Desintoxicado, con algunos kilos más y un tema nuevo, Charly García ha vuelto. Hace terapia y ensaya a diario. No toma ni se droga, pero fuma cigarrillos. Tiene casi 58 años y se imagina casado y con hijos. Está enfocado en tocar sus temas de los 80 y hacer una retrospectiva de su obra con los arreglos originales. Egomaniaco, aún sabe que cambió el rock en español para siempre. Su regreso comienza en Lima este 23 de setiembre. Mientras lo esperamos, viajamos a Buenos Aires para mirar de cerca.
Una grandilocuente y exagerada campaña de publicidad lo anuncia: “vuelve el más grande”. Tras más de un año recluido y en tratamiento de rehabilitación por su adicción a las drogas y el alcohol, Charly García canta: “Che, si de veras me tomás en serio, deberías saber por qué”. Es la letra de su último tema –hit pegajoso, reciclado, pero con su irrefutable estampa– que fue estrenado en cadena nacional por la radios argentinas. Ese día, el Obelisco de la Avenida 9 de Julio en Buenos Aires apareció envuelto con un gran brazalete que tenía inscrito Say No More, aquella frase que significó la gran metáfora de creación estética de García, el alter-ego de vivir en un “constant concept”: ser un rocker las 24 horas al día, los siete días de la semana. Mientras ese mismo brazalete era subastado, García declaraba que “the future is clean”. “La música sola, el show, la letra de las canciones. Con eso alcanza. Me voy a ganar a la gente con eso, no rompiendo guitarras”, aseguró.
Ese final simbólico del atormentado periodo de saynomorización ofrece la nueva cara de un músico de 58 años, de actitud calma y quizá algo adormecido por las pastillas, que realiza obediente terapia, que ensaya con su banda varias horas al día y que, como decía Perón, va “de casa al trabajo y del trabajo a la casa”. En este ambiente, está protegido e incluso podría decirse que algo cercado. Se oyen lejanas las anécdotas del García agresivo que se tiró del noveno piso de un hotel mendocino, que habitaba en su departamento de la avenida Coronel Díaz y Santa Fe, envuelto en whisky, tabaco, cocaína y aerosoles, con las uñas pintadas y la piel en los huesos, la mirada desorbitada, y el ego encendido como la última chispa de un talento único. Periodistas y fanáticos tocaban la puerta para pedir audiencia ante el único gurú capaz de despertar tanta admiración y pena al mismo tiempo. García se convirtió en el espejo de los peligros y contradicciones del rock: el arte-actitud capaz de concentrar los más intensos clamores del siglo 20 y la mediatización que convierte la rebeldía en caricatura.
Ahora, el genio del bigote bicolor interpela a sus seguidores con su única arma válida: su virtuosismo para tocar a los clásicos desde los cinco años gracias a su oído perfecto, que se avivó con la influencia de los Beatles y catalizó las transformaciones desde la Argentina peronista y militar hasta la sociedad del espectáculo, que se transformó en estilo para dejar pergeñados decenas de álbumes y temas históricos con Sui Géneris, Serú Girán, y La Máquina de Hacer Pájaros, que se inventó inacabablemente como solista durante los 80 y 90 hasta el INFLUENZA de 2002 (su último buen disco), que sonó al ritmo de la belleza y el horror otorgándole sentido a varias generaciones; el virtuosismo para ser uno de los músicos más talentosos de esta parte del mundo y no querer volverse más loco. El virtuosismo de ser Charly García, a pesar de sí mismo.
Llorando en el espejo
Hace más de un año Charly García tocó el fondo de su último abismo cuando provocó graves destrozos en un hotel de la provincia de Mendoza. Ante la descorazonada mirada de sus amigos verdaderos y su hijo Miguel, su cuerpo fue trasladado en camillas y su personaje se convertió –otra vez– en la comidilla de los medios sensacionalistas. Por órdenes judiciales, el incidente derivó en una larga internación en una clínica psiquiátrica, hasta que Ramón “Palito” Ortega lo acogió en su quinta de Luján para que prosiga la recuperación. “Siempre supe que tenía gente alrededor que me quería. Pero no era justamente la gente que yo pensaba”, ha dicho Charly a CLARÍN sobre este periodo que aún no concluye, pero que dejó ver su nuevo talante en marzo cuando dio un sorpresivo mini-concierto callejero de 35 minutos en la provincia. “Le estoy eternamente agradecido a Palito. Pete Townshend salvó a su amigo Eric Clapton de la heroína. A mí me rescató Palito Ortega”.
Charly ha convocado a su banda de siempre, viejos amigos que son un muestrario del pop argentino de los 80: Hilda Lizarazu en coros, Fabián “Zorrito” Von Quintiero en teclados y el Negro García López en guitarra, junto al trío chileno The Prostitution que viene acompañando a Charly desde hace años (Kiuge Hayashida en guitarra, Toño Silva Peña en batería y Carlos González en bajo). Junto a ellos, Charly ensaya diariamente temas de una de sus mejores épocas que va del ’81 al ‘86 (periodo que incluye álbumes históricos como YENDO DE LA CAMA AL LIVING, CLICS MODERNOS, PIANO BAR, PARTE DE LA RELIGIÓN).
“Es increíble lo que me pasa cuando toco las canciones viejas. Todo está ahí. Es como si hubiera diseñado mi vida. Muchas tienen un carácter profético”, dice García a CLARÍN. Y el guiño es obvio cuando habla de aquellas melancólicas canciones de desangramiento cocainómano, como “Llorando en el espejo” del PEPERINA de Serú Girán: “La línea blanca se terminó / No hay señales en tus ojos / Y estoy llorando en el espejo / Lo puedo ver: a un hábil jugador, trascendental actor / en busca de aquel papel / que justifique con la acción toda fantasía”.
Esta es la imagen del García lírico y maldito frente al espejo de sus últimas décadas. El mismo que declaraba que hay seis cosas en la vida: salud, dinero y amor; sexo, droga y rock and roll. “A veces tengo todo y casi siempre tengo bastante de esas seis cosas. Empecemos por las drogas. La droga es como un juguete: no es súper importante. La salud es más importante, por ejemplo, porque si te agarra un cáncer, no podés hacer nada. Y además, está dentro de uno. La droga, en cambio, está fuera, es una cosa que uno compra y que no tiene por qué tomar”, le dijo al periodista Roque Casciero en una entrevista para PLAYBOY en el 2003.
Sin embargo, Charly ya había sido internado algunas veces por sus adicciones. “Lo que te hacen antes de internarte es volverte loco: te cierran la puerta de tu casa, te sacan las llaves, le dicen a todos tus amigos que se borren. Es un complot y vos no entendés nada. Y si estás confundido, terminás perdidísimo. Eso se llama “amor duro”, a Kurt Cobain también le hicieron algo así. Yo no creo en una psiquiatría de esa clase. Cuando estás jodido necesitás que alguien te dé bola y que te explique lo que no entendés, no que te digan que tenés que curarte vos mismo”, agregó.
Esta vez, sin embargo, parece diferente. La musicoterapia, ejercicios y sesiones de kinesiología, la protección de su equipo, familia, amigos y colegas, su reclusión voluntaria (ahora en un departamento de Palermo Chico) no es percibida por Charly como obra de los “carceleros de la humanidad”. Es la única manera que le quedaba de reencontrarse con la música: “Es muy raro estar tocando sin drogas. Es la diferencia entre subir a un escenario borracho, tocar cualquiera y decir cualquiera, y la de una cosa hecha más matemáticamente. Todos los grandes han pasado por eso. Y muchos han vuelto y les ha ido bárbaro”, le dijo a la ROLLING STONE. Y admite: “En un momento se pensaba que las drogas no hacían nada, que no había efectos secundarios. Y no era así”.
Advertencia: la anécdota de Charly no debería funcionar como un ataque-moraleja contra las drogas. Tampoco como apología. Debería, simplemente, sumarse a la lista de testimonios y experiencias sobre el exceso. Aunque el placer devino enfermedad, nadie podría negar los gloriosos momentos de lucidez que el exceso ha otorgado a la humanidad. Y Charly lo sabe: “Mi visión del futuro no es ser un monje ni mucho menos. Por ahora no puedo hacer nada que esté enemistado con la medicación que estoy tomando. De acá a un año voy a poder estar tomando un vino tranquilo: como una persona normal. Me aguanto las tentaciones. Ya tiré un misil que es volver a tocar en setiembre, cuando empiece la gira en Perú. Y va a pasar algo más grande de lo que era. Voy a tener una de las más grandes satisfacciones”.
Fuente: DedoMedio
miércoles, septiembre 02, 2009
Charly García y por qué tomarlo en serio
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7 comentarios :
Te alabamos. Te bendecimos. Te adoramos. Glorificamos. Te damos gracias por tu inmensa gloria. Senor Dios, Rey celestial.
tatus
Gracias Amigo!
Grande Charly!! Queda un mes para vernos en Chile.
Excelente artículo, gracias al bloguero por todas las noticias.
El primer concierto de Charly se ve muy prometedor, en cuanto a cobertura; la Radio "La Ñ" de Rock en Español es el principal ausipíciador y como tal todos los días nos regala los temas clásicos. En el barrio de Barranco los conciertos tributo a Charly García ya empezaron a brillar.
Para el concierto habrán 4 áreas, Say no More ($100), Piano Bar ($65), Clics Modernos (33) e Influenza ($18), en dólares americanos.
La expectativa en general es muy buena, se puede apreciar en los blogs y cuentas de facebook.
Lamentablemente, la visita de Nito Mestre, días antes del concierto de Charly García, no tiene la cobertura que merece. Nito Mestre nos visita cada semestre.
Bueno, tengo las entradas en la mano, estaré en Clics Modernos.
Muchas gracias por la nota..!!
say no more
Muy buena nota, gracias por compartirla.
Personalmente me hizo un poco de ruido la parte de "hasta el INFLUENZA de 2002 (su último buen disco)". Yo creo que un periodista debe ser lo mas objetivo posible, sobretodo cuando se trata de arte, y sobretodo cuando los gustos son tan personales, por lo que indirectamente calificar como "mal disco" a "rock and roll yo" me parece un poco intolerante, por ponerle un adjetivo.
Un saludo
Daniel
rock and roll yo suena bien, menos tango, cretino y wonder... dileando con un alma es bien paja, bien rockera, bueno, en todo caso lo último "bueno" que hizo charly fue el unplugged, o piano bar, ya! no jodan!
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