En el Roxy de la avenida Rivadavia. Salieron de ION y llegaron al Roxy, caminando en la madrugada. Foto Pablo Sbaraglia
Fernando Samalea despunta el vicio literario-musical desde su página de Facebook con apasionantes relatos sobre los hechos relevantes de su historia personal en escenarios o estudios de grabación. Allí se pueden leer sus cuentitos sobre los discos Parte de la religión o Fuerza natural, por ejemplo. En este caso, presentamos (¡antes que en Facebook!) el resultado de su privilegiada memoria emotiva y su inspirada pluma puestas al servicio de La hija de la lágrima, considerado el inicio del desborde estético de Mr. García.
Luego de una serie de shows por barrios porteños, presentaciones en Miami, Los Angeles y la del estadio de Ferrocarril Oeste cerrando el año 1993 -con el escenario en medio del campo-, Charly decidió que era el momento de encarar un nuevo disco, el sucesor de Filosofía barata y zapatos de goma.
- Se va a llamar La Hija de la Lágrima, nos dijo una noche como al pasar en su departamento de la Avenida Coronel Díaz. El origen del nombre había nacido de una pelea callejera entre dos gitanas que había presenciado por azar en la Rambla de Barcelona. Una le pega a la otra con una chancleta y le grita: “¡Y no te olvides, no te olvides nunca, que yo soy la hija de la lágrima!”.
De ahí en más se organizó la inminente producción y volvimos a frecuentar durante semanas enteras la sala de la calle Fitz Roy. Por entonces, Charly gustaba llamar Dream Factoy a ese lugar, haciéndole un guiño al conocido reducto neoyorkino de Warhol. La historia que narraría el nuevo disco venía jugosa y apasionada, no exenta de una particular hija protagonista, extraños muñecos de laboratorio, teletransportaciones y seres intraterrenos dedicados a fabricar mercurio con unos singulares alambiques.
Recibimos el año nuevo (1994) chequeando varios cassettes repletos de demos, bocetos de canciones, jams y demás. Había ciertos giros de rock sinfónico en esos intentos iniciales, seguramente porque en esos días había desempolvado varios discos de Genesis o Rick Wakeman que parecieron marcar el rumbo. Nos fuimos reuniendo en dúo -teclado y batería, a secas y en algunas ocasiones se sumó el bajista Fernando Lupano. En broma, nos autobautizamos Emerson, Lake & Pedro -dado mi segundo nombre-, en honor al famoso trío inglés... (Es famosa la anécdota que habían reemplazado al baterista Palmer por Powell básicamente por la letra inicial de su apellido, que les permitió mantener la sigla ELP.)
Una tarde (que se extendió hasta el amanecer) se acercó a la fábrica de sueños Gustavo Bazterrica. La feroz zapada devino en dos temas nuevos: “Existir sin vos” y otro cuyo nombre provisorio no recuerdo. También solía aparecer por allí el bajista Alejandro Medina. Grabábamos horas y horas para luego escuchar en el mini estudio montado en la habitación delantera, la que daba a la calle.
En medio de esos frenéticos días de experimentación y búsqueda, Charly recibió el llamado de Tato Bores, quien le pidió que grabase la cortina musical de su nuevo programa televisivo Good Show. Y así fue que ingresamos al estudio ION con una bellísima canción que escribió especialmente en un santiamén, sobre la cual Carlos Villavicencio hizo unos arreglos orquestales fantásticos. Esa experiencia por encargo generó el verdadero impulso para quedarse desde entonces allí mismo realizando el disco.
Foto: El huevo de la serpiente. Contratapa del programa de mano de la
presentación el álbum en el Opera. Una producción de Dream Factory.
Charly continuaba con la idea de obra a gran orquesta en su cabeza. Es bien sabido que mucho antes de formar Sui Generis había perfilado una especie de ópera-rock bautizada Theo, muy en la línea de The Who. Era febrero y ya estábamos instaladísimos en ION. En principio, nosotros dos junto al ingeniero Osvel Costa. A García siempre le ha gustado eso de entrar al estudio acompañado por un baterista y hacerse cargo de todos los demás instrumentos. Ya lo había hecho con Willy Iturri en Yendo de la cama al living y conmigo en Parte de la religión y Filosofía barata y zapatos de goma. Era un procedimiento habitual y estimulante para su proceso creativo. Se montó un set de teclados y batería electrónica de pads con módulo Alessis D-4 en el propio control del estudio y la cosa comenzó a tomar forma. Podíamos tocar vía cables, por línea, sin necesidad de micrófonos más que el usado para bocetar letras o melodías vocales.
Pareció que iría fluyendo un caos inspirado de sus instrumentos rotos pintados con aerosol y de ese universo pegajoso de teclas... o falta de ellas en algunos casos. Buscaba sonidos
corales grandilocuentes -tipo voces búlgaras- y otros magnánimos en general, inmensos y de amplio rango: cuerdas bien abiertas, flautas y mellotrones. Era muy barroco el asunto.
Recuerdo que lo primero grabado fue la “Obertura” tal cual se la conoce. Pautó el leitmotiv y dejó servida su cuota de improvisación. Fue la auténtica primera y única toma, que incluyó la frase inicial de Charly. A esa batería de samplers (que disponía de tabla hindú, platillos y otras rarezas) le fuimos sumando tambores reales con la Yamaha Recording, siempre microfoneada a disposición en la sala grande.
El siguiente escalón fue la canción “Victima”, enganchada con la “Obertura” en el orden posterior del CD. Reflotó para la ocasión su bajo Rickenbacker negro, en plan melódico, y sobregrabó todas las guitarras acústicas.
Músicos y staff. Entre otros, aparecen María Gabriela Epumer, Samalea, Lupano, Quintiero y Joe Blaney con remera de Sun Records.
En el siguiente track, “Jaco y Chofi”, utilizó el sonido jacobass desde un teclado M1, en clara referencia a Jaco Pastorius. Le sumamos percusiones africanas, además de la batería acústica y la pared de guitarras eléctricas. Charly se refería habitualmente al “sonido inglés” que quería darle a la batería. Entre afinaciones especiales, ecualizaciones, sordinas y franelas, buscábamos con Osvel Costa aproximarnos a su idea. También hablaba de la “pared de sonido” popularizada por Phil Spector y se la pasaba registrando capas y capas de distorsiones de toda índole. El caos era parte del concepto, ya no quedaban dudas.
Para estimular el concepto, Charly hizo llevar desde su living el aparato reproductor de Laser Disc y un enorme televisor que le habían regalado recientemente, el cual ubicaron a modo estratégico tras la consola, delante de los parlantes y bien visible para todos nosotros. Dreams de Akira Kurosawa, el documental sobre Miles Davis Miles Ahead o 2001: A space odyssey de Kubrick aportaron potentes imágenes que para acompañar esas tomas iniciáticas. La salida de audio del reproductor estaba conectada permanentemente al grabador a cinta de 24 canales: por accidente, se colaron unas flautas japonesas del film de Kurosawa y Charly decidió dejarlas sobre la música. ¡Incluso coincidían en tonalidad! Así como un par de frases de películas (“¡Taxi!” y “We are Champagne & Caviar, baby”) que dice la niña de vida aburrida y millonaria protagonista de Life without Zoe, el episodio que dirigió Francis Coppola en Historias de
Nueva York. Y no olvido esos punzantes ambientes de Gyorgy Ligeti y los aullidos de monos ante el Monolito sobre la novela de Arthur Clarke.
Solíamos llegar a ION por las tardes, pero la salida era literalmente imprevisible. Ostento un récord personal en cuanto a permanencia en un estudio de grabación: de un jueves hasta la madrugada del domingo, más de sesenta horas ininterrumpidas, sin escalas... ¡y lo peor es que de allí fui directo a una discoteca! Para sobrellevar ese trajín diario dormía de a ratos -a lo Da Vinci- aprovechando la goma espuma de la tapa de un ambil de consola. Me inventé un hábitat con libros, cuadernos, amuletos y provisiones dentro de la antigua salita para grabar baterías, ubicada al fondo.
En la tercera semana de registros se sumó María Gabriela Epumer, aportando calidez y musicalidad en el momento justo. Su presencia fue un bálsamo y claro que equilibró bastante las cosas, que a esa altura ya comenzaban a tomar un rumbo, cuanto menos, ingobernable. Había espacio para todo tipo de pruebas: grabamos tambores o efectos de agua -desafiando a puro
derroche todo cuidado ecológico- colocando micrófonos en el baño del estudio. También usamos matafuegos, ceniceros o soportes, los que iba golpeando con pequeños martillos o diferentes
baquetas. Además de esos “toques industriales”, agregamos percusiones como cajas chinas, crótalos, maderas y otros etcéteras de colección.
García en la conferencia de prensa en el Morocco. Esta foto utilizó Sony
para la difusión del artista junto a slogan “El genio ha vuelto”.
Una noche saqué de mi mochila el libro Filos El Tibetano y Charly lo tomó inmediatamente en sus manos, al punto que incluyó algunos párrafos sobre la Atlantis en sus letras y bautizó así a uno de los temas instrumentales. De improviso, pidió que encendiesen todas las estufas-pantalla de la sala -elevando en minutos unos cuantos grados la temperatura ambiente, para colmo en pleno verano y que colocaran luces violetas y rojas sobre el piso de madera, rápidamente instaladas por nuestro iluminador Edi Pampín. El aspecto del lugar era similar al del Averno y doy fe que pasar horas allí no dejaba lugar a ninguna noción de espaciotiempo.
Encontrar lógicas alimenticias o relación con la salida y puesta del sol era imposible. ¡Y el calor insostenible! Ingresamos a la verdadera Twilight Zone deambulando semidesnudos, ya
que el termómetro no daba más que para shorts o incluso calzoncillos. Así hicimos la toma de “Intraterreno”, por ejemplo, bien al borde de los estados alterados. Luego, en un rapto surrealista o simplemente extravagante, Charly comenzó a usar vestidos de mujer en las sesiones, como cuando hicimos “Calle (Taxi)” con Lupano y el Zorri Quintiero tocando en vivo todos juntos por única vez. María Gabriela grabó en soledad su “Lament”, además de tener el dedicado “Chipi-Chipi”, y Juanse se acercó para cantar y tocar la guitarra eléctrica en “La sal no sala”. Cada tanto se daban esas sesiones repletas de amigos y el clima se iba tornando festivo.
En mi opinión, “Fax U” es uno de los que más representa el espíritu de la grabación. Contiene el carácter épico que Charly quiso infligirle a su obra desde un principio. Recuerdo que hicimos varias sobregrabaciones de tomas en la parte final, mientras que el percusionista Luis Morandi agregó sus toques sinfónicos con timbales y gongs. Hubo lugar para la armónica de Bruja Suarez, más alguna frase perdida que emitió por allí, y no olvido
que nuestro amigo Alfi Martins trajo el sampleo para “Tengo mercurio bajo la piel”, sobre el que luego Dante y Emmanuel -los Illya Kuryaki-, plasmaron su participación rapera. Se registró además el bellísimo “Intermedio” compuesto y orquestado por Carlos Villavicencio, más esa extraña versión del “Locomotion” de Carole King y Gerry Goffin, sobre la cual Charly insistió hasta el cansancio.
Por cuestiones de horarios y reservas, algunas tomas del disco no se registraron en ION sino en La Diosa Salvaje, sumándose el ingeniero Mario Breuer, con quien tantas veces habíamos compartido aventuras musicales. Allí se hizo presente el mítico violinista Jorge Pinchevsky. Ese día llegué temprano y, como Charly no llegaba, me mostró a todo volumen el disco Shamal de Gong, del cual él había sido parte durante sus tiempos europeos en los ‘70. Me contó que lo había conseguido en CD hacía unos días y que no paraba de escucharlo. El disco de Gong quedó revoloteándome en la cabeza y al día siguiente corrí a Zival’s a comprarlo. Al salir por Corrientes en dirección al Obelisco, lo puse en el CD-player. No habrán sido ni tres minutos de escucha cuando, por pura casualidad, advierto que en dirección contraria viene caminando el mismísimo Pinchevsky. Me paré delante suyo y le puse mis auriculares, acomodando hacia atrás su melena blanca de cuentos. ¡Aún recuerdo su sonrisa inmensa al reconocer el tema!
Lentamente se fue cerrando el período de grabación de La Hija de la Lágrima. Charly hablaba todo el tiempo de “la gente que todavía se imagina algo” e invocaba a menudo la “atmósfera” de Federico Peralta Ramos. Estaba obsesionado con ciertos mandatos idealistas y doy fe que se propagó como un verdadero artista, yendo hasta las últimas consecuencias.
Estaba decidida la mezcla con el ingeniero Joe Blaney en EEUU, pero quedarían unos días de “descanso” en el medio, que aprovechamos para tocar y festejar merecidamente, zapando en The Roxy junto a Fito Páez, Alejandro Medina y Claudio Gabis o dando el concierto del 5 de mayo en el Hall Central del Teatro San Martín, precisamente el día en que llegó desde su casa teñido de rubio, a lo Kurt Cobain. Esa presentación fue antológica, ante un millar de personas apretujadas y atónitas que dejó empañado cuanto vidrio y ventanal de puertas existiese en la locación. Un encantador desborde humano. Habían colocado una valla extremadamente insuficiente para separar al público de las pequeñas tarimas a modo de escenario. Charly entró caminando lentamente, tocando su guitarra amplificaba por un diminuto Marshall que llevaba agarrado al cinturón. Se estrenaron algunos temas del disco intercalados con unos cuantos clásicos. Llegó el momento en que el vallado no dio para más y el artista dijo solemnemente: “Nos vamos, abajo están decidiendo si Hamlet era calavera o doctor...”.
A los pocos días Charly viajó a New York, lo cual coincidió con mi oportunidad de sumarme como baterista a una breve gira por España y USA de Draco Cornelius Robi Rosa. Se suponía que en algún momento ambos podríamos vernos en Miami aunque -tiempos sin emails ni celulares- no teníamos demasiadas precisiones para darnos. Como suele suceder, nos vimos las caras otra vez de la forma más imprevista, a las pocas semanas: el propio García me gritó desde una camioneta blanca, sacando medio cuerpo por la ventanilla, mientras yo caminaba distraído por unas callejuelas desiertas detrás de los hoteles de South Beach. “¡El disco ya está mezclado!”, gritaba sonriente. Caminamos hacia la playa, me dejó su CD player con una copia de la mezcla final adentro y quedamos en vernos luego en su hotel, el habitual Clevelander. Me embebí desde la “Obertura” a “Andan” sin pausa, en pleno atardecer, alternando placer y asombro en mis oídos con arena y aguas cristalinas bajo los pies. El sol se puso y me sentí feliz.
Por pura casualidad pudimos compartir algo así como una semana en Miami, donde incluso se hizo un tiempo para filmar el clip “Chipi-chipi”. Yo debía volver a Madrid por mis conciertos con Robi Rosa y Charly, increíblemente, también viajaría a España para participar, entre otras cosas, de un disco que estaba realizando Claudio Gabis con temas de rock argentino. Otra vez el destino permitiría un encuentro.
La seguimos roqueando en tierras hispanas y hasta vimos por televisión algunos partidos del Mundial 94. En especial, ese último y fatídico contra Rumania -el de la efedrina-, en su suite del quinto piso del Hotel Emperador, ahí en la esquina de Gran Vía y San Bernardo. En la ocasión también estuvo presente Calamaro, filmándolo todo con su flamante cámara, más otros amigos como el productor Alejo Stivel y el propio Claudio Gabis. Fue inmensamente doloroso cuando, tras el partido, Charly habló con Maradona desde el teléfono de su mesita de luz, directamente al vestuario del estadio de Los Angeles donde se había disputado el encuentro. Apoyando torpemente un destartalado grabador sobre el auricular, le hizo escuchar a Diego (¡a través del océano!) su “Maradona’s blues”… Fue recién en la primavera de 1994 que se editó La Hija de la Lágrima. Yo regresaba al país luego de cuatro meses adrenalínicos, muy movilizado
emocionalmente tras un periplo por USA, España y Marruecos. Todos los músicos de la banda (María Gabriela, Lupano, El Zorri) estábamos contentos de reencontrarnos en Buenos Aires y poder salir a tocar en vivo esta ópera tan particular.
Enorme fue nuestra sorpresa al ver el CD editado y descubrir que, por un inexplicable desencuentro entre el diseñador inglés Hubert Kietzsolimar y la compañía discográfica, las canciones habían quedado con los títulos de entrecasa y no con los nombres finalmente decididos. ¡Era tragicómico encontrar canciones llamadas “Jaco y Chofi”, “Kurosawa” o “James Brown”!
Acompañando el esperado lanzamiento, se anunció con bombos y platillos una conferencia de prensa en la disco El Morocco, que estaba ubicada sobre la calle Hipólito Yrigoyen. Esa noche, Los Indeseables a pleno ya estábamos ubicados en el pequeño escritorio montado ante los periodistas, pero nadie sabía sobre el paradero de Charly. Pasaron más de dos horas de incertidumbre y muchas conjeturas y la fiesta parecía evaporarse, hasta que lo vimos traspasar la puerta de entrada. Se sentó ante el micrófono y saludó: “Mi puntualidad es el secreto de mi éxito”.
Fuente: Recorplay
El blog de Charly Garcia (hecho por DIOS)
1 comentario :
Privilegiada y prodigiosa memoria la de Fernando. Solo hay dos detalles, respecto al mundial USA 94, el partido de Rumania fue el de la eliminacion de Argentina en 8º de final (donde Maradona no jugo), el partido de la efedrina fue el segundo, contra Nigeria, que lo ganamos, pero en el control antidoping posterior salto la efedrina. Lo otro es ¿cuales eran los nombres definitivos de las canciones "Jaco y Chofi" "Kurosawa" y "James Brown"?
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