jueves, agosto 23, 2012

Vuela y no muere


Cada vez que algún famoso se pasa al arpa, el falso Indio Solari de Twitter escribe: “Charly García nos va a enterrar a todos”. Lo hizo el 8 de febrero, cuando murió Spinetta. Lo volvió a hacer después de la (primero desmentida y luego confirmada) muerte de Juan Alberto Badía (“Igualmente, Charly García nos va a enterrar a todos”, dijo esa vez). La frase no le pertenece; es un sentimiento generalizado, algo que está en el inconsciente colectivo. Con el correr de los años, las internaciones, los escándalos, las polémicas y todo lo que no sabemos, pero sabemos, que García se metió encima alguna vez; deriva en una simple conclusión: si no se murió hasta ahora, no se muere más. Como su admirado Keith Richards, Charly es un tipo duro que ya no está más duro, pero que se la banca siempre. A esta altura (mayor a la de un noveno piso mendocino), de una manera inexplicable.

Charly, nacido el 23 de octubre de 1951, hace que los que no le prestan atención a la astrología se cuestionen su escepticismo. “¿Cuál es la ley número uno de Escorpio? Se los llama ‘El Ave Fénix’, porque siempre renacen de las cenizas. La vida de los escorpianos será un riesgo durante toda su vida. Jamás un escorpiano se aburguesa. El escorpiano le vende a la gente que lo rodea que ya está viejo, grande y aburguesado. Lo hace para que lo dejen tranquilo, entonces la gente le rompe menos las bolas, y por adentro su cerebro sigue ardiendo como un volcán. El escorpiano parece que la crepa y de golpe sale de abajo, del fondo del mar”, dijo ¡Roberto Pettinato! hace diez días. El periodista y músico también es un gran aficionado a los astros y sin mencionarlo, mientras hablaba de otra cosa; describió a Charly García; el zombi proactivo que volvió de la muerte más veces que Jesús (¿Bigger than Jesus?). El que se parece al ave que vuela y no muere de “Separata”. El que está dispuesto a pasear su nuevo renacer por los escenarios de todo el país. El 19 de agosto, Salta se reencontró con el monstruo.

Con un Estadio Delmi cubierto por casi 4 mil personas de distintas generaciones y rodeados de la típica acústica deplorable que caracteriza al palacio de los deportes salteño cada vez que se quiere disfrazar de templo rockero; Charly García & The Prostitution (Cristine Brebes, Julián Gándara y Alejandro Terán en cuerdas; los guitarristas Carlos García López y Kiuge Hayashida; el bajista Carlos González, el baterista Toño Silva; la corista Rosario Ortega, el tecladista Fabián Von Quintiero y Fernando Samalea) presentaron un espectáculo ligeramente diferente al de los últimos meses, en los que predominaban los hits. Fue un resumen raro del flamante (y caro) box set 60 x 60: un concierto por momentos absolutamente hecho para el fanático extremo, con piezas oscuras de la discografía de García. Canciones que jamás formarán parte de una compilación de grandes éxitos. Además, estuvieron presentes muchos de los clásicos que la gente quería escuchar y hasta la presentación de un tema nuevo. Todo coronado por el morbo “vayamos a ver cómo está, mirá si se desmaya en el escenario” y despedido con un “se lo ve bastante bien, ¿no?”.


Pasadas las nueve de la noche, las luces se apagaron y la pantalla gigante comenzó a emitir un fragmento de un viejo programa de El Rayo, circa 1999, etapa Dolores Barreiro. Allí se pudo observar a Charly hablando vía telefónica con su admirado Marilyn Manson. El video, de unos cinco minutos de duración, terminó en loop, con Manson tomando la imagen del Sagrado Corazón y preguntando a cámara si ése era Charly García (“¿This is Charly García?”). Inmediatamente, toda la banda, ya en cada uno de sus puestos, arrancó con “Rock and Roll Yo” y “El amor espera”, canciones potentes y rifferas de la última década, ideales para comenzar un concierto, pero poco conocidas para el público ATP que recuperó García tras su regreso exento de toxinas.

La primera estocada de “una que sepamos todos” apareció con “Yendo de la cama al living”. Allí se pudo observar claramente cuál sería el papel que Charly tendría durante las dos horas de show: un tipo divertido, pasándola bien con la gente y sus músicos, al mando de absolutamente todo. Su clásica pose de pulpo, con un brazo en cada instrumento que lo rodeaba en esa trinchera de sintetizadores y pianos eléctricos se hizo carne y devolvió una imagen que se parece cada vez más al García pre internación. La diferencia está en ciertos detalles: esta vez, cuando algo no funcionó, Charly hizo señas, pidiendo ayuda. Antes, una falla técnica hubiera desatado al huracán Say No More, que como en una especie de poder de personaje de videojuego de lucha, revoleaba instrumentos y puteadas.


“Plateado sobre plateado (Huellas en el mar)” fue una canción prueba para ver cuánto se la bancaban los espectadores. Pocos fueron los que cantaron el tema, de los menos conocidos de Clics Modernos (1983). Inmediatamente, “Rezo por vos” desató un gran pogo y ahí sí, el coro magnificado, con el recuerdo inmanente del Flaco Spinetta. “Promesas sobre el bidet” continuó en la lista, provocando un efecto similar en la gente, pero más emotivo que agitador. “Canción de 2 x 3”, perla de Yendo de la cama al living (1982), destacó al Negro García López, la Mona Jiménez del rock argentino, que con sus arranques hendrixianos transformó a la canción en una “Little Wing” del subdesarrollo.  

“Anhedonia”, de Cómo conseguir chicas (1989), fue la siguiente incomodidad para la platea y el campo. Una buena versión cantada a medias junto Rosario Ortega. La primera parte terminó con “Asesíname”, en la versión stone del disco Rock and Roll Yo (2003). La canción terminó con toda la gente cantando el “All you need is love, love, love”, beatle de manera continua hasta que llovieron los aplausos.

El intermedio llegó a través de la pantalla, con imágenes de Un perro andaluz, de Luis Buñuel y Salvador Dalí; mientras se escuchaba la voz de Graciela Borges recitar sobre “Atlantis”, uno de los pasajes instrumentales del disco La hija de la Lágrima (1994).


El regreso, a los pocos minutos, fue sin cambio de vestuario (todos mantenían sus chaquetas verdes) y con una novedad: “Venus”, una canción estrenada en el recital de Tucumán, el viernes 17 de agosto. El tema lo tuvo al frente, como guitarrista. Allí sucedió algo que entregó mayores certezas sobre el estado actual de Charly: durante unos segundos, García se acercó a la gente y se inclinó mientras tocaba el riff inicial del tema. Allí, el fuerte spot le iluminó la cara lo suficiente como para adivinar su mirada a través de los lentes oscuros que no se sacó en toda la noche. Los ojos de Charly no estaban perdidos, no se desviaban ni se ahogaban en un valle de Valium. Eran penetrantes, fijos y dueños de una seguridad que se le conoció siempre y que en los últimos años parecía extraviada.

Tras el estreno, que no se pudo apreciar del todo gracias a la pésima acústica del estadio (apenas las cuerdas beatles del final que linkean directo con “In my Life”); apareció uno de los tanques infaltables de los shows de García: “Cerca de la revolución” sacudió a todos. Luego, Charly se quedó parado frente al micrófono para cantar “Influencia”, muy celebrada.

“Eiti Leda”, cantada casi en su totalidad por Rosario, fue una perla que hizo sobresalir a Toño Silva Peña, el mejor baterista de Charly desde las épocas de Fernando Samalea; quien, justamente, está de vuelta en la banda, pero ahora como un multinstrumentista consumado, capaz de tocar el bandoneón y el xilofón con la misma soltura. “Pasajera en trance” fue recibida con grandes aplausos y el “Rap del exilio” mostró los aparatosos movimientos de García al intentar bailar. Su motricidad es, sin dudas, la mayor afectada tras el tratamiento, un precio que tiene que pagar. “Tu vicio” continuó la senda festiva del show.

Después llegó “Los dinosaurios”, que comenzó igual que la grabación original, con Charly solo en los teclados; para terminar con toda la banda, haciendo una excelente versión un poco más acelerada de lo habitual, pero a medio camino de la que García realizaba hace diez años, cuando la había transformado en un rock vertiginoso. Pegada apareció “No toquen”, que se vio perjudicada por (otra vez) el Delmi. La mala acústica hace pensar en lo bueno que hubiera sido haber disfrutado este show en el Teatro Provincial. Quizás, y teniendo en cuenta el precio de las entradas ($200), dos funciones allí habrían sido ideales.


“No soy un extraño” fue el preludio para el momento de mayor explosión de la noche: la versión de “Me siento mucho mejor” fue recibida con gritos, aplausos y eyecciones de los asientos; y acompañada por coros unánimes. Luego, una hermosa “Inconsciente colectivo” entregó el final formal del recital.

Tras el bache típico de todo bis, un García con un poncho salteño encima se volvió a sentar frente a sus teclados y lideró una potente versión de “Demoliendo hoteles”, mientras en la desaprovechada pantalla (estaba tapada por los músicos) se sucedían imágenes de edificios cayéndose, lo más cercano que está Charly hoy de destrozar inmuebles.

“Instituciones” y “Piano bar” siguieron en la lista, que a esa altura sorprendía, por la falta de canciones explosivas que dejaran a la gente extasiada sobre el final. “Chau, gracias, que no decaiga”, dijo Charly; anunciando el final que aún no había llegado. La gente lo sabía y no se movió de allí hasta que los músicos reaparecieron sobre el escenario. Y ahí sí, finalmente, todo concluyó con “Canción para mi muerte”, lo primero que el mundo tuvo como prueba de la existencia de Carlos Alberto García Moreno, el ex niño prodigio, el del oído absoluto. El final es en donde partí.


Tras los aplausos, la ovación de pie y los abrazos sobre el escenario; llegaron los créditos en la pantalla y la sensación de haber presenciado un resurgimiento (otro más) en la carrera de Charly, quien parece ser el único que sabe hasta dónde es capaz de llegar.

Por  Federico Anzardi
Fuente: Salta Rock

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