", era lo que nos preguntábamos todos en el 77. Yo sentía que Charly traducía lo que yo pensaba.

En el '78 llegaría Serú Girán. Para mí, la mejor banda en vivo que vi en este país, sin dudas. Una máquina humana aceitadísima, con dos tipos que componían tremendamente como Charly y David Lebón, y Pedro Aznar que atrás sostenía las armonías de los tres y aportaba ese bajo tremendo. Letras tremendas, como “Viernes 3AM”, “Perro andaluz”, “San Francisco y el lobo”, “Canción de Alicia en el país”, una denuncia a los crímenes de la dictadura usando una metáfora del cuento y de Alicia a través del espejo, de Lewis Carroll. Su pico de excelencia fue en sus shows en el Coliseo, en 1981, estrenando “No llores por mí, Argentina” y “No quiero volverme tan loco”. Hablaba de la sociedad partida de aquel momento, de la necesidad de recuperar la alegría. Por eso lo de “La alegría no es sólo brasilera”. Y es cierto, porque tenemos un ser nacional sumamente melancólico. Ha traducido tristemente lo peor del prejuicio religioso del pecado original: nos hemos caído de un paraíso que no podemos recuperar, hagamos lo que hagamos. Nos ponemos melancólicos por una gloria del pasado. Charly lo dice cuando canta yo no sé si vivir tanto les cuesta... Es que es un gran traductor de cuatro décadas de historia argentina. Si se quemaran todos los libros de historia mañana, podrías reconstruirla en sus canciones.

Charly es como “El hombre ilustrado” de Ray Bradbury, lleva en su piel retazos de historia argentina. Es víctima de su propia lucidez. Su carrera como solista en los '80 es tal cual. Vos escuchás “No bombardeen Buenos Aires”, y sentís lo que sentía un pibe en plena guerra con los ingleses. Por un lado te volvías loco escuchando a The Clash, y, por otro, los ingleses eran tus enemigos, o los del país. En Clics modernos (1983) está “Los dinosaurios”, que expresa lo que sentíamos todos en aquellos meses del '83 previos al retorno de la democracia. Lamentablemente muchos de esos dinosaurios cambiaron de traje y adoptaron trajes civiles. Con la misma lucidez, en Piano Bar (1984), habla del rock que se mira el ombligo, de la fisura de la madrugada en la época de mucha droga euforizante, de la neurosis amorosa que hace que uno haga “Promesas sobre el bidet”, de los “Raros peinados nuevos”. Ante una sociedad hedonista de los '80, que hablaba de lo dietético, del gimnasio, de la tevé color, de volver a Ser del Jet Set, lo afrodisíaco, las cirugías estéticas. Y Charly dice, está todo bien, pero aunque te hagas las gomas seguirás siendo rara, y flaco, bancate ese defecto...

El de los 90..,

En los '90 el encarnó un poco esa locura que se vivió acá, donde queríamos ser Primer Mundo y. al mismo tiempo, condenábamos a cientos de miles de argentinos a vivir en la pobreza. Es tan triste la Argentina de los '90 en ese aspecto, que ya no se puede decir más nada: el concepto “Say no more”, el colapso general. Y del Charly del 2000, me encanta que tenga la fortaleza de encontrar un nuevo rumbo orquestal y cómo se ha reinventado con The Prostitution, cómo le puso a su música un marco orquestal que queda bien, que se complementa con los instrumentos tradicionales del rock y abre un mundo de posibilidades nuevas, del rock casado con las cuerdas. Tiene con qué hacerlo.

2. Charly, el adelantado / Por Mariano del Mazo

Charly tiene algo que tienen pocos artistas: dinamita los puentes de su propia obra. Esa actitud -que comparte, por ejemplo, con Los Beatles y con Luis Alberto Spinetta-, lo ha ubicado siempre adelantado a su público. En esa tensión en la que se baten el conservadurismo nostálgico y “la locura de poder ver más allá” siempre salió victorioso. La fuerza de esa misma obra finalmente se impuso a la incomprensión, el prejuicio y la pereza del oyente. Se trata de un gesto vital y artístico que inauguró en la época de Sui Generis: sólo con esa convicción antiespeculativa fue capaz de disolver una banda en su apogeo para indagar las posibilidades del rock sinfónico rioplatense con La Máquina... y quemarse las pestañas con duras jornadas de ensayos que redundaron en la exquisita y poca reconocida música de los dos discos de esa banda. Sólo con esa obstinación se recuperó de las críticas al notable primer disco de Serú Girán y cuando consolidó la banda como la más popular del rock argentino (un dejá vu de Sui Géneris, casi diez años más tarde), se zambulló en los '80 en una carrera solista brillante que ordenó los tantos y respondió una pregunta: ¿De qué hablamos cuando hablamos de modernidad? A la hora del debate, Charly, como siempre, ya estaba muy lejos, generando nuevas ideas.

Cómo bien explica Alfredo Rosso en estas mismas páginas, sus canciones son casi un libro de historia argentina. Pero también son un minucioso relato autorreferencial, una autobiografía. Desde planteos sentimentales, existenciales y metafísicos adolescentes del primer Sui Géneris pasando por el yo que crecí con Videla o Me tiré por vos, Charly exhibió sus luces y sus sombras de manera descarnada. Una honestidad brutal conjugada en primera persona que lo vuelve un artista cercano, frágil y, al mismo tiempo, invencible, siempre querible. Quizás su última etapa sea el epílogo del concepto Say No More, una idea difusa en la que se dedicó a sepultar la canción entre los pliegues de capas y capas de sonidos. El Charly 2013 declama que ya está cansado de la canción, que ya compuso demasiadas. Que prefiere lo climático, que quiere hacer bandas de sonido e, incluso, cine, “el arte más completo”. Pensándolo bien, más que una declamación es una muestra de ubicuidad e inteligencia.

Lamiendo sus heridas, este Charly 2013 -otra vez criticado, incomprendido- no es otra cosa que un guerrero que se corrió de la batalla para seguir vivo. Hay que escucharlo bien. Siempre hay que escuchar bien a Charly: desde otro lugar, nos sigue interpelando

3. Charly, la anécdota / Por Claudio Kleiman

Sin saberlo, Charly me ayudó en mis comienzos en el periodismo. Fue con la publicación inicial de “Expreso Imaginario”, una revista ahora recordada y analizada, pero que en su momento era una esforzada publicación independiente que trataba de abrirse camino en los kioscos de revistas, con un nombre insólito para la época. Corrían los oscuros días de 1976, y el debut del Expreso fue también mi estreno como periodista. Los directores, Jorge Pistocchi y Pipo Lernoud, ya tenían un aura legendaria en la cultura rock. Yo y mis colegas y amigos Alfredo Rosso y Fernando Basabru, éramos “los pibes nuevos”, que se hacían cargo de la sección musical. En aquel número inicial, ofrecí hacerme cargo de los comentarios de discos (siempre evité la palabra crítica), cosa que los directores aceptaron de buen grado, y publiqué reseñas de álbumes de Bob Dylan, Neil Young y Frank Zappa. Nada menos, me dirán, pero increíblemente, ninguno de los tres eran entonces artistas muy conocidos en Argentina, y sus discos recién comenzaban a editarse en el país. Resulta que Charly, con su cordialidad y buena onda de siempre, envió una carta al correo de lectores, felicitando y alentando a 'que puedan seguir adelante y darle continuidad a una revista tan piola'. Un buen día, poco después de la aparición del n° 1, llego a la redacción, en el microcentro, y me dicen, 'Charly nos escribió una carta'. “¡Que bueno!”, respondí entusiasmado de que los músicos que admirábamos se hicieran eco de la aparición de la revista. "Sí? y nos felicita por los comentarios de discos”. Yo aún no conocía personalmente a García, y estaba lejos de imaginarme que iba a leer lo que había escrito (era mi primera nota publicada), y ni hablar de que se le ocurriera escribir una carta en la que hiciera referencia a esto. Releo ahora la carta de Charly del n° 2 del Expreso (septiem-bre-1976) y sus palabras textuales fueron: 'Un saludo a todos los que trabajan en el Expreso (muy buena la sección discos)'. Desde ese día, en la redacción me miraron con más respeto. García ya era una estrella (hacía poco se había separado Sui Géneris, y estaba en proceso de presentar La Máquina...). Y a mí no me conocía nadie. En lo personal, no sólo significó un inmenso aliento para continuar con eso, y que estaba lejos de imaginar como una profesión (el término periodismo de rock aún no existía), sino también la súbita conciencia de la repercusión y el alcance que podía tener lo que uno escribía, lo que a su vez me hizo redoblar la responsabilidad y las ganas de hacerlo cada vez mejor. En el plano más íntimo y cotidiano, el aval de Charly significó para mí algo así como la bienvenida al mundo del rock. Así que, además de agradecerle por toda su música fantástica, tengo que expresarle mi reconocimiento por ese gesto, que en su momento me valió un súbito ascenso en la consideración de quienes estaban a cargo del Expreso. No sé si alguna vez se lo comenté personalmente. Creo que no, pero entonces - como suele decirse - más vale tarde que nunca. Gracias, Charly.

LA PELI
El documental: “Existir sin vos. Una noche con Charly García” por Pedro Irigoyen
Verano del '94

Por estos días se proyectó el documental de Alejandro Chomsky "Existir sin vos-una noche con Charly García” filmado en una noche de verano de 1994 que se extendió hasta la madrugada, y retrata el proceso de lo que sería La hija .de la lágrima. Interminables repeticiones de “Existir sin vos” junto a Fernando Samalea, Fabián Von Quintiero, María Gabriela Epumer y Alejandro Medina. “Todo (o que te pasa, te pasa en la adolescencia. Ahí tenés todas las ideas... Lo que yo quería ser, lo soy. Siempre me gustó la música, y yo hacía clásica y jamás me enteré de lo que pasaba afuera hasta que escuché a John Lennon. Y ahí dije, yo puedo ser así. Y ahora que lo tengo, ¿me voy a comer el bajón? Antes me enroscaba en la locura de la gente, y ahora no. Yo estoy viviendo de esto, lo demás me chupa un huevo. No me chupa un huevo, pero si alguien me critica, que haga algo mejor. ¿Estoy mal? Soy Charly García, hago lo que quiero, me divierto. No hago mal a nadie'', confiesa a cámara desde la bañadera cuando ya el sol de la mañana empezaba a asomar por las ventanas de la sala.

EL SHOW
Líneas Paralelas ("Artificio Imposible") por Eduardo Slusarczuk
Charly en el Colón

Para el archivo quedarán los bocetos germinales de “Líneas paralelas (“Artificio imposible”), que dieron paso a un recital más tradicional, basado en una obra fantástica. “La idea es tan buena que se destruye a sí misma", admitía en el libro. Y lo reformuló: de una orquesta de 50 músicos, pasó a la Orquesta Kashmir, doble cuarteto de cuerdas dirigida, por el chelista Patricio Villarejo, que potenció la sonoridad de The Prostitution (García López/ von Quintero/ Samalea/ Hayashida/ González/ Silva/Ortega). Se sumaron el saxofonista Bernardo Baraj, el vocalista Bernard Fowler y el actor Jean François Casanovas.

Con una puesta sobria de Renata Schussheim, con dos lásers -paralelos a su estilo- atravesando de frente a fondo el escenario -azul, el izquierdo, territorio de los graves, rojo el derecho, el lugar de los agudos-, Charly se tomó unos temas para hacerse dueño de la situación. Concentrado, transitó el primer segmento -Dileando, No te animás a despegar y Desarma y sangra-Una vez que todo estuvo bajo control, su rostro casi enterrado por unos segundos en su teclado, marcó un punto de inflexión: se soltó, conectó con el público, cantó, bromeó, gesticuló, bailó, dirigió a sus músicos y, sobre y ante todo, honró su música. Atravesó su trayectoria, recordó a la Negra Sosa en “Cuchillos”, y fue y vino por sus vidas solistas: la de Yendo de la cama al living / Pubis angelical/Clics modernos/Piano bar; la de Parte de la religión, Cómo conseguir chicas y Filosofía barata y zapatos de goma, La de La hija de la lágrima, Tango 4, y Rock and Roll Yo y la de Say No More, donde las paralelas de García desobedecen a la física, y sí, se encuentran.

EL LIBRO
Fragmento de "Líneas Paralelas" por Pedro Irigoyen
Editorial Planeta

"Es una historia de amor, es una historia de no asfixiar el espacio. Mi visión de lo que se llama arte. Que todavía no la comprendo como no comprendo el infinito, pero sí comprendo que sin aire, no hay música. Y que solamente en este planeta hay música. Es un fenómeno local, no es un fenómeno universal. Y para que esto suceda tiene que haber dos: uno que toque y uno que escuche. Y en el medio, puede haber cosas que modifiquen mi sonido, cuando pasa una ambulancia, viene en un tono, y cuando se va, baja dos tonos. No es porque la ambulancia se desafine, es porque la distancia y la velocidad cambian el sonido. Todos sabemos que las líneas paralelas no se tocan, pero en mi obra pasa".
“No creo que el cigarrillo, la bebida o las drogas hagan mal o sean peores que el teléfono celular, los porteros de las discos o ir al banco [...]. Yo no inventé las drogas, de niño y adolescente vivía drogado. Viví tos ’60 y tengo 60. A veces pienso que el futuro está en el pasado, que nos recibimos como humanidad pero debemos muchas materias que pasamos sin estudiarlas”,
"La música y la ambientación artística tienen más poder que los gobiernos y las divisiones entre, por ejemplo, los argentinos. ¿Qué hay de malo con la paz, el amor y la libertad?

SAY NO MORE

Fuente: Hecho en BsAs
Transcripto por El blog de Charly Garcia (hecho por DIOS)

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