jueves, enero 20, 2011

Lo mío es una misión, no una cuestión de ego


De Mendoza a Mendoza, así podría describirse el cambio de hogar de David Lebón durante los últimos tres años, ya que dejó de vivir en esa provincia y prácticamente se instaló en un hotel ubicado en la calle Mendoza, allá donde Belgrano R se acerca a Villa Urquiza. Sin embargo, en cada encuentro queda la sensación de tenerlo “de regreso”, cuando en definitiva se trata de un porteño hecho y derecho.
“Descubrí este lugar hace casi 20 años –explica– cuando iba a hacer un disco con Lerner, que había armado su estudio de grabación por esta zona. Estoy muy bien acá, pago un alquiler, tengo mucama, jardín, pileta, puedo ensayar y todo bien. Obviamente no me pongo a ensayar a las tres de la mañana, pero podemos tocar durante el día y a la gente le gusta. Lo único que me da mucha bronca es que no puedo tener un perro.”

 
–Y lo más importante para vos: tener un buen televisor.
–¡Claro, es una necesidad básica! Es una enfermedad que tengo, ¡hasta lo dejo prendido cuando me voy! Supongo que muchos fans se morirían de vergüenza si se enteraran de lo que miro, porque me divierten todas las peleas de la farándula en los programas de la tarde. ¡Me parecen mejor que las películas de Spielberg: porque es real!
–Cuando llegamos con el fotógrafo comentaste que querías aclarar algo importante. Que estabas enojado por algo.
–Sí. Hace unos tres meses se empezó a correr una bola de rumores muy feos por Internet, en Facebook. Me enteré cuando una amiga del alma me llamó preocupada porque había leído que estaba viviendo en una pensión, todo mal, súper drogado. No entiendo de dónde salió pero, bueno, como diría Moria, “están hablando de mí”.
–Los rumores corren más rápido por la Web.
–¡Pero no es joda hablar de la muerte o que alguien se está muriendo! Lo que pasa es que todos los músicos están cagados porque se fue Pappo, después Beto Satragni, y entonces abren el paraguas hablando de otro. Pero justamente conmigo le erraron, ¡porque tengo un contrato con Dios para vivir hasta los 100 años! (risas).
–Los recitales de hoy, mañana y domingo reafirman que estás vivito y coleando.
–Sí. Fue una propuesta que me pareció bien, y es un lugar que varios colegas me comentaron que está piola. Además, yo soy porteño. Me guste o no, acá está un poco mi ente, acá se dio Pescado Rabioso, todo. Para mí es muy importante tocar acá. El último show fue el ND Ateneo, en agosto del año pasado.
–¿Por qué pasaron tantos meses?
–Ahora estoy en un lugar donde quiero disfrutar un poco más de la vida. Quiero disfrutar de mis hijos, ¿viste? No los veo nunca. Por ejemplo, Tayda está en Nueva York hace ocho años, Panchi está en Tucumán, y Nayla en Uruguay. ¡Tengo un nieto que me dice “abuelo” con una voz grave que parece Jaime Roos! Estuve haciendo cosas y grabando, pero todo de entrecasa. Tengo como 200 canciones que voy a regalar por Internet, todas versiones de los grupos que me gustaban cuando era chico y otros que descubrí después. Por ejemplo Young Rascals, Bob Dylan, Keb Mo, Beatles y Bonnie Raitt. Están buenísimas.
–¿Qué podés anticipar de estos shows?
–Vamos a ser tres, con Leandro Bulacio en teclados y Adriana Sica en guitarra. A él lo conozco hace poco, pero es un hermano. ¡Y a ella la conozco desde que tenía 16, antes de que se convirtiera en una gran guitarrista de jazz! Nos divertimos muchísimo, porque ensayamos un repertorio y después tocamos cualquier otra canción en vivo, es lo mejor que puede pasar. Hacemos temas de Déjà vu, que fue mi último disco, y también otras cosas que a la gente le gustan. Yo no soy Luis Miguel, ¡desgraciadamente! (risas) porque no tengo esa pinta ni esa mosca, pero puedo hacer lo que quiero. Me gusta y siempre me gustó disfrutar de la música. Y tratar de hacer las cosas lo mejor y lo más sinceramente posible. Creo que lo mío es una misión, no es una cosa de ego, porque mi ego murió cuando mi hija se quemó y se salvó, y cuando Panchi casi se mata con el parapente. Con esos episodios, mi ego desapareció y quedó la verdad, lo que triunfó siempre.
–¿Escribís por oficio o esperás la inspiración?
–La música es como el agua: no la podés agarrar y viene cuando te quiere. Cuando vos intentás escribir frases célebres, no llega nunca. El otro día, por ejemplo, le quise hacer un regalo a una persona que quiero muchísimo, empecé a escribir y me encantó lo que salió. Descubrí que laburo así, cuando viene sola y después la ordeno un poquito. Hay letras re fáciles que son bellísimas. Me estuve bajando en el iPad unos textos de filosofía y de Confucio, que dicen muchas verdades, pero son muy complicados. Para entenderlo tenés que tener una cabeza así de grande, ¿viste? (gesticula). Yo quiero tener el corazón así de grande y la cabeza así de chica.
–Hay muchos músicos que están haciendo shows en formato pequeño y acústico, no sólo por costos sino porque le redescubrieron el gustito.
–Sí. Está bueno. Cuando somos pocos no hay jefes, es una cosa de diversión y tampoco hay tanta guita alrededor como para tentar a los ladrones.
–¿Tocás todo con acústica o también eléctrica?
–Ambas. Lo elijo en el momento, como en los ensayos. Nos miramos con Adriana y decimos: “¿Guitarra de seis cuerdas, de doce, o eléctrica?” Por supuesto que en temas como “Noche de perros” quiero hacer el solo con la eléctrica.
–¿Salís a ver recitales?
–No. No voy. Sólo voy a los shows cuando toco yo, sino no voy a ningún lado. Me agarra claustrofobia al estar con mucha gente. Y tampoco voy a estar al costado del escenario, porque quiero verlo sentado y cómodo. No salgo mucho, tengo ataques de pánico desde que tengo uso de razón, y tomo esos remedios que gracias a Dios que existen, porque yo pensaba que no existían. Prefiero quedarme acá y no quedarme encerrado en otro lugar.


Fue hermoso tocar con Pedro Aznar en el Luna Park de Charly García


David recuerda que fue a ver a Charly apenas supo que lo habían internado en Mendoza. “Me preocupé –dice– y no quería ir a figurar. De hecho, estuvo en la misma cama y hospital donde estuvo mi hijo cuando se cayó del parapente, así que para mí fue muy raro todo.”
“Fue hermoso cuando nos vimos los tres con Pedro. Fue muy lindo cuando nos vimos los tres. Hermoso. Pero Charly necesita su tiempo para que volvamos y para que vuelva. A mí me dijo una cosa que es verdad: yo dejé de tomar alcohol hace 15 años pero durante los primeros tres o cuatro meses no sabía cómo componer. Es complicado y creo que él está pasando por eso mismo.”




Por Marcelo Fernández Bitar
Fuente: El Argentino

1 comentario :

Anónimo dijo...

Toqué con Charly, de adolescente, en una oportunidad, en un bar de Zona Oeste. Un muy buen tipo. Nunca se vendió como los otros y le deseo lo mejor.

http://romanmontero.blogspot.com