jueves, enero 15, 2009

La pasión y el descontrol según Charly García


Charly habla sobre el vuelo desde el noveno piso, Menem, la droga, la sinfonía que está componiendo, sus enemigos, su miedo a la soledad, sus obsesiones. ¡Volé! Es el sueño del hombre. ¿no?, desafía.

La escena empieza un viernes a la noche en un bar, y parece congelarse cuando Charly García entra, aerosol en mano. Ese lugar es solo el comienzo, porque el tiempo y el espacio del encuentro los define García. Puede seguir en un remís rumbo al Colón, en una corrida frenética por la calle Libertad, o en su casa frente al shopping.

Puede estar solo. O con su prima inseparable, o con Marcelo, su manager. Puede hablar apasionado sobre un tema y dejar abruptamente la charla para dibujar. Pero es él quien maneja los tiempos y los climas. García puede ser un chico jugando con los cestos repletos de minidisc en los que acumula cientos de canciones grabadas. Cuando las preguntas lo incomodan —si tratan sobre la madre, por ejemplo—, responde con música. Con mucha música. Cuando no quiere contestar parece que hasta las paredes de su habitación pintada sonaran. Propone compartir temas nuevos, y es imposible decirle que no. Es Charly García y sabe como nadie reemplazar con buenos temas los silencios. "No me tiré por la prensa, ni por la cana, ni por los políticos, ni por el gobierno. Me tiré... por vos", arranca García desde su pianito.

—¿Para qué sirven las notas?

—En algunos casos para difundir la obra del artista pero la mayoría para que la revista gane plata y poner de muy mal humor al artista. Porque generalmente las notas tienden a chabacanizar o a burlarse o a acusar o a pontificar o generar sospechas. Es un negocio despiadado sin ninguna consideración sobre la calidad del artista. Les da lo mismo Rodríguez que García. Y para criticar.

—Te siguen pesando las críticas?

—No hay ningún crítico acá capaz de criticarme. No están capacitados. Hablan de si García está bien o mal, dicen pelotudeces más grandes que una casa como que yo no puedo cantar o que no compongo.

Se ponen en ridículo porque cuando la gente me viene a ver se da cuenta de que los paso por encima con un camión. Lo que pasa es que a esta altura ya no pueden decir la verdad porque tendrían que admitir que estuvieron equivocados toda la vida. Para criticarme, ¿con quién me comparan? Cuando estrene la sinfonía se van a tener que pegar un tiro. Y se va a poner en evidencia que sus críticas estuvieron basadas en celos y envidias y de música, nada.

—Cuál fue la crítica que dolió?

—Doler, no me duele nada. Pero me hinchó las pelotas cuando estaba en la clínica y me sacaban fotos y después me gritaban: “iAguante, Charly!”. Muy, muy cínico. O cuando hay tipos que te provocan para que vos reacciones y después te meten un juicio. O cuando persiguen a mis amigos.

—Llegaron a perjudicarte?

—Cuando presentarnos Serú Girán en Obras, el diario La Opinión nos destrozó, directamente. Y eso nos hizo volver a los bolichitos de una. Cosa que hicimos.

—Pero a esta altura de tu carrera cuesta creer que la prensa tenga el poder como para incidir en la gente que te sigue...

—La prensa no tiene poder. Punto (risas).

—Sin embargo, dicen que leés todo.

—¿Sabés qué pasa? Si yo miento, o digo las cosas que a mí me parecen o hago las notas para que me lea Mercedes Sosa, ¿cómo voy a creer en las noticias?

—¿Mentís mucho en las notas?

—Lo que se merecen (risas). Es jodido ser periodista porque es un escalafón muy bajo... no digo todos pero... el acoso, la falta de respeto, la foto a cualquier precio. Cuando me tiré en Mendoza, ¿qué otra cosa estaban haciendo los periodistas ahí abajo si no era esperando que me tirara?

—El episodio de Mendoza terminó por saturarte...

—Fue una combinación de saturación de todos: los de la prensa, unos boludos. La policía de allá, todo. Y yo que había ido concientizado para hacer un papel para la secretaría de no sé qué. Eso sí me superhirió. Y se las voy a cobrar.

En el auto camino al Colón, García está reconcentrado, dibujando. Así ni se percata que de fondo suena un tema de ABBA Teens. Su prima, acompañante incondicional, le alcanza lo que "el primo" pide: pinceles, pasteles, crayones o la cinta John Flex, con la que hace un rato se encintó una zapatilla plateada.

—Hace mucho estás dibujando?

—Desde que me enteré que podía.

—Cómo fue eso?

El primer instrumento que toqué fue una citarita. Abajo tenía dibujos e iba tocando las canciones. La música tiene mucho que ver con el dibujo. Para hacer la sinfonía con (Gabriel) Senanes, que es mi socio, nos manejamos siempre con imágenes y dibujos. Ahora lo hace la computadora que lo arregla todo. Vos desafinás y te aúna. Así ahora hay varios pero... (risas) igual desafinan.

—Contame de la sinfonía...

Charly se queda callado, deja los pinceles de lado, se incorpora y muy, muy serio, esta vez toma los lápices y el papel para explicar el proyecto que lo obsesiona: la sinfonía que espera estrenar en el Colón. Quiere que se entienda, que no queden dudas. Dibuja, habla, gesticula: no le importaría pasarse horas hasta que cada uno de los puntos queden claros. Es didáctico, García.

—La orquesta no está abajo, está arriba, ojo al piojo Ciento veinticuatro personas. La primera parte es tipo bien clásica, armónica, suave, mística acústica. Es la parte interior de uno. La introducción. La segunda parte se llama caos y es un despelote porque cada instrumento toca como se le da la gana —aparentemente—, pero todo combina.

—¿La pensaste para el Colón?

—Yo no la pensé para el Colón. A mí me o-fre-cie-ron tocar la sinfonía para el año 2000 y dije que sí. Bueno, el asunto es así. Termina con dos cellos, un hombre y una mujer, tocando una nota si y todos los demás se van yendo. Pasión, caos, si. Va a durar 74 minutos, pero pueden ser 75 (risas). Los instrumentos van a tocar al revés, ojo al piojo; Va a haber motivos musicales de todo lo que hice y lo que hago en mi vida. Todo va a estar ahí.

—¿Ciento veinticuatro personas?

—Sí, pero al final se van a ir. Algunos se tienen que ir. Como en la vida. Se tienen que ir los boludos... Es bastante parecido a lo que quiere decir Say no more: la invención de una nueva raza. Así como está el asunto no hay futuro.

—Te sorprendió la repercusión que tuvo el encuentro Charly Charly7

—Y, pasó algo habitual. La noticia fui yo y no ellos. Al que me invitó fue a mí. ¿Cómo no iba a ir? ¿Cómo no iba a ir a verlo? Además, ¿vos tenés idea lo que pasó ahí? Andy Warhol, loca! Una mano así.

—Fuiste porque era el Presidente, porque tenías buena onda con él o porque tenías ganas de divertirte?

—Fundamentalmente porque soy argentino y si me invitan a la quinta de Olivos para una cena, voy. Porque además voy a tener la oportunidad de expresar mis opiniones.

—¿Lo hiciste?

—Claro que sí. ¿Alguna vez lo viste al Charly llorando?

—¿Lloró?

Una lágrima.

—¿Por algo que le dijiste?

—Por una canción.

—¿Cuál?

—¿La política te interesa?

—(risas)Me está empezando a seducir —por ahora como un dispara te— la fórmula Charly-Charly para el 2003.

—Para llegar a presidente tenés que tener alguna propuesta...

—OK: Say no more. Rock and roll al poder. Charly-Charly 2003. ¿Sabés lo que significa rock and roll al poder?

-No.

—Que todo lo que está mal está bien. ¿Sabés lo que sería? Buenísimo. Que todo lo que esté mal esté bien, ¡aunque sea por un par de días!

—¿Cuál seria tu primera medida de gobierno?

—Diría: vago, ¿querés hacer lo que se te cante el orto? OK. Rock and roll al poder.

—¿No van a existir prohibiciones de ningún tipo?

—Sí, voy a prohibir a los caretas, Voy a prohibir las corbatas, y los que no tomaron nada en todo el día, ¡a la cárcel! (risas) va a estar buenísimo, ¿o no?

—!Vas a pintar Olivos con aerosol?

—No. Voy a dejarlo como está. Yo, en realidad, no voy a hacer nada. Gano y a la semana me voy.

—A la semana?

-Sí, pero... ¿sabés qué semana? (risa).

Hay gente esperándolo en la puerta. Algunos suben con él. y otros tendrán que limitarse a entregar sus ofrendas —que pueden ser dibujos, poemas o vinos— y partir, sin que el artista les dedique siquiera una mirada. Todo en su casa parece limpio y caótico. Un televisor gigante y pintado de plateado domina el living. Y su cuarto parece el de un adolescente fanático de... Charlv García. Hay instrumentos, compacts, atados de cigarrillos, hojas blancas, pinceles. La cama apenas asoma bajo una montaña de objetos difíciles de identificar. Invita a sentarse y antes que uno pueda preguntarle dónde, con un manotazo certero, barre de objetos la cama, y como un excelente anfitrión, hace un lugar en su lugar.

—¿Cuando seas presidente vas a permitir el uso de la marihuana?

-¿Permitirla?! Va a ser obligatoria ( risas). No sé. No conozco el mundo sin drogas y no conozco el mundo con las drogas legales, así que no sé. Lo único que sé es que todo lo que se hace para combatirla es al pedo. Y los que la “combaten” son los mismos que la venden. Entrar en ese juego es absurdo. Los que la venden son los mismos que después te llevan en cana. O algo así. Sí sé que es imposible que desaparezca.

—¿Y que la permitan?

-Si la permiten...

—No. Si yo quiero ir por la calle fumando un porro no puedo.

—Yo sí.

—Pero vos sos Charly García.

—(risas) Qué sé yo. Es como la pornografía. Hay gente que se fuma un porro y se convierte en un tarado y otra que no. ¿Vos te imaginás un mundo sin Coca Cola?

—Qué les decís a los que aseguran que vos estás muy mal por las drogas?

—Que tienen razón, pero porque no consigo (risas). ¡Qué tarados que son! ¿Quién puede decir que me hacen mal las drogas si me tiro de un noveno piso, nena? ¡Estoy en perfecto estado atlético! ¡Ellos están mal! Hay gente a la que le hacen mal las drogas y gente a la que le hace menos mal o le hace bien. Es una estupidez. Los mismos tipos que están diciendo eso son los que la venden. ¡Eso sí me enerva! ¿O me vas a decir que nadie sabe cómo entran doscientos mil kilos de no sé qué o que no se produce acá?

—¿Aunque sea nocivo?

—¿Sabés lo que es nocivo? ¿Sabés lo que hace mal? Ser político es nocivo, ser periodista ni te cuento, ser jugador de fútbol es jodidísimo.

—¿Qué creés que impresionó tanto de tu clavado del noveno piso?

—Tendría que haber impresionado más.

—¿Se acercó a uno de esos finales trágicos que puede pensarse para vos?

-¿Qué final, nenita?! ¿iQué trágico?! Lo hice como una demostración de estado atlético y porque tenía ganas de ir a la habitación y estaba llena de canas y periodistas y boludos, y para demostrar que podía hacerlo. Y porque yo soy aristócrata y de chico tenía pileta y sabía hacer esas cosas. Y porque estaba muy cargado de haber pasado toda la mañana yendo de celda en celda escuchando esa mentira de que todos somos iguales ante la ley. Que paren la pelota y analicen por qué no pueden ser como yo.

—¿Viste el video de la caída?

—Sí, lo tengo.

—Y qué pasa cuando lo ves?

—iMe encanta!

—¿Fue la sensación más adrenalínica de tu vida?

—No sé. Fue muy placentera. Adrenalina sentía cuando me escapaba del Colegio Militar, cuando la policía me ponía un chumbo en la cabeza, en la escuela. ¡Volé! Es el sueño del hombre, ¿no?

—Vos dijiste que te había dado miedo. ¿Qué otras cosas te asustan?

—Eso no me dio mucho miedo. Un poquito. Anyway. ¿Qué me da miedo? Hum... ¿Qué me da miedo?

Por primera vez durante la entrevista hay un largo silencio y el cuerpo de García descansa de los movimientos interrumpidos que lo caracterizan: no cruza ni descruza las piernas infinitas, no dibuja, no se abalanza sobre el piano, no busca un cigarrillo ni pretende encontrar un "plug-plug" en ese caos en el que se convirtió su cama. Va a mirar fijo, a los ojos, midiendo la confianza de su interlocutor. Parece muy vulnerable en este momento. Y busca un guiño cómplice, nuestro que encierre un argumento solapado de por qué debería estar hablando de sus miedos. No dice dónde, pero una vez seguro de haberlo encontrado, dice, a modo de susurro:

—Me da miedo cuando se va todo el mundo de mi casa y escucho los autos pasar por Coronel Díaz. Tengo miedo de ser abandonado porque de chiquito me pasó eso y... tengo una especie de "traumín" con la muerte. Y... soy muy tímido, pero eso no sé si tiene que ver con el miedo.

—¿Tímido Charly García?

—Sí. ¿Te sorprende? ¿No te parezco tímido?

El momento duró poco y García presiona un imaginario botón de fast foward. Llama a su prima. Pide cigarrillos. Atiende llamados. Enchufa y desenchufa equipos, prueba el pianito, agarra el bajo. Se levanta de la cama. Revuelve el cesto de minidisc. Prueba con uno y con mil hasta encontrar lo que busca. Vuelve a sentarse y recorre posiciones hasta encontrar una en la que se sienta cómodo. No lo dice, pero queda claro que no son momentos para interrumpir. Algo pasó. Y muchos temas sonarán en su habitación pintada hasta que vuelva a tener ganas de hablar. Está terminando una deliciosa versión de Un largo y sinuoso camino, de Los Beatles. Dijo mucho en este paréntesis, García. A su manera.

—¿Cuánto tiempo podés pasar tocando?

—Hasta que me canse. Y cuando me canso descanso... tocando (risas).

—Qué otras cosas hacés? Porque hay muchos mitos sobre tu vida...

—Y, hago mitos, hago vidas (risas). Y cuando estoy de gira, giro. Y me gusta mucho observar, mirar. Y filmar. Filmo todo. Y cuando filmo a los periodistas salen corriendo. No sé. La paso bien.

—¿Es cierto que una vez dejaste en tu cuarto una cámara prendida y quedó registrado cuando unos amigos te robaban?

—Sí (risas). Pero no sólo eso. Tengo filmado todo. Tengo filmado a algunos que me hacen juicio, haciendo cualquier cosa. Pero no fue a propósito. Se disparó sola la pausa (risas).

—Dijiste que le tenías miedo a la muerte...

—Sí. Pero para mí en unos años van a inventar una droga que te la tomás y no te morís más, directamente. En serio. Cuando la gente habla de la gente está tan, tan equivocada. Está todo mal. Viven mal. Por eso, say no more, algo nuevo. Repitiendo lo del pasado va a salir todo mal.

—¿Creés en Dios?

—Sí.

—¿Rezás?

—Yo rezaba a la manera católica cuando era chico. Soy bautizado y todo. No te olvides que soy un chico de clase alta y que mi abuelo hizo el puerto de Buenos Aires. Lo que yo llamo Dios es la energía que hace que todo esto se mantenga en su lugar o se mueva y hay gente que sabe acompañar ese movimiento. Y tiene buena onda. Esa va zafando. Y otra gente que no-la-ve. Creo, como en mi ópera, que está de más en este mundo. Hay gente que es ñoqui de la vida y no sirve para nada, es una desgracia.

—¿Hace mucho que dejaste de rezar "a la manera convencional"?

—A veces, todavía, rezo. Creo en jesucristo. Me encanta Jesucristo.

—Qué cambia en vos cuando estás enamorado?

—Cuando no estoy enamorado es un bajón. Y enamorado me cago, por ejemplo, en estos tipos que me hacen juicio y pienso que no me pueden alcanzar. El amor es como una droga, estás más arriba todo el tiempo, es como vivir en el Italpark (risas). La gente desenamorada no tiene swing.

—Qué te enamora de una mujer?

—La femineidad, la artisticidad, que sea fiel...

—¿En contrapartida das lo mismo?

—Sí. Soy un tipo fiel. Y que sea idealista. Eso me enamora. Y generalmente estar enamorado me saca lo mejor que yo tengo. Lennon dice: "All you need is love", y es cierto. Pero es muy cínico también porque ¿dónde lo comprás? El problema de falta de amor es terrible. Cuando no hay amor... cualquier cosa llena el hueco, desde el fashion hasta el alcohol o pendejitas anoréxicas o políticos boludos.

—¿Cuántas veces te partieron el corazón?

—Un par. Si estás enamorado no podés evitarlo. Y los músicos peor. Estamos para el cachetazo: sufrimos por las mujeres, les hacemos canciones, las cogemos. Pero... cuando una mina te inspira, por ahí le permitís más cosas aunque te haga mal porque se generan conflictos para hacer canciones.

—¿Cómo te recuperás de las penas de amor?

—Y, digo: "De última, yo soy Charly, voy y aplasto".

—¿Es más fácil la vida siendo Charly?

—Es más linda (risas). Pero se sufre más.

—¿Me querés contar la anécdota de cómo zafaste de la colimba?

—(risas) ¿La del muerto? Yo estaba eximido de hacer la instrucción porque le había llorado la carta a un teniente que tenía cara de bueno, y fui a parar al Hospital Militar. Me dejaron en observación meses, haciéndome el loco, y estaba podrido de estar ahí. Yo era amigo de una enfermera que me guardaba la ropa y me iba a la noche y volvía a la mañana, pero tenía que volver. Bueno. Un día me mandan a buscar un cadáver a la morgue, y en vez de llevarlo al segundo piso paré en el casino de oficiales y me senté con el fiambre y pedí dos Coca Colas. Y ahí salí (risas).

—¿Otras veces te hiciste el loco para zafar?

—Siempre sale bien hacerse el loco porque la gente le tiene mucho miedo a la locura. ¿Y sabés por qué? Porque está loca. Y por esa gente me internan. Por mi vieja que está más loca que una cafetera y los boludos de los periodistas que están más locos que una cafetera y los entornos que están más locos que una cafetera y entre todos ellos se juntan y se masturban pensando lo loco que está Chanly. So... esta vez no va a ser así nunca más.

—¿Estás muy enojado por estas internaciones forzosas?

—iY a vos qué te parece! Te tiran la puerta abajo, te meten tres inyecciones y te internan cuatro meses. ¡Qué lindo! ¿Y me decís para qué mierda sirve? ¡Para nada! Yo no estoy enfermo de nada. ¿Entendés, loca? Firman un papel como antes en la represión y te mandan a internar. ¡Y después hablan de la droga! Esos sí que son unos hijos de puta...




Las batallas judiciales de Charly

"para los perdedores, sólo compasión"

Si se pudiera hacer una lista de las personas que Charly García más desprecia, en los primeros lugares estarían, hoy, dos ex colaboradores: el bajista Rinaldo Rafanelli y el compositor Juan Carmelo Bellia. Los dos le hicieron juicio y están por ganárselo, Rafanelli pide 82 mil pesos y Bellia 100 mil. La gente de García dice que no cree en la justicia "humana" y se rebeló rompiendo, las cédulas judiciales que llegaron a su casa. Muchos accionaron conociendo esa respuesta. "Es fácil hacerle un juicio a García", se rumoreaba en el ambiente. "Plata rápida que buscan esos que, a pesar de que Charly les dio un espacio, no tuvieron el talento para aprovecharlo", dicen muchos. Una pelea más en su "largo y sinuoso camino", y está dispuesto a darla.

"Estos que me hicieron juicio tuvieron todo para despegar y no lo hicieron. So, algunos podemos y otros no. Todos queremos ser estrellas, pero algunos se dan cuenta a tiempo de que no pueden."

—¿Qué sentiste cuando te enteraste?

—A Bellia lo llamé y le dije que venga.., y no vino. ¡Que te pase una cosa así es como que te cague tu mujer! Después, vas a Sadaic y tenés las cuentas canceladas y tal... yo voy a seguir siendo Charly. Voy a seguir tocando. Ellos, ¿qué van a hacer?

—Tenés una idea de lo que tenés embargado?

-No.

—Los juicios te paralizan?

—Un poco. Sí. No fui a los juicios pero si hubiese ido me hubiese paralizado, sí. En el sentido de que cuando te pasa una cosa así es como que te caés de la cama. Ahora, la cabeza no se paraliza. Para salir de la depresión de lo horrible e injustos que son estos juicios hice una terapia con un viejo sabio que es psicólogo, psiquiatra... es como Olmedo pero todo bien. Trabajó con U2, Lennon, Bowie. Y mirá, llegamos a la conclusión de que con la gente que piensa mal no se puede hacer nada.

—Entonces?

—Por los perdedores no se puede más que tener compasión. Y nada más. Porque si no es una pérdida de tiempo y ellos logran lo que quieren. Y en este tratamiento en el que estoy —que además es mucho más divertido porque es tomar whisky y oler rapé todo el día— no partís de esa baldosa floja de la que parte el psicoanálisis, de esa herida que te cagó la vida. En esto salís por ahí de un día que te sentís bien. Con la gente que piensa bien se puede trabajar. Con la otra, ¿para qué? Estoy buscando que la vida se haga menos pesada y que no tenga que sufrir tanto. Si no podés resolver las cosas hoy, tal vez sí mañana. No hay necesidad de pánico. ¿Sabés por qué? Porque esta vida es tu mejor derecho, es tu fiesta.

Fuente: Revista veintidós - por Romina Manguel y Luis Majul - Jueves 20 de abril de 2000

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