Su sombra anuncia el regreso. Son las 17.35 del martes 20 de octubre. Un rayo de sol dibuja su silueta en el suelo sucio. La imagen, larga y espigada, anticipa su ingreso por la puerta principal del Microestadio de Argentinos Juniors. El hombre pisa su propia oscuridad y avanza a través del rectángulo de luz que parece indicarle el camino; baja unos escalones, se funde en un abrazo con el sonidista y prende un cigarrillo mientras habla con su manager. Sólo quince minutos lo separan del escenario. Su lugar. El sitio que lo devolvió a la vida.
Veintitrés tuvo acceso exclusivo a un ensayo general previo al recital que Charly García dará el 23 de octubre, el día de su cumpleaños 58. Un año atrás, el músico salía en ambulancia de la clínica psiquiátrica Avril después de casi tres meses internado: le costaba caminar y hablar, y la atrofia en las manos le impedía tocar el piano. La recuperación era un sueño, y volver a los escenarios, una utopía que sólo entraba en la imaginación de un delirante.
“Está bueno, ¿no?”, pregunta ahora el tecladista Fabián “Zorrito” Von Quintiero, luego de presenciar la original “apertura de telón” creada especialmente para el show por Pichón Baldinú, el cofundador de la compañía De la Guarda, que viene de trabajar en shows de Disney y montar Hombre vertiente en la Expo Zaragoza el año pasado: el regreso se planificó como una superproducción, con un nivel de profesionalismo sólo dedicado a estrellas internacionales.
Charly asiente: le gusta la puesta. Sube al escenario y se sienta frente a su piano de cola negro. Toma un cuarto de helado que trajo el Zorrito y se queda en silencio mientras Hilda Lizarazu –que lo apoya desde los coros– hace de su histrionismo una imagen jovial.
Las canciones pegan fuerte entre la veintena de privilegiados que presencian el momento. Durante dos horas sin descanso pasan, enganchados, los clásicos (“Demoliendo hoteles”, “Raros peinados nuevos”, “Yendo de la cama al living”) y la voz de García brilla bajo el halo protector de Lizarazu, integrante, como Von Quintiero y el guitarrista Carlos García López, de la legendaria banda que grabó Cómo conseguir chicas.
Charly se arquea hacia atrás y llega –casi como en la época de Sui Generis– al punto justo que sus temas le demandan. Se muestra contento. Tema tras tema. Ya no quedan rastros del Charly irritable. “Las últimas épocas pueden parecer relocas – admitió el músico hace poco–. Pero yo seguía haciendo buenas canciones . Ahora el extra es que las voy a interpretar de una forma casi perfecta”.
Un error de la banda, dos errores. “Y, qué pasa, te quedaste dormido”, le dice en tono comprensivo a Carlos González, uno de los músicos chilenos que soportaron la tormenta junto a él en los últimos años.
Si la canción lo requiere, Charly deja el piano y se para en el centro del escenario para pegar más duro. Posa como si estuviera ante las cuarenta mil personas que llenarán Vélez: estira los brazos hacia adelante, e incita al baile al público imaginario. Se mueve solo hasta que Hilda lo invita a formar parte de una danza esférica. Después, corre para ubicarse detrás del piano y sonríe. Charly está de vuelta.
A un costado, Baldinú se muestra muy contento con esta oportunidad: “La puesta está diseñada para darle al concierto un entorno de ficción que se forma a partir de las canciones y que tiene que ver con la musicalidad y con las letras. Se trata de una dramaturgia en la que se va contando una historia a través de imágenes, figuras, telas. Se va a ver un espacio mágico que va a remarcar la idea del regreso y en el que Charly va a ser la figura”. Para la puesta, el escenógrafo contó con un telón tres veces mayor al de cualquier teatro, cientos de metros de tela blanca y veinte artistas, entre actrices y acróbatas aéreos. “Pasajera en trance” será uno de los momentos clave. “¿Si va a volar? –dice Baldinú–. Sí y no. La gente se va a sorprender, se trata de una escenografía virtual muy difícil de explicar, que nació de una idea suya. Me dejó en claro que no quería una puesta electrónica.”
Entre músicos, sonido, luces y asistentes de producción, hay cincuenta personas a las órdenes del músico. “Un despropósito”, podría pensar cualquier persona que haya presenciado alguno de esos shows en los que “el viejo Charly” –como él mismo se define en pasado– se quejaba de problemas de sonido, pateaba el teclado y se mandaba a mudar dejando a su tropa sin palabras. Pero no para este Charly, luminoso y receptivo –según quienes lo conocen–. El público respondió a la expectativa comprando 20 mil entradas en sólo dos días. La noche será registrada para lanzar un DVD sobre el regreso.
“Nunca vi un show de estas dimensiones para un artista nacional. Tanto despliegue... de afuera vienen músicos con un poco más de lo que cuenta Charly o con lo mismo”, comentó Mariana Badino, que coordinó el regreso desde la productora Fénix. “Queremos cuidar hasta el más mínimo detalle y darle incluso más de lo que puede llegar a necesitar.”
Los ensayos fueron de menor a mayor; del ambiente relajado del estudio en el campo de Palito en Luján, la banda pasó a una sala en Villa Urquiza; luego la producción alquiló El Teatro, en Lacroze y Álvarez Thomas, para ir tomando dimensión de escenario, y por último coparon el club Malvinas.
El músico volverá a hacerle frente a un estadio después de cinco años, cuando en el marco del Quilmes Rock logró un recital memorable en Ferro, bajo una intensa lluvia. Sin embargo, para recordar su último recital en solitario hay que remontarse al 17 de diciembre de 1993, con un escenario en el centro del campo del mismo estadio.
La campaña de marketing que acompañó el regreso marcó también el retorno al país de Darío Lopérfido –ex secretario de Cultura de la Alianza y director de una subsidiaria de Fénix–, quien logró ponerle un brazalete de Say No More gigante al Obelisco y craneó la “cadena nacional de rock”, por la que se conoció en simultáneo a través de varias radios “Deberías saber por qué”, el tema nuevo del artista. Lopérfido inventó los slogans “Vuelve el más grande” y bautizó la gira “Tengo que volverte a ver”.
El tour que comenzó en Lima y pasó por Chile, donde se presentó ante unas quince mil personas, seguirá luego del recital de Vélez en Montevideo, el 14 de noviembre: esa noche, en la entrega de los Grammy Latinos, Charly será reconocido con el premio “Logros de toda una vida”. La gira continuará por Ecuador y Colombia para desembarcar en Rosario el 5 de diciembre, y seguramente tocará otras ciudades del país y de Latinoamérica.
Por la cantidad de personas que conforman el staff y el volumen de equipos que se trasladan entre países, las fechas están espaciadas para asegurar que todo llegue a tiempo. En sus presentaciones, García contó con un tratamiento similar al que se les da a artistas internacionales: limusina a su disposición desde que pisa el aeropuerto y hospedaje en hoteles cinco estrellas junto a toda su comitiva –algo inusual para artistas locales–. Para no descuidar el tratamiento médico, García viaja con la psiquiatra Alicia Lischinsky, que encabeza el equipo interdisciplinario del centro de rehabilitación al que asiste a diario (ver nota aparte).
Después de ser internado a la fuerza el 9 de junio de 2008, luego de destruir una habitación de un hotel en Mendoza, García comenzó un derrotero en el que amenazó con suicidarse si no lo dejaban ir a su casa, fue alojado en la Clínica Dharma de Capital Federal, bajo tutela judicial continuó el tratamiento en el campo “Mi Negrita”, de Palito en Luján, y volvió a ser internado –esta vez en la clínica Avril– luego de protagonizar un ataque de ira. A partir de ahí, hace un año, las novedades fueron positivas y Charly empezó a reconstruir su círculo íntimo.
El principal sostén fue Palito: desde abril, cuando dejó Luján, Charly está viviendo en uno de los departamentos que Ortega tiene en el histórico Palacio de Los Patos, en Palermo. Ahí, el bicolor pasa el día haciendo ejercicios, mirando mucho fútbol y leyendo revistas internacionales de música. Por las noches, la rutina incluye algunas salidas al cine, teatro, recitales o cenas con su novia, la VJ de MTV Mecha Iñigo, el Zorrito, Hilda, el “Negro” García López, los músicos chilenos y su manager Fernando Szereszevsky, que luego de varios años alejado del músico volvió a trabajar con él y se convirtió en uno de sus confidentes.
En el último show que había dado en la Argentina, frente a la Basílica de Luján, García tocó seis temas y el Himno para mil personas. Se lo vio lento y falto de voz, aunque la jugada también era parte de la recuperación.
Hoy, Charly, que recuperó las fuerzas, se prepara para ofrecer un recital que lo vuelve a poner en el panteón de las grandes estrellas. Pisará el escenario con zapatos de charol, vestido de frac, como un director de orquesta. A partir de ahí será, nuevamente, el director de su propio futuro.
Por Bruno Lazzaro
Fuente: El Argentino
1 comentario :
Muy buena nota!
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