sábado, junio 06, 2020

Charly García siempre odió la palabra jazz

Corría mayo de 2019 cuando Charly García entró al estudio donde Roberto Pettinato y su cuarteto trabajaban en las versiones de 11 temas suyos, y se sentó al piano. Lo que sería una sesión corta para que Charly diera su bendición a tres temas, se extendió por varias horas y convirtió a García en una especie de invitado permanente que toca o canta en siete tracks. Así, Pettinato Plays García (Club del Disco) se transformó en un descenso al maelström García, donde todo cobra otra dimensión y las cosas suceden bajo sus propias normas. De pronto, un álbum destinado a la comunidad del jazz tomó el cariz de un lanzamiento nacional guardado bajo siete llaves para que no se filtre entre los fans que esperan novedades de Charly desde Random (2017).

Aunque la presencia de Charly alteró el plan, no lo hizo del todo: García y el cuarteto (Andrés Marino en piano, Hernán Cassiba en contrabajo y Omar Menéndez en batería) grabaron como un grupo de jazz lo hace habitualmente, en una sola sesión y en tomas directas. Sólo se añadieron algunos pasajes y efectos que enlazan los temas y llevan el conjunto a una especie de gran suite libre que alcanza los 51 minutos de duración, y que Pettinato pide escuchar sin interrupciones, suspendiendo por un rato “la ansiedad que lo arruina todo”.

–¿Por qué elegiste estas canciones dentro de un repertorio tan amplio?

–Con artistas con tanto material, grupos, estilos, vueltas atrás, locuras de un futuro próximo, era complicado decidir. A los temas los elegimos juntos. Fueron meses de pensar en uno u otro. A la vez, el saxofón rige y está en uno que no limite, porque es una nota tras otra. No se pueden hacer acordes y su expansión puede que conduzca a caer en una fuerza gigante de mala música o llevarte un paso más allá. Cuando Coltrane hizo un tema de La novicia rebelde, nos dimos cuenta de dónde venía treinta años después. Se había apropiado de tal forma que creíamos que “My Favorite Things” era una composición suya. Era tal el poder de su presencia que todo le pertenecía. Charly es tal cual. Un magma, una lava que arrasa, deshace y deja esculturas por todos lados.

–¿Y cómo se transformaron esas canciones en el disco?
–En el sonido de contrabajo, batería con escobillas y piano, todo se descompone y vuelve a nacer. Mecha Iñigo, la pareja de Charly y curadora del álbum, me dijo que nunca había escuchado estos temas así. Yo quería los temas líricos, de notas largas y melodías aún más extensas. Como “Tango en segunda”, que es bellísimo y perfecto, o el comienzo de “Total interferencia”, por no decir todo lo demás que es. Por ejemplo, “Película sordomuda”, que Charly compuso cual pianola de los años 20, aquí fue disuelta y ralentizada a mitad de velocidad para descubrir qué sucedía. ¡Y encontramos una melodía que podría haber compuesto Cole Porter! Aún peor fue el caso de “Happy And Real”. No lo conocía, y cuando Charly lo tocó en su casa, le dije “Estos temas de Broadway me encantan”. Pero era suyo. Tony Bennett le dijo que era la mejor balada que había escuchado en los últimos 30 años. Suele pasar que una melodía se esconda detrás de una batería, guitarras eléctricas, una masa de teclados. Al limpiarse todo queda la pureza de la canción. Yo pensaba que este tenía que ser un disco que sintetizara el viaje de García a través de la música, desde los ruidos, las cintas al revés, los cambios radicales en una misma canción. Así llegamos a los IPads y un singular descubrimiento casi inaudible que mi pianista se encargó de sacar. Hoy se llama “IPad Church número 9” y podría ser un tema de órgano de iglesia preparado por un músico clásico de aquellos tiempos en que les pagaban bien.

–Ahora que te introdujiste en las canciones de García ¿qué es lo que destaca de él como artista?

–Lo más importante fue llorar con su voz. Hasta el día de hoy no puedo escucharlo cantar: “Miiii vidaaaaaa essss tannnnn tristeeeeee”, porque no lo puedo sostener. Muchos creen que es sencillo componer, pero como decía Brahms: “Componer no es difícil. Lo difícil es dejar caer debajo de la mesa las notas superfluas”. Si fuera tan sencillo, los imitadores de Charly merecerían caballos y una casa en lugar de la hoguera (risas). García no se detiene porque su cerebro no puede hacerlo. Compone y compone en el mismísimo momento en que compone. Es como si fueran dos. Uno que está por terminar el tema y el otro que le dice: “No, acá falta esto, o lo tocaremos de otra forma”. Lo comprobé cuando ensayábamos “Happy And Real” para el Gran Rex. Yo le decía: “Hacelo tipo free al principio y como en esos comienzos de películas de bla bla bla”. Y tocaba lo que fuera respondiendo a la propuesta que le hicieras. Increíble. Nunca vi algo así. Y todo con un solo tema. Alguna vez dije que en el rock nacional, con un puente de una canción de Charly, una banda puede grabar todo un repertorio propio. Bueno, después de esta experiencia creo que me quedé corto. Así como los tangueros representaban el adoquín y Piazzolla el asfalto, Charly es tal vez la única antena que nos queda en pie para saber de qué forma definimos nuestra idea de arte.

–Con vos Charly se largó a una grabación desnuda, sin procesamientos digitales ni sobregrabaciones. ¿Tuviste que convencerlo para que se tirara a esa pileta?

–¡Charly es la pileta! Y también el agua. Está en vos la suerte que tengas de que ese día haya decidido llenarla y decirte: podés subir al trampolín (risas). Los improvisadores en general tenemos la cabeza en el aire. Somos pedazos de atmósfera que después escuchamos lo que hicimos y no nos reconocemos. Yo toqué y grabé cuatro discos con los popes máximos del free jazz, ¡personas que a los 22 años eran bajistas de Thelonius Monk y Sonny Rollins! Y ahí entendí lo que era la libertad. Son músicas que te dirigen la vida para siempre. Pensé que había quedado atrapado en esta felicidad de ser un músico de free jazz, como de free rock (término que acuñé para Sumo alguna vez). Pero no. Resultó que aún podía reconocer en mí las bacterias del Gato Barbieri, o de Ben Webster, en cuanto al sonido lleno, sutil o épico. Hoy me escucho en este disco y no sé quién es el que toca el saxofón. Muchos decían: “Salir con Charly es no saber si volvés”. ¡Gracias a Dios que es así! En la música es tal cual. Charly siempre odió la palabra jazz. No sé por qué, pero antes de subir al escenario en el Gran Rex, me dijo: “No digas más esa palabra, ¡Por Dios!”. Sin embargo, aquí exprime esa esponja gigante que lleva en su memoria y vaya uno a saber si no es Herbie Hancock o Donald Fagen. ¡Pero hace solos y reinterpreta sus propios temas para que queden dentro del espectro del disco! O sea, no es un disco de una bandita tocando en versión decadente tipo Beatles and Bossa. El disco es una obra que comienza con “un hombre supuesto” buscando algo en el dial y termina cortado de golpe como el final de Abbey Road. García se metió en la música y propuso aportar guitarra, vibráfonos, gritos, momentos casi de música contemporánea deforme y volver a las melodías. “20 trajes verdes” no sabés de quién es ni de qué época, ni cómo es que no lo grabó Sinatra.

–¿Quién es Charly García para el mundo del jazz? Salvo el disco Indómita Luz, en 2012, el mundo del jazz no se mete mucho con su obra.

–Jamás escuché nada de García hecho en jazz. Sé que existe, pero muchas veces lo importante es la cercanía y su presencia más que si alguien hace sus canciones con timbaletas. Esto no es un disco de músicos intentando ganar dinero haciendo las canciones sagradas del rock, como esos grupos que convierten todo en una cumbia. Es un disco artístico. Un disco profundo y tal vez difícil. El arte debe ser un martillazo en la cabeza o nada. No nos olvidemos de que La grasa de las capitales todo lo infecta cual fugazetta. Y en este disco Charly mostró lo que significa luchar contra eso, y salir por encima con la cabeza limpia. Nuestro país a veces es como una juguetería que tiene miles de camiones mal construidos y con ruedas que duran dos días y en el estante de arriba: ¡castillos importados de concepción perfecta! ¿Pero qué es lo bueno? Que supimos elegir. García será eterno, ya lo es. Podios hay y estatuas sobran en la humanidad. Y puede haber una para Hendrix y otra para Mostaza Merlo. Da igual. García, repito: es la fucking piscina. Todo lo demás nada cómodamente y hace la plancha dentro de ella.

–En la época de Sumo y el under de los 80, Charly era uno de los ídolos que había que desbancar. Hoy aparece como alguien a cuya obra le dedicás un disco. ¿Qué te produce esta pirueta del destino?

–El mundo y el destino son como como el ojo de Londres. Es esa rueda que cada vez que pasás por el mismo lugar sabés del miedo que va a venir y, sin embargo, te volvés a sorprender. La rueda es la misma. Lo que te muestran, no. García no tiene década. Como decía un maestro: “El tiempo no pasa. Los que pasamos somos nosotros”.

–Comparaste la concepción de este disco con lo que Bob Dylan hizo con el repertorio de Sinatra. ¿Qué te gusta de esos formatos y qué dirías de la forma de interpretar que tiene hoy Charly?

–Una noche hablamos sobre Dylan y ese disco tan raro. Dylan lo hizo, según se suele decir, porque muchos críticos afirmaban que ya no tenía voz. Entonces puso el micrófono pegado a su paladar prácticamente y así salió. Tomé esa idea, se lo dije a Charly: “Mirá, te pondré un micrófono así, sin nada, pelado. Basta de efectos”. Y así fue. Le encantó, y lo más importante es que lo interpretó bajo esas normas. Cuando lo escuchás sentís que está cantando en tu living, alucinás. Me sigue pasando en este instante.

–¿Qué te pidió Charly para grabar, en cuanto a condiciones técnicas?

–No lo puedo decir (risas). Pero que no hubiera escaleras, que al final las había, y nada más. Se sentó al piano y comenzamos al instante. De pronto se había convertido en un crooner del mejor hotel de Nueva York. Faltaban las luces azules y el humo de la boca de la chica de rojo (risas).

–¿Qué característica creés que el disco muestra de Charly, como autor e intérprete, y también de vos como intérprete?

–Mi visión de mí como intérprete la tengo a través de los ojos de Charly. Suficiente para mí. ¿Le gustó cómo toco en este disco? Sí. Punto. Después, lo que yo pueda decir de mí no es relevante. Aquí se demuestra que García toca como nunca, toca jazz, hace solos, interpreta sus temas de una forma ultra novedosa, y fundamentalmente su voz te parte el corazón. Y no sé si se lo propuso o le salió así. Canta como si fuera Goyeneche, o quién sabe cuáles de los mejores Dylan, Tom Waits o John Cale. La voz de García va a dar que hablar y seguramente muchos querrán más discos suyos así. Me recuerda a los últimos discos de Coltrane, que ya lo había dado todo en la vida y te sorprendía con una laceración en el sonido y un buen gusto imposibles de creer.

Por Luciano Lahiteau

Fuente: Clarín

El blog de Charly García (hecho por DIOS)

Pettinato Plays García



Pettinato plays García es el nombre del álbum con el que Roberto Pettinato le hace un homenaje a Charly García. El saxofonista se sumergió en la obra del prócer del rock nacional para rescatar canciones que siempre le gustaron e interpretarlas a su manera, con guiños al jazz.

Lo que no se esperó es que el ex Sui Generis, además de darle el visto bueno, se iba a comprometer con el proyecto, y terminaría poniéndole su voz y tocando varios instrumentos en distintos temas.

“La gente va a escuchar una obra”, afirmó el ex Sumo en diálogo con Infobae en una conversación virtual por la situación de pandemia que nos atraviesa a todos. Y agregó: “Pasado un año, el entorno cambió para todos pero la idea quedó intacta como el día que llamé a Charly para comenzar con su supervisión de lo que yo quería hacer”.

El también conductor de radio y televisión narró cómo surgió la idea de hacer el disco, cómo fue la experiencia de grabar con Charly, adelantó características del álbum antes de que vea la luz en junio y se refirió a su amistad con el ex Serú Girán. “Todos podemos hacer un homenaje a García pero que el aroma de lo que preparás llame al protagonista a ir a tu cocina... ¡Es otra cosa!”, resaltó.

- ¿Cómo surgió la idea de hacer Pettinato plays García?

- Muchas veces las ideas cuentan mucho más que la pasión, la necesidad expresiva, la persecución de un flash egomaníaco o quedarse en un simple juego de mesa. Y, muchas veces, las ideas son esos juegos de encastre en donde y, dependiendo de quienes lo jueguen, es cuando la música crece o se resiente.

Pasado un año, el entorno cambió para todos pero la idea quedó intacta como el día que llamé a Charly para comenzar con su supervisión de lo que yo quería hacer. En verdad, no creo en los “grandes capacitados” para intervenir obras de otros. De hecho, las intervenciones de Charly a libros con sus pinturas han generado una nueva iluminación sobre lo que antes no era nada. Ahora se convertían uno tras otro en obras de arte, en cuadros nuevos y en un nuevo sentido...

Todo comenzó también porque los eventos suceden desde distintos ángulos en simultáneo cuando me invitó a tocar con él al Gran Rex. Antes, en su casa, descubrí “Happy and real”, un tema que yo no conocía de ninguna parte pero que para él había sido una obsesión. Lo grabó en tres discos distintos y cuando algo sucede o el tema no te suelta a vos o vos no querés dejarlo como quedó...

Fundamentalmente pensé en Triplicate, de Dylan, en donde canta songbooks de J. Stern hasta “Stormy Weather”. Había hecho lo mismo en un disco anterior también. El parecido entre la voz de ambos me hizo pensar que un proyecto así se podía llevar adelante con un grupo pequeño, íntimo y donde todos puedan escuchar la crudeza, la potencia real, la emoción, la melancolía y el despliegue de ese mosaico de cinismos e ironías escorpiones de García.

Los momentos dramáticos para mí fueron aprender canciones, notas, melodías, escalas y dar la idea de cómo tenía que ser cada tema. Iban a ser baladas despojadas del tecladismo y darle un concepto general de arte puro. Esto va desde la idea de que se convierta en una sola obra, con los temas unidos por sonidos y buscar a la vez en esos sonidos referencias y “secretos” que pinten al artista tal como es él. Con esto digo que, al igual que en el álbum de los Stones, en esa fotografía de tapa, ellos habían “escondido a los Beatles” para que nos juegues a encontrarlos...

Así es como este disco tiene muchísimas referencias, juegos sonoros o, digamos, elementos que tengan que ver con la vida suya, como cuando entre tema y tema caen monedas y el sonido se apaga para dar lugar a que entre el siguiente tema. Esas monedas, los pastiches electrodinámicos de cintas, los gritos, los infiernos y el “desorden del profesor demente” sobre su escritorio rodeado de fórmulas, es parte de este disco. Tal vez los sonidos y collages sónicos sean la pincelada del inconsciente de García que representan su historia en milésimas y después vienen las canciones y cómo llega hasta aquí.

Muchas veces he dicho sobre lo que escucho, no sé: “Spinetta debería poner la voz más adelante y que se entienda mejor lo que cante”. Se lo dije, nos peleamos a los gritos. Después, amigos... Y aquí me dije: “Esa voz, esa ‘vozzz’ (extiende la palabra) que se abrió de una generación a otra y no baja de la ‘nube de los grandes’ desde que nació... No puede estar escondida, sino volver”. Y le dije: “Vamos a poner este micrófono de tal forma que no haya necesidad de sufrir. No vinimos a sufrir”.

- ¿Cómo fue la experiencia de grabar con Charly? ¿Qué es lo que más te sorprendió de él en pleno proceso? Tengo entendido que grabaron de un tirón en un día... ¿Cómo fue eso?

- Es mucha la gente que piensa que juntarse con García es un delirio, un problema o algo incomprensible. Los que han tocado con él, y han tenido la suerte y la gracia que Dios les dio, saben de lo que hablo. Sin embargo, descubren que entenderse sin ojos ni palabras es muchísimo más sencillo y abre el camino de la creación y no deja caer jamás el entusiasmo.

Pensé: “Haremos este disco y si viene viene; y sino pues haremos este disco de todos modos”. Sentir la necesidad de sacar esto de adentro... Comenzamos los ensayos y Mecha, su mujer y compañera, se encargo de “curar” el disco trabajando en la búsqueda, las charlas, los llamados, la voz de Charly al teléfono, etcétera, etcétera... De unir los pedazos.

Charly bajó las escaleras, se sentó al piano mojado por la torrencial lluvia de ese día que cayó sobre la ciudad y su cabeza dos cuadras antes de bajarse del taxi. Comenzó a tocar y no quiso escuchar lo que estábamos haciendo. Era ahora. Aquí y ahora. Y esa ansiedad crónica empata a la perfección con la mía. (Risas).

Y el disco comenzó a viajar hacia otro lugar. ¿Por qué? Porque nunca sabemos a dónde van los planes. García cantaba un tema tras otro y todo se desarrolló en vivo y en un día. Lo mágico es saber dónde terminar, dónde cortar, dónde seguir... Todos parecíamos dirigidos por un mazo de Tarot.

Y hoy lo pienso y digo: “Bueno... Todos podemos hacer un homenaje a García pero que el aroma de lo que preparás llame al protagonista a ir a tu cocina... ¡Es otra cosa!". (Risas). Es como estar grabando un homenaje a Paul McCartney y, de pronto, se aparezca a participar y tras cuatro horas se vaya feliz a su casa.

Porque ojo. El hecho de su gigantesca participación y supervisión no garantizaba su llegada al estudio. Podía venir como llamar para preguntar cómo va todo. Y, sin embargo, optó por lo primero.

- ¿Cómo definirías el disco y con qué se va a encontrar la gente cuando lo escuche?

- La gente va a escuchar una obra. Cuando lo digo así es que no podemos mirar un cuadro por la mitad o decir: “Este tema es muy largo, yo escucho siempre la primera parte”. Sólo la ignorancia o la impaciencia logra semejante atrocidad.

Aquí hay una fucking obra completa que comienza con el sonido de radio, de la búsqueda de alguien en el dial sintonizando canciones de García y encontrándolas entre encantamientos evocativos sónicos como si nadases en un río de barro y se detiene en la siguiente canción.

Lo mejor que me podría suceder, y sé que a Charly también, es que nos tomemos 50 minutos ahora que tenemos tanto tiempo, tomemos auriculares y lo escuchemos completo. La idea del grupo en el living y García en tu cara misma fue lograda. Y la música intensa en su totalidad nunca perdió energía ni se apagó. Es intenso, lo sé, pero: ¿Qué otra cosa te queda en la vida si no lo sos? Seamos intensos, profundos y no dudemos de la dirección tomada.

- Tengo entendido que no querías grabar sus temas más conocidos. ¿En cuáles, si se puede decir, terminó participando Charly?

- Eso fue lo más gracioso, cuando nos pusimos de acuerdo en que tema sí y cuál no, pero no hablábamos de hits o no. Sino de canciones que en su mente quedaron como hits personales y que merecían ser revisados y sacados a la luz. Como quien limpia una estatua con un plumero y la deja pelada con los huesos y la vibración real. Quedó afuera un tema que le encantaba de La Máquina de Hacer Pájaros, que no llegábamos a ensayarlo siguiera.

Pero sí pudimos abrir esos baúles y ver como “Película sordomuda” escondida, al bajarla de velocidad y convertirla en un balada, escondida como digo: una melodía gigante y que ahora se podía disfrutar de otra forma, con tranquilidad y atención.

“Nunca escuchamos un Charly así... y esas melodías por Dios”, me decía Mecha, su mujer. Es que existe una intensiada lírica, y una lógica de componer, que es insólita y tan difícil de imitar.

García es inimitable y parte de la genialidad es también eso. Como Los Beatles. ¡Cualquier persona que intente hacer una versión de “Yesterday” va a ser una bosta! (Risas).

Entonces, ¿qué deberías hacer?, me dirás vos. Bueno, lo que hicimos: otro mundo, otros planos, otra vida. ¡El jazz! Y no intentar la imitación o seguir las notas, sino mezclar esa épica como lo hacía Coltrane o el Gato Barbieri con temas que venían de ser tratados en otro mundo: el del rock.

- ¿Tienen fecha para la salida del álbum? ¿La intención es que salga en formato físico también?

- Por ahora serán las plataformas y después el disco en la mano. Es posible que saquemos también el CD. Les debemos la película y el libro ilustrado. (Risas).

Junio será el mes. Las plataformas hicieron que el arte que tanto hablaba de la música incluida, se perdiera. No hubo más arte de tapa ni información que te ayudara a comprender lo que el artista quiso hacer. Bueno, las cosas son así. La música sigue sonando y los instrumentos se siguen vendiendo. (Risas).

Este disco se grabó en un día, se mezcló en dos en un pequeño departamento del pianista y tardamos un año en hacerlo realidad. Dijimos: “Hasta que la naturaleza no encierre a media humanidad no lo sacaremos”. ¡Y nos escuchó! (Risas).

Todo muy artesanal y directo. La portada es un collage hecho por mí mismo y la compañía Club del Disco es gente sincera, profesional y con el buen corazón de los que saben controlar su ambición. ¿Qué más podemos pedir?

- Por último, ¿qué significó la obra de Charly para vos a lo largo de tu carrera? ¿Fue un sueño hecho realidad grabar este disco con él?

- Con Charly hemos llevado una amistad de muchísimos años. Nunca fui el clásico cercano o pegado. Nuestra amistad, como con Luis Alberto Spinetta, fue siempre cósmica y real. Verse y hablarse no significa nada. La amistad, tal como se la conoce, está sobrevalorada. La verdadera es la que te hace sentir que las almas se alinearon desde antes de nacer, que somos especiales uno para el otro, que el mundo “si tira para abajo, es mejor”... Tampoco estar agarrado a ella. Estamos en un momento especial del planeta. ¡No de Larreta! (Risas).

Y hace unos días su mujer me dijo: “Con el único que quiere hablar es con vos”. Y sé que nos llevamos en la cabeza uno al otro más de una vez y eso es la “Realidad con R mayúscula” como la entiendo yo.

Los discos pasan. Las fiestas, la comida, las chicas, los instrumentos, los grupos, los contratos... La música queda y es la única que nos mantiene, a menos a él y a mí en dos pedazos de atmósfera. (Risas).

Fuente: infobae