martes, enero 12, 2010

El nuevo Charly García, o de cómo seguir siendo parte de la religión

En una noche sin tribunas ni platea llenas, Charly García fue de menos a más disimulando su falta de escenario y de movilidad con una banda potente y suelta, en un concierto de dos horas y media que terminó a la altura de su leyenda.

"Todo el mundo sabe que no puedo vivir sin vos", canta Charly García y señala al público. ¿Queda alguna duda de eso? En Vélez Sarsfield, en el Conrad... en donde sea. Pero Charly García precisa al escenario co-mo nunca. Como lo precisaba Michael Jackson y cualquier otro ser humano que se haya vuelto una estrella pop y haya perdido el contacto con esa gente con la que supo sintonizar tan bien tantas veces, incluso en las más crípticas, terminales y anárquicas de su vida.

Por eso es imposible no reír de ternura cuando se ve a Hilda Lizarazu hacer un gesto de madre a Fabián "Von" Quintiero en plan "ya está, ahora sí vayámonos". García saludó por cuarta vez y ella se lo llevó como a un niño, de la mano.

Esa fue la última imagen de las dos horas y media de música que el compositor dio en su primer concierto en Uruguay en siete años. Los bises podrían haber sido más -en cada vuelta parecía que había convencido a sus músicos para volver- pero alcanzaron para entender de sobra esa frase de El amor espera, una canción cuyo nombre también explica por qué a muchos de sus fanáticos les importa poco la dicotomía "Charly drogado-Charly limpio".

Y es cierto que, comparado con esa tromba que se desgañitaba sobre el escenario y no se sabía si iba a morir electrocutado bajo una lluvia torrencial, Charly es, obviamente, otro. Se nota en su andar a lo Groucho Marx y en esa voz que increíblemente parece haber recobrado suavidad aunque aún le falta aire y sanación. Y se nota en sus olvidos en algunas letras, siempre asistidos por Lizarazu. Aunque esto no es nuevo: en la etapa "Say no more", cuando estaba más cerca del personaje Pomelo de Diego Capusotto, también se olvidaba. Además, su vestimenta -traje oscuro, bien combinado- hace pensar en más reconversiones: algún día Bob Dylan se dio cuenta de que era un señor mayor y también tomó un traje y se puso un sombrero.

Pero quizá lo más importante de todo siga siendo que Charly García tiene canciones. Y particularmente en su caso, habría que acordarse de esto siempre. Pero más aún ahora que comienza a asumirse como un clásico y rescata canciones de la que hoy reconoce como su mejor etapa creativa como el Rap del exilio o No soy un extraño. Esas dos canciones sonaron luego de la intro con Pubis angelical, una de sus primeras piezas como solista. Ahí, del Charly siempre a punto de la cancelación o del recurrente rompe televisores -el del supuesto riesgo artístico- no quedaba nada.

Ya desde ese arranque se notó que el compositor aún está buscando su nuevo lugar. Que va a ser otro. La pregunta es ¿sigue siendo en un escenario abierto? Quizá en un lugar que contenga mejor su voz se puedan aprovechar mejor canciones como esas o como Adela en el carrusel. Porque si Charly García está celebrando sus canciones, sería genial que el público pueda escuchar todas, ya que su gola va mejorando conforme el concierto transcurre. Por otro lado, su banda actual es ideal para este tipo de ambientes. Sin viento que amedrentara, fue una locomotora ensayada y rodada, apoyada en dos guitarristas pirotécnicos -Kiuge Hayashida y el "Negro" García López convertido en una especie de Slash rioplatense- una sección rítmica muy potente ("¿escuchan el bajo? es la base de todo", pedía Charly) y los sintetizadores vintage de Quintiero que vuelven a canciones como Nos siguen pegando abajo, Yendo de la cama al living o Rezo por vos gemas muy fieles al original. Una banda que en esa canción logró algo impresionante: seguirlo en otro de sus olvidos, cuando se fue de la primera estrofa a una de las últimas. Lizarazu, en modo corista como en su etapa con García y los Enfermeros, fue otro de los imanes de la noche.



Entre los rescates hubo más: Buscando un símbolo de paz tuvo hasta congas ("vamos a latinizarlos un poco", dijo el músico) y Hablando a tu corazón en su versión bien discotequera fue "otra vuelta a la buena música de los ochenta", según Charly. Y entre más de esas canciones incombustibles (No voy en tren) se colaban las premonitorias como Influencia (la letra más sangrante y personal que hizo en la década pasada) y No toquen, en la que ahí sí, su voz recupera furia cuando parece gritarle a esos demonios que hoy están desdibujados. De la ironía tampoco se olvida: "estoy muy contento de estar aquí en el muro de Berlín. Gracias a los que no pagaron", saludó al final.

"Cada cual tiene un trip en el bocho", cantó Charly en la noche exclusiva -los precios así lo imponían- de Punta del Este. Habló por él y como tantas veces, habló por muchos de los que estaban ahí. Antes había cantado "y curé mis heridas y me encendí de amor". Definitivamente, eso también era premonitorio: no estuvo nada mal festejar, también esta vez, que el rock no está muerto.

Por Sebastián Auyanet

Fuente: El Pais (Uruguay)

1 comentario :

Estos Lugares dijo...

Que buena nota, refleja la emoción que muchos sentimos por Charly con un comentario de sus temas y de su música que demuestra conocer de que habla.