domingo, julio 14, 2013

Samalea: “Volví al mundo de los bailes en románticos salones”

Protagonista en los años ’80 de la escena rockera porteña cuando integró los grupos Fricción, Metrópoli y Clap. Miembro estable de las formaciones de Andrés Calamaro y Charly García en la misma década. Sostén rítmico de Illya Kuryaki and The Valderramas y de A Tirador Láser en los noventa. Integrante de No lo soporto y de Rosal en los años ’00. Nuevamente batero de Charly García en la actualidad y del proyecto solista de Rosario Ortega, además de imprescindible animador del intermitente Sexteto Irreal. La lista es arbitraria e incompleta. Y aun en medio de esa vorágine, Fernando Samalea se da el gusto, cada tanto, de reunir a músicos argentinos y extranjeros de primer nivel que graban en todos sus discos solistas.

Su primer álbum, El jardín suspendido, fue publicado allá por 1998. Luego se sucedieron varios más, hasta el reciente A todas partes, que nos convoca “Es un hobby que va en paralelo a las múltiples actividades que hago. Me conecto con ciertos amigos músicos o justo me encuentro con determinada persona y le propongo grabar”, aclara.

A todas partes es un disco instrumental de jazz arreglado e interpretado por sus amigos Matías Mango, Alejandro Terán, Herman Ringer y el propio Samalea. También tocaron Javier Malosetti y Miguel Ángel Tallarita, entre otros músicos.

Sólo suenan instrumentos acústicos y, tanto en éste como en los anteriores discos, Samalea toca el bandoneón. “Intenté recuperar el sonido de los vinilos que escuchaban mis viejos cuando yo era chico. En casa era habitual escuchar Benny Goodman y Glenn Miller. Entonces me propuse hacerle un guiño amateur a esas hermosísimas orquestas de los años 1930-1940 de Hollywood y Nueva York. Quise conectarme con ese mundo onírico, de blanco, negro y dorado, de bailes en románticos salones”, explicita.

Jazz, bailes de salón, niñez…
Es que todo lo que uno ha soñado, leído o jugado en la niñez o en la adolescencia nos marca de por vida. Y cuando hago mis discos, llego desde un lugar muy infantil y lúdico: dibujos y anotaciones en un cuadernito que poco tienen que ver con el mundo adulto del músico que se sienta en un piano y escribe una partitura. Definitivamente, la forma de planear mis discos tiene muchísimo que ver con la ensoñación de la niñez y la adolescencia.

En tus composiciones el bandoneón suena orgánico, no exótico. Como que el tango y el jazz están más cerca que lejos.

Claro, desde ya. No se popularizó en los Estados Unidos, pero es un instrumento bellísimo que se puede adaptar a muchísimos otros géneros: Dino Saluzzi lo incorporó al folclore y lo llevó a escenarios europeos de jazz. Y bueno, ni hablar de Astor Piazzolla que le dio un carácter totalmente personal en el mundo del tango. Pero el espíritu romántico del sexteto de Julio De Caro con el violín corneta que suena un poco a clarinete, con esa forma tan danzante de la ejecución, remite al universo del que estamos hablando. Sí, al final, el tango y el jazz tienen mucho en común.

Por Fernando De Leonardis

Fuente: Clarin

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