En Tierra Santa el músico y su banda comandaron una ceremonia inolvidable para 3500 personas que de forma incondicional cantaron todas sus canciones. Fue nombrado Embajador de la Paz.
Un anfiteatro romano real no es para cualquiera. Es para alguien especialmente poderoso. Aunque el poder no venga de las armas sino de las canciones y de la fuerza de la interpretación. La historia misma del lugar, erigido casi cien años antes de Cristo enmarcaba la ceremonia.
El jueves 13 de mayo Charly García ofreció un emotivo concierto en el anfiteatro romano de Cesárea, un espacio construido para los emperadores y restaurado para shows masivos con el Mar Mediterráneo a 300 metros. Nada menos.
Tras una espectacular puesta de sol que terminó de dar la atmósfera de lo que vendría luego, Charly García salió al escenario a impactar con "Demoliendo hoteles". No podría haber empezado mejor a recorrer su carrera ante un público heterogéneo que coincidió en algo: juzgarlo no, amarlo sí. Inmediatamente después, "Promesas sobre el bidet" reguló el pulso de todos. Músicos y gente. "Rap del exilio" y "No soy un extraño".
Charly estaba de buen humor y el público también. El constante ida y vuelta sería la clave para que se despejara alguna desconfianza por parte de la gente respecto al "estado" del músico y de él ante un público que, si bien era casi todo argentino, se presentaba ante sus ojos como desconocido.
El rock volvió con "Cerca de la revolución" y el anfiteatro tembló. La banda estaba muy ajustada y atenta. Y tan sorprendida como Charly. Es que para los argentinos en Israel Charly García es como Diego Maradona. Es talento y polémica. Fin y resurrección. Sorpresa e inestabilidad. Es sinónimo de eternidad, de una figura que incluso cuando no esté permanecerá vigente por su obra y sus acciones.
"Filosofía barata y zapatos de goma", "Fanky", "Influencia"... García fue recorriendo con esfuerzo y pericia toda su carrera y mechó canciones más nuevas como "El amor espera" y "Deberías saber por qué". Después de más de 20 temas, se acercaba la coda. La falsa coda, en realidad. "No me dejan salir" y "No voy en tren" con una introducción en hebreo que decía "Rakevet, Matós" ("Tren, avión") fueron las últimas antes de que representantes del Centro Peres de la Paz le entregaran al músico el título de Embajador de la Paz y la Música delante del público que lo aplaudió de pie al grito de "Y Charly no se va".
García dejó el diploma y se acercó al centro del escenario. "No, cómo me voy a ir", jugueteó. Emocionado, lentamente caminó hacia el piano y sonaron los primeros acordes del Himno Nacional, el clímax del show. Enseguida, y como el mismo dijo, de yapa, unas estrofas de "Canción para mi muerte".
Los músicos saludaron y se fueron de escena. El "coliseo" coreó la histórica balada hasta el final. Hasta que se encendieron las luces y ya nada fue igual. La ilusión generalizada desde ese momento es "Charly, tengo que volverte a ver". El productor argentino Freddy Zyskrot, que también llevó a Casi ángeles a Israel, satisfecho, tomó nota.
Por Mariano Man, desde Tel Aviv
Fuente: RollingStone
sábado, mayo 15, 2010
Charly García en Israel: buscando un símbolo de paz
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