Como en la famosa serie norteamericana de TV, el personaje central, Charly, nunca aparece, aunque su voz andará revoloteando todo el tiempo.
Los ángeles no son Sabrina, Jill o Kate, los nombres de aquellas agentes intrépidas movilizadas por la mutancia de una voz en off. Estos ángeles son Hilda Lizarazu, Fabián Vön Quintiero y Carlos García López, o Hilda, el Zorrito y el Negro, los músicos que tienen la misión de acompañar a Charly García hoy como ayer. Estuvieron con el cantante en diferentes etapas musicales, yendo y viniendo. "A mí me gusta la morocha, Sabrina. Y ese sujeto vestido de negro que se acerca –señala el Zorrito– ya sabemos quién es: Farrah, el Negro Farra, porque nunca para". "Yo soy la que sacó un disco, Cheryl Ladd", agrega Hilda. "¡Ah! Y él es Bosley", grita cuando descubre la llegada del manager de Charly, Fernando Szereszevsky, "un manejador de hilos de la información que va y que viene", completa la única dama presente.
El gran regreso de Charly García a los escenarios argentinos, luego de tantas idas y vueltas, tiene su fecha cumbre el próximo viernes en Vélez, pero la cosa no finalizará ahí: el músico, que viene de realizar conciertos en Perú y Chile, ya tiene programado para el mes de noviembre shows en Montevideo, Quito, Guayaquil, Bogotá y un cierre de año en diciembre en la ciudad de Rosario. Tengo que volverte a ver, se titula la gira.
Yo te avisé: me verás volver. Parte del rock argentino de post-dictadura, que en la década de los ochenta –veloz, luminosa– usurpó las voces que dominaban el éter radial, acotó sus líricas a anuncios. ¿Es que nadie se puede perder nada? Desde hace años García es noticia. Siempre es
noticia. Su talento, sus desbordes, su oído absoluto, su intolerancia, en fin, el ADN que constituyó su genio, se consumió en 2008 con una detención en Mendoza y luego con su internación en un neuropsiquiátrico para iniciar un tratamiento por "excitación psicomotriz". Luego apareció Palito Ortega, que lo invitó a su quinta de Luján: allí completó en tiempo récord una inesperada recuperación. Los últimos años de Charly habían sido duros. Se recuperó y todos lo ven como un milagro: los ángeles permanecen a su lado.
–¿Cómo llegaron a ser parte de la banda de Charly?
–Hilda: ¿O cómo conseguir ángeles? (Risas, por la paráfrasis del título del disco Cómo conseguir chicas) A mí me recomendó uno de los tecladistas que tuvo Charly en los ochenta, Alfie Martins. Él había estado en algunos shows de la presentación de Parte de la religión. Yo hacía trabajos de fotografías y estaba en un grupo: Los Proxenetas Prófugos y su Ensamble Babilónico, una banda que solo tocaba en galerías de arte, ya que la voz del grupo era Duilio Perri, un pintor. Charly aceptó que hiciera una prueba. Fue todo muy rápido, enseguida me incorporé a Los Enfermeros, la banda que él tenía en ese momento. Fue posterior al álbum Parte de la religión, casi en simultáneo con la salida de Cómo conseguir chicas. Hice la prueba en su casa, había un piano de cola. Yo estaba bastante avergonzada. ¡Bah!, sí, estaba asustada, aunque hacía coros en Suéter y había grabado con Los Twist, se trataba de mi ídolo, o sea que era todo muy diferente. Fueron seis años de giras, ensayo y mucha música.
El Zorrito interrumpe el diálogo con Hilda: pide tostadas, manteca, mermelada y una Pepsi Light. Cuenta su derrotero al mundo García: "Yo antes que nada fui al Luna Park a verlo para las presentaciones de Clics modernos y Piano bar: Pagué mi entrada. Enloquecí con Clics modernos, ese disco lo grabó en Nueva York. El sonido de la batería electrónica para mí es genial. Y resultó todo una novedad para nuestro rock. Además, Charly se cortó el pelo, cambió el look. Piano Bar, en cambio, lo vi arriba del escenario, un amigo me llevó al backstage, pero aun no lo conocía a Charly. En ese momento se presentó un dilema. Yo estaba tocando con Soda y estaba muy latente eso de 'el cuarto Soda'. Más que el cuarto Soda, como dice el Negro, iba a ser el cuarto menguante, porque ese triángulo no se podía romper con nada, ¡hubo shows en el que
tocaba afuera del escenario! Tenía claro que esa historia no iba a madurar. Fernando Samalea, el batero de Charly, me mostró los demos de Parte de la Religión: quedé flasheado. Fue Samalea quien me dijo que tenía que tocar con Charly. Para mí fue como pasar de River a Boca, el pase del año. Ahora que lo cuento, descubro que lo mío fue una carrera hacia el escenario, porque de ser fan terminé tocando con él. Debuté en una discoteca de Rosario, me vino a ver toda mi familia, era como jugar en la selección".
"Yo por entonces –interviene García López– estaba tocando con La Torre (el grupo de Patricia Sosa) y el loco venía a tocar cada tanto con nosotros. Yo me moría cuando veía sus shows, e incluso me moría viéndolo a Willi Iturri: había veinte minutos del show en donde quedabas atrapado por su batería. A mí me gustó mucho Piano Bar, me parece su mejor trabajo solista".
Ahora es Hilda la que interrumpe con una sugerencia para el show del viernes: "¿Puedo meter un insert? Hay un tema que quedó afuera de Piano Bar que nos puede servir, 'No se va a llamar mi amor'.
Sigo con lo que estaban hablando: “el sonido electrónico de Clics Modernos le abrió la puerta a muchas ideas que llegaron más tarde acá. Es vanguardista y modernón. Piano Bar es el disco que te pone el redoblante acá", cierra la frase con el dedo índice en la frente.
El Zorrito ensaya una cuenta, por un momento parecen estar en la previa de un show, los supera el entusiasmo: "Ese tema ya lo tocamos varias veces, ¿cómo haces para meter una canción entre las treinta que hay? Siempre van a quedar heridas abiertas. La carrera de Charly no se puede resumir en treinta canciones, si casi todos los temas están buenos".
Cuando Hilda empezó a hacer coros con Charly, estrenaba proyecto propio con Tito Losavio: Man-Ray. Pero no hubo conflicto, no tuvo que tomar la decisión de hacer una cosa o la otra. "Man-Ray era un dúo, así que Tito entendió que para mí también era importante hacer ambas cosas. Lo curioso fue el planteo de otros músicos: '¿Por qué te vas a hacer coros con García si vos tenés banda propia?', me dijeron. Tuve la suerte de acompañar a Charly en su primera gira latinoamericana. La combinación de tocar en una plaza de toros para 20 mil personas y de volver a Argentina para tocar con Man-Ray ante cincuenta tipos me permitió descifrar la dimensión de cada cosa. Se trató de una cofradía musical, nunca lo analicé como una carrera musical.
El tema de las carreras musicales es un tema que les gusta destacar a los periodistas. Para mí era 'el momento', aunque ahora lo veo como una carrera. O mejor dicho: un regalo del cielo." "Yo toqué diez años con Charly –calcula García López–. Como amigo, como público y como músico, no para de asombrarme. Cuando llegué la primera vez a su casa, me recibiste vos", apunta nostálgico al Zorrito.
Pasa un avión con un ruido ensordecedor que impide escuchar la charla y rompe el clima. "¿Vieron que había que trasladar el aeroparque a una isla?", dice el Zorrito, anfitrión del encuentro, en uno de sus restaurantes, en el bajo Belgrano. "Siempre tuve admiración por la poesía de Charly, desde los doce años, cuando escuchaba Sui-Generis... 'ahora miro atrás un poco…' –canta Hilda– Trabajar con Charly sigue siendo un honor. Me considero amiga musical de Charly, los músicos somos bastante monotemáticos: nuestras relaciones avanzan con la música, '¿escuchaste este tema?', '¿viste quién saco nuevo disco?' Muchos dicen que en las fiestas donde hay muchos músicos, seguro que te aburrís, pero a mí me divierten. En un momento salíamos muchos a andar en bicicleta, íbamos al cine. Los mundos individuales nos hicieron tomar las distancias lógicas. Ahora necesita contención. El punto de unión con García sigue siendo la música. El otro día pude entender al fin de qué se trata la famosa frase Say No More, frase a la que le tenía resistencia, pero la usé naturalmente y la comprendí. Ahora tiene sentido. No sé si Charly es una adelantado, pero ¡Say No More!, escuchen lo que hizo este hombre. Es música".
El historial privado, los despotismos, las virtudes, los errores, enumera Hilda, todo eso está envuelto en las canciones de García. Charly comenzó su carrera solista en 1982 con Yendo de la cama al living. Luego se sumarían otros álbumes notables, los citados Clics Modernos (1983), Piano Bar (1984) y Parte de la religión (1987), según la crítica especializada, "la trilogía esencial" para entender la obra del artista. Piano Bar es su Citizen Kane, con letras magistrales:
"Estamos como el amor que se echa a perder
violando todo lo que amamos
para vivir, para vivir."
"¡Tren! ¡Avión!", coinciden Hilda y García López cuando zumba de nuevo la mesa con otra máquina voladora. Ella continúa con el caos de la charla. Aunque haya total interferencia, esta gente se entiende. Hablan de un García distinto, más potable, lejos de aquel que cuando un músico pifiaba en el escenario gritaba, "¡al paredón, al paredón!" o el que le hizo ver diez veces al Zorrito el film Por un fracaso millonario, del genial Mel Brooks. La razón: "Él tenía sus obsesiones, recuerdo un ensayo de un día para el otro, fueron como veinte horas. Seguro que esa banda iba a sonar bien. En una relación de a dos debe haber un intercambio, ahora eso es posible".
"Igual –se retracta García López–, pifiar con Charly es casi imposible, es un director de orquesta. Es la tercera vez que toco con él. Ahora volvió a eso, a dirigir músicos. El genio no se fue". "Sí, el ego se le desintegró", grafica Hilda.
–Hablen de sus canciones favoritas de García, enumeren una lista de tres cada uno. –"Canción de 2 x 3", porque en el estribillo se me paran los pelitos siempre; "Demoliendo Hoteles", por la furia que tiene y "Adela en el carrusel", por la poética –cita Hilda–. –"Canción de 2 x 3", porque me encanta tocarla y porque toca Luis Alberto (Spinetta); "Yendo de la cama al living", por cómo suena ese tambor y "Promesas sobre el bidet". También, "Bubulina" –apunta el Zorrito–. –"Canción de 2 x 3", "Promesas…" y "Cerca de la revolución"– completa la lista García López.
Lord, I come
Hablan todos de un buen momento de Charly, de que el show en Vélez se trata del regreso en el momento justo, de que nadie apuró nada. En el velorio de la cantante Mercedes Sosa alguien le agradeció al manager de García haber estado en el lugar y en el momento justo, de haber recuperado a Charly. Todos destacan la aparición de Palito Ortega, de su generosidad para con Charly ofreciendo su quinta de Luján, donde empezó a salir del encierro.
Antes de eso, el Zorrito un día fue a visitarlo a la clínica con un plato caliente: una de sus pastas fatte in casa. Cuando lo vio a García sin música fue ver cómo dolía el tiempo, cómo dolía el tiempo sin la música. Volvió con Fernando Samalea y le llevó un teclado para que García tocara. Charly, en la clínica, estaba terminando las primeras líneas de "Deberías saber por qué", la última de sus creaciones. Se la iba a mostrar a los treinta internos de la clínica. "Cuando llegué con Samalea fuimos al salón y ya estaba todo armado, y encima estaba Nito Mestre, ¡Sui-Generis en vivo! Yo no lo podía creer, con Samalea nos tiramos de cabeza, eran los únicos con los que nunca habíamos tocado. El primer tema que hicimos fue 'Amigo vuelve a casa pronto', yo lo tocaba con la acústica en los fogones. Ahora estaba con la guitarra, Samalea agarró un bombo y Nito cantaba, con treinta internos alrededor y un anillo de médicos que custodiaba para que no se nos tiraran encima. En un momento saltó uno y gritó 'Charly, ¡tocá la nueva!' Ya se las había enseñado. Así que la tocó, aunque no la tenía terminada".
En la quinta de Palito todo fue distinto; allí hay hasta un estudio de grabación. Y pasto, mucho pasto. ¿Todos felices? El Zorrito amaga enfurecerse y replica cambiando la voz, "¿todos felices?" "Al lado de todas las cosas que pasan en la actualidad –dice– nosotros tenemos la música y los discos: ¡es un cielo! Por suerte estamos todos felices, al lado de otras realidades, esto es muy lindo". García López no duda de cuánto de la recuperación de García le pertenece a Palito: "El 90%, así como te lo digo. Nosotros fuimos a verlo hace justo un año, para su cumpleaños, y cuando vimos que había un estudio nos pusimos contentos, porque si hubiera estado en otro lugar, todo hubiera sido más lento, de otra forma. Palito habla mucho con él, está atrás de todo, de repente una vez lo vi diciéndole cosas sobre cómo cantaba: 'Charly, estás cantando mejor'. Palito es un pilar, se comportó como un fenómeno con él".
En la quinta de Luján hay mucha luz. "En el cumpleaños nos metimos al estudio, ese día también estuvo León Gieco, y empezamos a zapar. Charly improvisó una letra que decía: 'Lord, I come in'. Es increíble", resume el Zorrito. Charly les quiso contestar a todos con su música. Pero no es el regreso de Sui-Generis. El diagnóstico de los médicos fue clave. "En estos últimos tiempos se dijeron muchas cosas sobre Charly, incluso de parte de gente del rock", asume la posta Szereszevsky. El circulo íntimo de Charly trató de protegerlo: "Si fuera por él, hace rato que hubiéramos empezado", agrega.
Charly le dijo a su manager: "Conmigo cualquiera hacía plata y vos no querés que toque: ¡hagamos shows!" En la clínica, antes de que lo llevaran a la quinta de Palito, un médico se acercó al manager: "Fernando, ¿usted qué quiere de este tipo? ¿En serio cree que puede volver a cantar?" Todos tuvieron miedo. "Estos shows pusieron a Charly en otro estado de ánimo", dice el Zorrito. García, además de los músicos chilenos que componen su banda, volvió a llamar a sus tres ángeles locales. Ninguno tenía en sus planes volver a tocar con él.
Hilda se anticipa a producir ideas para las fotos: "Traje elementos", avisa. De su bolso saca un libro de fotografías de Charly. "Este es Alfie, este sos vos, Fabi, ¿ves?" "Sí, era la época en que los fotógrafos te decían que miraras para arriba, ¿viste que todas las fotos de los músicos eran así? Así miraba el Negro en el póster en el que todos los músicos nos travestimos, fue para la presentación de Cómo conseguir chicas" –recuerda el Zorrito como si revelara un secreto guardado por años–. Charly promovió el travestismo actual", agrega.
Luego de una hora de charla se desilusiona con el periodista: "No es una buena idea esto de hacer una nota con tanta gente; con Hilda no se puede hablar en serio. Hilda, ¿vos no fuiste novia de Charly?" Szereszevsky, el manager y el protector de García en los últimos tiempos, responde como el coro que entra de golpe en escena: "¿Vos te pensás que ahora estaría acá?", se resguarda celoso. Cuenta que Charly le dijo que el hombre del oído absoluto se había vuelto sordo. Que alejó a la gente de él. "Pero a Charly hay que dejarlo solo también", frena la idea al Zorrito. Y comenta la nueva diversión de Charly: "El fútbol. Mira fútbol todo el tiempo por la tele, hasta se hizo amigo del Maxi Moralez, el 10 de Vélez, que cada tanto se aparece por mi bar", sorprende. Fue también a ver a la selección de Maradona frente a Perú y se bancó todo el partido. Gritó el gol de Palermo y al salir se encontró con ese grito repetido y pegajoso como el terror infantil: "¡Charly, Charly, Charly!" García quiso respirar ese aire candente; el temblor de un estadio que no lo tiene como protagonista. Para él, la soledad es eso.
Funte: Crítica, Revista C
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