viernes, octubre 19, 2012

Charly García ofreció un concierto tanguero, rockero y bien trabajado

"Le quiero dedicar este concierto a Los Shakers, una banda que admiro mucho y es digna de ser de Uruguay", dijo Charly García al inicio del espectáculo de dos horas que ofreció el viernes en el Teatro de Verano.

"¿Este es Charly García?", pregunta Marilyn Manson cuando le muestran una imagen de Jesús. Es el fragmento de una entrevista que se proyecta al fondo del escenario en la gran pantalla de Led.

Minutos después aparece el rockero acompañado por su banda The Prostitution, enfundado en unas calzas de lycra fucsia, lentes negros, guantes de lana sin dedos, pelo revuelto y la misma túnica de trabajo color gris que llevan todos. Allí está, tras haber resucitado, mucho más delgado que en su visita anterior y un poco más lúcido, aunque permanezca todo el tiempo quieto detrás de los tres teclados y necesite ayuda para caminar sin tropezarse.

Como el espectáculo está dividido en tres segmentos, igual que el disco y DVD 60X60, en cada intervalo un asistente lo va a buscar para llevarlo tras bambalinas. Sin embargo, esa sensación de inestabilidad y fragilidad de Charly se desvanece cuando la música inunda el teatro y los oídos de las 5 mil personas que embelesadas lo escuchan en las gradas de cemento. Allí está el genio incorruptible e indestructible, al frente de una orquesta que trasciende el formato rockero básico para imprimirle arreglos tangueros y clásicos a sus mejores títulos de las últimas cuatro décadas.

Es admirable su capacidad de rearmarse, dejando claro que detrás de esa lentitud post rehabilitación (cada vez más suavizada) lo importante permanece intacto y es más poderoso que el diazepam.

El público lo siguió con extrema atención : "son un público excelente, todo se ha desarrollado en paz y armonía, parecen todos universitarios", expresó García. Pero al final sucedió una escena que él no vio: las cinco mil personas se quedaron en el recinto veinte minutos después de su despedida con la esperanza de conseguir otro bis. A fin de cuentas, sigue siendo Charly, impredecible e irónico aunque ya no arroje sus teclados al suelo.

Inevitable y hasta macabro fue esperar que, contra todo pronóstico, sorprendiera con un acto fuera de contexto. Pero el músico de bigote bicolor encontró la canalización de su energía en la creación de atmósferas, en el juego de los arreglos musicales, en la incorporación de un bandoneón, un xilofón y un trío de cuerdas a su banda. A lo sumo dio unas pitadas a un cigarrillo previo a cantar Tu vicio. Eso fue todo.

A su derecha bailó y puso los coros la hija menor de Palito Ortega (Rosario), el amigo y tutor que lo acompañó en su etapa más crítica. Fuera de la dedicatoria a Los Shakers, García hizo pocas referencias a Uruguay y en general fue escueto. A sus ocho músicos los presentó como personas "de varios países, religiones e ideologías" antes de tocar Yendo de la camaal living. Con imágenes de un filme de Buñuel, Graciela Borges recitó en off algunos de sus versos: "quiero verte desnuda el día que los cuerpos sean salvados", "en tu vida soy un vicio más".

Despuntó su espíritu punk ("aunque es raro que el punk ya no sea moderno", se lamentó) con Venus y como en varios otros títulos coló un pasaje tanguero en medio de Influencia. García cortó, pegó, creó introducciones instrumentales, agitó su repertorio como si quisiera sacudirlo, despertarlo, con una banda que le responde y que también aporta su grado de locura, especialmente el xilofonista que además de cambiarse de ropa en escena hace percusión sobre dos maniquíes desnudos. "¡Feliz año nuevo!", deseó Charly a la audiencia fascinada. No si antes interpretar canciones obligadas: Funky, Demoliendo hoteles, Cerca de la revolución, Pasajera en trance, Plateado sobre plateado y Eiti Leda, entre otras. Say no more.

Por Alejandra Volpi

Fuente: El País Digital

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