martes, enero 07, 2014

Entrevista en Mavirock (completa)

En el año en que llegó al Teatro Colón, uno de los compositores más grandes de la historia del rock argentino recibió a Mavirock en su departamento palermitano. Una tarde en El Palacio de los Patos, entre canciones, tragos, fotos y dibujos, Say No More contó cómo surgió la idea de presentar Líneas Paralelas en el Teatro Colón.

"¡Ya voy!", grita Charly García, y su voz llega desde alguna habitación, hasta el living de su departamento. Dos minutos después aparece por el pasillo, taconeando unas botas de caña corta estilo beatle, con esa gracia suya, casi femenina. Tiene el pelo peinado hacia atrás la melena ondulada de siempre, y unos anteojos de marco grueso. Lleva una camiseta blanca ajustada, algo de panza, calzas rojas, y las uñas pintadas. Es una versión moderada del Charly de la era Say No More. Un rato antes, la empleada doméstica había abierto la puerta de entrada. "Ya viene el señor", había dicho Celia, mientras lavaba los platos. Y Charly estaba tirado en la cama junto a su novia de veintiséis años, la exmodelo Mecha Iñigo.

Es la tarde de un viernes de julio y García, que acaba de interrumpir su bed in palermitano, ahora avanza dando pasos cortitos y torpes hasta llegar al living. "¡Bienvenido!", dice, mientras sonríe y abre los brazos con expresión tierna. A un costado, se ve un piano de cola rojo y, detrás del piano, un cuadro en gran tamaño de Milo Lockett. Después hay una mesa, y más allá unos sillones blancos. Las paredes están pintadas de un color verde agua infantil. Hay, apenas, algunos pocos cuadros colgados. Uno de Keith Richards con Bob Dylan. Otro de la imagen de un disco de Iggy Pop. Otro es un vinilo de Marilyn Manson.

-¿Me das dos whiskeys Celia? -pide en voz alta.
Pero él mismo los prepara en la barra que divide al living de la cocina. Sirve dos medidas largas sin hielo y las trae a la mesa. Un par de horas después, la suya quedará casi intacta. No son los tiempos de Coronel Díaz y Santa Fe. Los años ciegos de espejos rotos, paredes escrachadas con aerosol y ríos de cocaína en la nariz, ahora son escenas del pasado.

A los 62 años, Charly García, el más grande compositor vivo del rock argentino, vive con su bella novia en un departamento de techos altos en el Palacio de los Patos, un edificio señorial de viviendas suntuosas, ubicado en una esquina de Palermo. Comparado con el bunker de Coronel Díaz y Santa Fe, donde vivió sus últimos años de "locura controlada" –así la define Charly-, este sitio es un cuento de hadas, una burbuja romántica. Un Sweet home Buenos Aires.

Construido en 1929, Los Patos es un palacio de lujo y estilo francés. Un emblema del patrimonio arquitectónico de Buenos Aires que ocupa media manzana. Tiene un gran patio central y varios patios y jardines internos distribuidos de forma misteriosa, casi laberíntica. También tiene vitrales, escaleras de mármol y pisos de madera de esos que ya casi no existen.

Aquí vivió parte de la alta sociedad porteña del siglo XX: dramaturgos, actrices, pianistas, políticos, historiadores, bailarines, militares, socialités, millonarios, concertistas de fama internacional. Y grandes compositores. La tradición -y las malas lenguas-, dice que era el refugio de familias ricas venidas a menos ("pato", en lunfardo criollo significa "seco, sin dinero"). En cierto modo, este lugar parece perfecto para Charly: un laberinto de simetrías engañosas y rincones de enorme belleza, llenos de luz. Es elegante, tiene un halo casi cinematográfico y una historia legendaria.

Quizás sea solo casualidad. Pero el lugar que Charly eligió para vivir su recuperación después de la última seguidilla infernal de internaciones psiquiátricas, corolario de su década de excesos más salvajes, es similar al que eligió John Lennon cuando escapó de Inglaterra tras la caótica ruptura de los Beatles: The Dakota Apartments.

Ubicado en una esquina tristemente célebre de Manhattan –allí Lennon fue asesinado-, frente al Central Park de Nueva York, Dakota es, también, una bellísima construcción de estilo francés. En 1973, cuando John y Yoko se instalaron allí en un departamento de techos altos, el edificio tenía casi cien años y era un emblema del patrimonio histórico de Nueva York. El Dakota ocupa una manzana y tiene un gran patio central. Allí vivió parte de la elite neoyorquina top del siglo veinte. Y, al igual que en los Patos, el consorcio del Dakota era muy severo para aceptar nuevos vecinos, que solo llegaban por íntima recomendación de sus propietarios.

Quizás la idea de Charly de mudarse a este lugar fue un guiño biográfico a su admirado Lennon. O tal vez solo quiso refugiarse en un palacio citadino, elegante y clásico. Después de todo, Charly siempre fue, a su manera, un tipo fino, educado, recoleto y con cierto linaje.
-La idea surgió de una charla con Yoko Ono –dice ahora.
Pero no se refiere a los Patos, sino a la presentación en el histórico Teatro Colón.

***

Antes de ser estrella de rock, Charly García fue un músico clásico. Empezó a los cuatro años con Julieta Sandoval, una pianista que le enseñaba en su casa obras de Bach, Mozart y Chopin. Después, una vez al año, daba el concierto para pasar de grado en el conservatorio Thibaud-Piazzini. En los comienzos, era tan chiquito que no llegaba a los pedales del piano. Pero tenía sus fans: señoras bien que, después de los conciertos, lo llevaban a confiterías paquetas y le compraban dulces. A los doce se recibió de profesor. El futuro le prometía preludios, cantatas, nocturnos, zarabandas, suites, la vida del músico clásico. Hasta que un día...

El big bang.
Lo vio por tevé.
-Cuando vi a los Beatles en el show de Ed Sullivan, casi me muero.
Se le ilumina la cara.
-Me di cuenta de que me habían engañado.
Pone cara de disgusto.
-En el Conservatorio me decían "sufrí, sufrí, sufrí, que cuanto más sufrís, más te elevás, mejor tocás". Bien cristiano.

A los seis años, Charly se autoflagelaba. Pensaba que así podría llegar a ser un genio. En los exámenes, mientras él esperaba en silencio su turno para tocar, Sandoval rezaba a un costado.
-Yo quería tocar música clásica. Pero si seguía... O sea... Estaban los Beatles, no había comparación.
Los Beatles eran jóvenes, alegres y geniales. Y componían su propia música.
-Los Beatles son como Mozart. Cada nota es perfecta. Además la música clásica ya no se puede componer. ¡Dejá eso para los genios! Está Beethoven. ¿Con quién vas a competir?
Esta parábola, la del niño precoz que tocaba música clásica, se enamoró de los Beatles en su adolescencia y se convirtió en la estrella de rock más grande de la Argentina, tuvo su broche de oro en septiembre pasado –dos meses después de esta entrevista-, cuando García fusionó a su banda de rock con una orquesta de música clásica, en el Teatro Colón, una de las cinco salas de ópera más importantes del mundo. La obra, Líneas Paralelas, Artificio Posible, significó una doble apuesta. Por un lado, fue la vuelta del ídolo a su hábitat primigenio: la música clásica. Por otro, la magnitud del concierto significó el mayor desafío a su estado de salud musical, a cinco años de su última desintoxicación. La inspiración, una vez más, tuvo que ver con los Beatles. Más específicamente, con Yoko Ono.

-Uno siempre tiene un no sé qué con Yoko, ¿no? "Sí, debe ser muy inteligente, pero arruinó a los Beatles". O, "lo llevó a Lennon por...", ¿no?
La anécdota se remonta a más de una década atrás.

-Fue en una cena con Yoko. En la época de Carlitos Méndez.
García pone cara de circunstancia. No lo dice, pero se refiere al expresidente Carlos Menem.
-Antes de ir, yo estaba tirado en la cama y veo que me salen dos rayos láser y pegan en la pared, donde estaba escrito "Say No More". Pegan en la "M". Y pum... vi el triángulo que se formaba, la perspectiva. Mientras duró eso que yo llamo "clarividencia", me llegaron cien ideas a la cabeza y todas conectaron.

Esa noche, durante la cena, se lo contó a Yoko.
-"Mi pregunta es la siguiente", le dije. "Hay una pared ahí, después está el baño. ¿Qué significa esa pirámide o ese triángulo que se forma en el baño?". Ella me respondió: "La Antimateria".
-...
-A ver, prestame tu cuaderno. Voy a mostrarte cómo va a ser Líneas Paralelas

***
Líneas Paralelas es un espectáculo que involucra. (...) Por momentos fue como entrar en una densidad de campo diferente, como sumergirse en un medio líquido solo que, en vez de agua, las olas eran de notas. La emoción dominante era un sentimiento recoleto, como estar meditando, pasando revista a eventos, gente, romances, pérdidas (...) Aciertos de repertorio: los fragmentos, tipo separadores, de PUBIS ANGELICAL, ‘Rejas electrificadas’ y ‘Monóculo fantástico’.

Y en cuanto a esos otros temas, los gigantes, los de siempre, (...) ‘Los dinosaurios’ -dientes apretados, dulce hambre de justicia- y ‘Eiti Leda’, majestuosa al por mayor (...) Fue una noche memorable (...), el antídoto para tanta pavada mediática, tanta puerilidad política, tanto discurso público reducido a un abanico de nimiedades, escándalos dignos de culebrón y morbosos regodeos ante tragedias sangrientas. Charly García fue un misil suave pero implacable, un sacudón de conciencia destinado a levantar el espíritu’ Fragmento de la crítica de Líneas Paralelas escrita por Alfredo Rosso para la web de la radio Rock & Pop, octubre de 2013.

***

García dibuja la puesta en escena del Colón. Los trazos, en birome negra, son casi infantiles. Dibuja dos líneas que forman un triángulo equilátero con el borde del escenario como base.

-Son las líneas paralelas -dice-. Van a ser dos rayos láser lumínicos que se van a ver todo el tiempo. Uno azul y otro rojo. El espacio del medio no lo usamos. Ahí está la nada. O la antimateria, según cómo lo quieras ver...

-¿Esto tiene que ver con la teoría de Yoko?

-Claro, y con la noción del infinito y otras cuestiones físicas, matemáticas...

Se acaba la hoja.

-La obra termina con dos cellos, si es posible un hombre y una mujer, tocando la nota SI. Largo, largo... hasta que, como es imposible que no desafinen un poquito... puuurn, se chocan las líneas paralelas en la pared. Uno no ve que se tocan, se ve el cachito, cachito, antes de que se toquen porque, obviamente, la ciencia dice que no se tocan. O sí. Toda teoría puede caer.

-¿Por qué elegiste terminar la obra en SI?

-Bueno, porque el SI, es ‘sí’. Como dijo Lennon cuando fue a la exposición de Yoko y tuvo que subir a una escalera con una lupa y al final de todo, en el techo, decía ‘sí’. ‘Si decía que no, me iba’. Pero decía ‘sí’.

Ahora García enciende un cigarrillo rubio y fuma en el living. Sus manos son las de siempre: grandes como garras y de falanges prominentes. Iguales a las de Keith Richards.

-En mi juventud -dice espontáneamente-, de alguna manera yo quería, y Spinetta también, que la gente hiciera un poquito de esfuerzo.

Suelta una bocanada de humo.

-Eso me gusta de la música del pasado. Más que la música en sí misma, la idea con que fue hecha. Yo estoy hablando del blues, del principio del jazz. Las letras son increíbles. Como las letras del tango, que son superiores a las letras de rock. Ya Dylan se lo dijo a los Beatles. ‘¿Por qué cantan cualquier cosa?’ De una se los dijo. Le dio un porro a Lennon y le dijo ‘fumáte esto’. Él creyó que decían ‘I want to get you high’…

García se refiere al tema ‘I wanna hold your hand’ (’Quiero estrechar tu mano’), de los Beatles. Según Charly, Dylan pensaba que la letra decía: ‘Quiero colocarte’.

-Dylan vio el potencial de esa música espectacular, pero cuando se puso a escuchar las letras, mmm... Y Lennon se la banco e hizo ‘Hey! You ve got to hide’ -Charly canta-. Dylan fue una cosa tremenda. Yo creo que así, con el tiempo, quedan los Beatles, los Rolling, Dylan. Y Spinetta entendió eso.

-¿Por qué?

-¿Por qué? Porque Almendra no hizo un disco que era ‘eh, loco, mirá como toco rock, loco. Vivan los Stones, macho’, sino que intentaron hacer una música nueva. Y como Spinetta era de Belgrano, le pusieron bandoneón. Y quedó espectacular. En el rock de hoy yo veo pocos grupos que tengan algo que te tire un punto de vista, o que propongan una ruptura musical o letrística donde uno tenga que subir. Beethoven le decía a los que no lo entendían que él no tenía que bajar, el público tenía que subir para * / entenderlo.

***

Charly ha compuesto unas cosas maravillosas con la ultra percepción de poder arrimarlas para que las entienda todo el mundo. Algunos de nosotros no tenemos esa aptitud.î Luis Alberto Spinetta, en una entrevista con una radio chilena.

***

Las primeras dos décadas de la carrera de Charly García fueron brillantes y prolíficas: unos veinte discos en veinte años, sin contar los conciertos editados.

Este período va desde VIDA (1972), de Sui Generis, hasta la salida de TANGO 4, en 1991. (Exactamente: 18 discos en 19 años). Su primera década solista, después de la separación de Serú Girán, le adjudicó el primer lugar -compartido solo con Spinetta- en el Olimpo de los más grandes compositores argentinos. Charly describió esa etapa y el ánimo cultural de esos años con gran precisión en el libro de Eduardo Berti, Rockología (Beas Ediciones, 1994):
‘YENDO DE LA CAMA AL LIVING (1982)    fue la obra de un tipo encerrado en una ciudad en guerra, totalmente descreído de los motivos de esa guerra e intuyendo que se acababa una etapa, el proceso, la década del setenta.
CLICS MODERNOS (1983) es el tope, lo máximo. Me mudé a Manhattan, alquilé un loft y me empezaron a salir canciones diferentes porque en vez de encierro allí hay mucha calle.
Luego viene PIANO BAR (1984) que es el favorito de muchos pero a mí no me gusta escucharlo, porque fue un mal momento de mi vida, un fuck you enorme.
PARTE DE LA RELIGIÓN (1987) es una especie de resumen, así dicen todos, y habla de la religión de los poderosos pero también de la religión de los hippies, que fue como un resurgimiento del cristianismo aunque sin el sentimiento de culpa. La culpa volvió después, en los años 70, cuando los hippies crecieron y se dijeron: ‘Ay qué mal nos portamos’. Entonces ahora todo es careta. Por eso CÓMO CONSEGUIR CHICAS (1989) es todo lo contrario a PARTE.. .que tenía una etapa dark con un tipo que luce anteojos oscuros y no le da bola a la mina que tiene a su lado. (...) CÓMO CONSEGUIR CHICAS es al revés, hay flores, la niña es lo más importante, es la etapa de una carpeta escolar, es Sui Generis.’
FILOSOFÍA BARATA Y ZAPATOS DE GOMA, de 1991, es para muchos su último gran trabajo. Después entró en la era Say No More, que oficialmente arrancó dos años antes del disco homónimo -SAY NO MORE (1996)-, con LA HIJA DE LA L¡GRIMA, de 1994. Esta etapa, la más caótica en lo musical -y también biográficamente- de la carrera de García, se caracteriza por grabaciones mucho menos limpias y definidas que las del período anterior. El estudio, para García, se convirtió en una especie de lienzo vacío sobre el que pintaba collages sonoros de miles de tracks, voces, sampleos e instrumentos superpuestos. Un caos controlado -solo por él-, que a pesar de todo tuvo momentos brillantes. ‘Cuchillos’ de SAY NO MORE, ‘Happy & Real’, de INFLUENCIA (2002), y ‘Asesíname’, de ROCK & ROLL YO (2003), son ejemplos de ello.

Las dos últimas décadas coinciden con su etapa menos prolífica: siete discos en veinte años. Cifras casi idénticas se repiten en la carrera de otros grandes del siglo como Bob Dylan y los Rolling Stones. Dylan, diez años mayor que García, editó unos treinta discos en sus primeras tres décadas. Pero sólo siete en las últimas dos, igual que Charly. Los Rolling Stones, s˙per prolíficos en sus años mozos, fueron después muy vagos: publicaron solamente tres discos de estudio en veinte años, entre 1994 y hoy. Es como si, en la vida útil de los rockeros, la inspiración comenzara a flaquear a partir de los cuarenta.

Muchos le reprochan hoy a Charly falta de inspiración, o critican sus condiciones vocales. ¿Acaso el mismo Dylan no trocó su voz afilada, nasal e insoportablemente tensa de su época de oro por el tono raspón, gutural y cavernoso de los últimos años? La evolución de Charly parece ir hacia el mismo lugar. Y, para algunos, en la transformación encontró un nuevo modo de conmover, acertado y sabio. Para otros, los años de excesos dejaron secuelas.

-Hay quienes piensan que por la forma en que vivías hace unos años, siempre al límite, perdiste parte de tu talento.

-En una época se despotricó contra mí, y también me alabaron terriblemente por lo que soy, y no por lo que hago. ¿Enten-dés? Es como que importaba más quién era yo, qué tomaba, o que no tomaba. Y yo no creo que... O sea, no es que te tomás un saque y te morís. Hay cosas muchísimo más destructivas que la cocaína: la envidia, los celos, la maldad, los porteros de discotecas, ir al banco. Yo tuve un período en que tomaba y nunca bajó la calidad de mis canciones. Y la verdad es que los artistas buenos, casi todos, están locos, o por ahí... Y un loco lindo, qué se yo, hace La Gioconda. Y un loco boludo no hace nada. Te pega un tiro. Lo que pasa es que hablan de cosas que no saben.

-¿Por ejemplo?

-Cómo es estar en una clínica tres meses, tener razón y que te digan que no. Hitler lo decía: ‘Decí mentiras todos los días y alguien se las va a creer’. O sea, como dijo Dalí: ‘La diferencia entre un loco y yo, es que yo estoy cuerdo’. Me tiro nueve pisos y dicen que estoy loco. Pero para mí fue normal, o más o menos normal. Y viste, yo en esa especie de casi destrucción digo: si a mí me gusta más lo que yo hago que yo, es respetable.

***

A veces me parece que está al límite. Pero he visto tipos al límite como él, que no producen nada, que se auto-compadecen, que son mártires de la esquina del bar, no conozco tipos tan al límite que hayan dado tantísima alegría a la gente, que hayan inventado tanto, que hayan aportado tanto. Creo que las noticias periodísticas de Charly, que son si se pinta la mano, o si sale de algún sitio, deberían ser su enorme talento. La Argentina es un país que venera excesivamente a los artistas: les crea un star system muy fuerte y los provee de una corte de adulación alrededor de la que es difícil escapar. (...) Charly no se deja aislar, anda corriendo por ahí, pero sí tiene una relación demasiado frenética que incluso puede parecer despótica, pero que esconde una tremenda lección surrealista para su público.î Joaquín Sabina en el libro No digas nada, una vida de Charly García, del periodista Sergio Marchi (Editorial Sudamericana, 1997).

***

Por esos días de julio, cuando transcurrió esta entrevista, Charly preparaba la edición de un libro, líneas Paralelas. El original, era una especie de objeto de arte montado sobre un libro biográfico de John Lennon y otro de Rep, el dibujante. Mezclaba collage, poesía, música, pintura, fotografía y un sinfín de asociaciones libres. García bajaba performances de inspiración matemática, metafísica, rockera, o cinematográfica, en un soporte múltiple que después, editado por Planeta antes de los shows en el Colón, fue reducido a un libro más o menos convencional. Como un niño en sus ratos libres, Charly, recluido en su casa, dejaba fluir su imaginación.

-De alguna manera salpicaron unas notas, y después cosas científicas. Por ejemplo el espacio, el infinito, la nada, toda una cantidad de cosas que pueden deprimir hasta... A veces estoy haciéndome un ratito para que mi mente esté libre y salen letras de canciones, cosas que voy escribiendo, cosas que veo en la tele, algunas partituras. Esto que estoy haciendo ahora es como una gran ensalada donde viajás a todos lados, conectás cosas, como una serie de ingeniería. Hago la partitura, pinto, me imagino toda la película. Es como jugar.

-En una época decías que toda la inspiración viene de la adolescencia. ¿Todavía pensás eso?

-Sí, y de vez en cuando se me vienen composiciones. Debe haber diez canciones que son buenísimas, que todavía no encontré la forma de hacerlas. Unas melodías preciosas que son pedazos. Por ejemplo, la parte instrumental de Seminare, la hice a los nueve años.

Mueve las manos como un director de orquesta y tararea la melodía.

-Yo creo que ese estado que después los adultos recrean con drogas, es un intento de volver a tener esa conciencia como cuando uno es chico. Cuando uno es chico, es como que vive drogado. Todo es más grande, todo es una alucinación. Y de repente... paaaf. A la mayoría de la gente, se le va eso. Se le va la ilusión, se le va el alma, la autoestima. Y bueno, eso son los que empiezan a combatir a los que quieren quedarse jóvenes. Jóvenes de mente ¿no? Porque cirugía hay por todos lados.
Afínales de los ochenta, en el libro de Eduardo Berti, Charly García habló sobre su futuro. No se imaginaba como en ‘Cuando ya me empiece a quedar solo’, la canción de Sui Generis, abandonado y viejo. ‘Salvo que Dios me mande alguna peste extraña y no hablo del SIDA, salvo el cáncer o algo así no veo por qué tendría que terminar mal, siento que cada vez me estoy volviendo más sabio. Y eso es mejor porque me alucino un futuro muy bello, el futuro ser’ como la década del cuarenta. Tipo Brazil. Eh!, decía.

La película Brazil (1985), dirigida por Terry Gilliam y protagonizada por Robert De Niro y Jonathan Price, es una historia inspirada en 1984, la novela de George Orwell. Es la segunda película de una trilogía del mismo director cuyo eje fundamental es la lucha por la imaginación y la libertad de pensamiento en las

sociedades modernas. Su protagonista es un hombre agobiado por un sistema opresor, inhumano y terrorista, quien finalmente termina atrapado y sometido por ese sistema a una lenta tortura mental. A pesar de esto, en sus últimos días, se refugia en sus recuerdos de amor, en sus fantasías y en su locura.

En una entrevista televisiva, en 2013, García dijo sobre el tema ‘Rasguña las piedras’: ‘Es la antecesora de THE WALL, porque habla de los muros que te va levantando la sociedad’. Había escrito esa canción en 1973.

En julio de 2013, al final de esta entrevista, Charly se disponía a volver a su bed in con su novia Mecha, que lo esperaba tirada en la cama, en plan Yoko. Saludó afectuosamente, dejó el vaso de whiskey por la mitad, y mientras se alejaba, taconeando con su botas estilo beatle, dijo: ‘Yo no creo que un loco pueda andar sesenta años por la vida haciendo veintisiete mil discos, ochenta mil recitales, y qué se yo. Entonces, creo que estoy volviendo a ese mar de la locura y a tirarme así sin miedo. Y si tuve que volver a la playa, un poco fue por mí. Y un poco por la incomprensión’.


Por Patricio Lange

Fuente: Mavirock



María Rosa Yorio: “Conocer a Charly fue una secuencia lógica” Por Bruno Lazzaro

María Rosa Yorio desanda el adoquín con la misma dulzura con la que armonizaba junto a Charly García y Nito Mestre en Sui Generis. El sol marca las once y media entre las nubes de una silenciosa mañana de diciembre. En Marcelo T. de Alvear, a metros de 9 de Julio, la vereda parece detenida en el tiempo. La cantante se detiene a mitad de la calle, se coloca un sombrero y sonríe con todo su rostro. Los ojos le brillan. Y a su espalda, un auto se posa sobre su sombra a la espera de que ella reciba el impacto de la foto. ‘Desde que volví a habitar esta casa, me encontré con un montón de recuerdos. Y es que aquí empezó todo’, dice María Rosa sobre la morada donde vivió los primeros días de su relación con un joven García.

Corría 1972 y Yorio, que había formado parte del Coro Nacional de Niños -como también del Estudio Coral de Buenos Aires dirigido por Carlos López Puccio, integrante de Les Luthiers-, decidió asistir a una de las fechas del ciclo que Sui Generis realizaba en el teatro ABC. Una vez terminado el recital, Charly se le acercó, le pidió un cigarrillo y ella le dio su teléfono. ‘Era muy jovencita’, dice a modo de justificación. ‘Yo estaba con una amiga. Recuerdo que no había luz y que lo primero que le dije fue que me gustaba mucho su música’. Lo que siguió fue una relación que duró cinco años y que, en 1977, tuvo su corolario con el nacimiento de Migue García. ‘Charly se tomaba el colectivo y me venía a visitar a esta casa. Acá pasamos muchas noches’.

-¿Cuál es el recuerdo que más atesorás de aquella época?

-Muchos. Fue algo muy importante lo que pasó con ese grupo, con esa unión en esos años, lo que vivimos como familia simbólica de toda una época.

-¿Cómo recordás tu participación como corista de Sui Generis y luego en PorSuiGieco?

-En el departamento encontré fotos de Sui Generis. De cuando Charly me venía a visitar a Chapadmalal. Allí, por ejemplo, compuso ‘Estación’. Con esas imágenes más unos epígrafes me di cuenta de que podría armar un hermoso libro. Son todas muy divertidas. Pero conocerlo a Charly, y a todos, fue una secuencia lógica. Fue muy interesante. Una vez me dijo: ‘Las cosas se te dan desde el jardín de infantes’.

-Y es que todo se gestó de niña. Y tuvo su propio movimiento hasta llegar allí y seguir. Después, como dice Celeste Carballo, ‘me revolqué por la realidad´ y pasé temporadas en el infierno. Pero fui una dotada, una elegida.

-¿Cómo fueron esas temporadas?

-Al pedo y sin aviso. Hoy tengo un trastorno de ansiedad porque soy una persona débil. Soy un ser de alma frágil que no puede estar mucho en el infierno porque enseguida tengo que buscar el otro polo. Pero el gran beneficio es haber pasado los 80 y los 90. Y ahora veo todo diferente. Ya pasó.

-Volvamos a Charly, ¿qué fue lo que te atrajo de él?

-Me gustaba. Charly era un tipo muy cariñoso, muy serio, muy laburante. Una persona que se pasaba ocho horas al día tocando. Muy buen amigo de sus amigos. También me llamaban la atención sus fobias. Algunas infantiles, como el miedo a las tormentas. Además, tenía fonofovia: sentía estrés cuando hablaba por teléfono. Después tuve una pequeña decepción, pero es el karma de nuestras vidas. El tema es que a mí me gustaban Bob Dylan, los Beatles y Simón and Garfunkel, y Charly los sabía a full. Entonces pegamos onda. Y después empezamos a tocar.

-Y luego de un tiempo nació PorSuiGieco. ¿Cómo eran esos encuentros a nivel artístico?

-Los sentía natural. No sé si existía otra realidad. Para mí lo contrario era el día a día. ¿Tenemos que seguir hablando de Charly?

-¿Te molesta hablar de él?

-Yo lo quiero y me parece muy simpático. Hablo de él porque soy buenita. Me llaman y contesto. Pero me sorprende que me sigan llamando cuando es una nota para Charly ya que sentí que ya no le gusta que hable de él. Nada puntual. Pero al mismo tiempo, el hecho de que haya vuelto a este barrio donde se inició todo no me parece casual. Y de todo esto surge un nuevo disco cuyo nombre sale de una canción llamada ‘Nada sabes de mí’, un tema muy pop mid low.

-Sería el séptimo disco de tu carrera. ¿Ya lo tenés armado?

-Ahora los discos los pienso en relación a cómo me gustaría cantarlos arriba del escenario, algo que antes no me pasaba. Pero a través de Yiyo González aparecieron dos canciones y otras más. Hay un material que hace que tenga ganas de llevarlo a las compañías. Quiero continuar. ¿Vos te acordás del personaje Bubulina?

-Sí, la de ‘Zorba, el griego’.

-Claro. A mí Charly me bautizó Bubulina, que fue un tema que luego apareció en La Máquina de Hacer Pájaros, pero que él ya había tocado en Sui Generis. Con ver los detalles de ella se puede entender cómo era yo. Es muy interesante. En ese momento era sólo un nombre, pero ahora la volví a ver y entendí mucho más por qué él, que siempre fue muy perceptivo, me llamaba así.

-¿Y cuál es la explicación?

-Que Bubulina tenía una espontaneidad rayana con lo fronterizo. Por eso esto de ‘Nada sabes de mí’.

-¿Qué te pasa cuándo mirás para atrás y ves que iniciaste el camino para las mujeres en el rock local?

-Soy consciente de que tengo una voz que es representativa. Que tengo cualidades y cosas distintas para decir porque los artistas no tenemos fecha de vencimiento. Un poco son todas mis ahijadas. Sin duda. Hay un runrún de que María Rosa fue la primera puerta, pero como no tocaba la guitarra, ni componía, otras tomaron diferentes rumbos. Yo tengo el estilo de front. Pero hay que entender que el negocio para las cantantes argentinas es un embudo. No hay capacidad para que puedan entrar cinco. Acá entra una y media. Ya es hora de que abramos el espectro.

-¿Qué te provoca la idea de volver a entrar a un estudio?

-Se me mueve todo. Como me pasa ahora con la mudanza. Y eso es lo que me mantiene.


Fabián Matus: ‘CHARLY SABE INTERPRETAR EL ARTE Y LA CULTURA’ (testimonio recogido telefónicamente)

Siempre fui fan de Charly. Desde la época de Sui Generis. Mi vieja fomentaba mi gusto y me compraba todos sus long play. Yo sabía que ella conocía a Carmen, la madre de Charly, desde que él era chiquito. Y en esa época siempre lo hacían tocar para todos los presentes, como si fuera un juego. La primera vez que los vi juntos arriba de un escenario fue en 1982, en el teatro Ópera. Fue algo muy fuerte. Cuando Daniel Grinbank, manager de Charly, le comentó que iba a llevar a Mercedes al teatro, él se puso a disposición de mi mamá

En el documental de mi vieja (La Voz de Latinoamérica, 2013), Charly dijo que para él Mercedes era una madre, una amiga y una novia. Y es que mi mamá permitía esas situaciones. Lo de madre era comprensible por su diferencia de edad y por el respeto que imponía. Lo de amiga era por adultez y por las charlas de horas en las que se encontraban y se pasaban datos. Y lo de novio fue porque arriba del escenario y en los ensayos armaron un nuevo tipo de relación a partir de la creación musical. Y entre esos dos intelectos había amor.

Pero estos encuentros no sólo se daban en el escenario. También pasaban puertas adentro. Recuerdo que él compraba muchas revistas de moda y a las fotos que le gustaban las dibujaba con crayones. Me sorprendía cómo era capaz de mejorar, con su mirada, fotografías que ya eran hermosas.

Charly es un amigo de barrio, de esos que son capaces de dar la vida por el otro. Y sé de Charly en esas situaciones. También es un hombre que respeta mucho a tu compañera. Para él las mujeres de los amigos tienen bigotes y huelen mal. Lo vi varias veces en situación de cuida. Otra cosa que siempre me sorprendió de él es que nunca lo escuché decir una mala palabra. Es un hombre muy educado. Mi mamá lo definía como una persona muy fina. Muy culta. Un hombre que ha leído mucho. Una persona que sabe interpretar el arte y la cultura. Eso se manifiesta en sus obras. Él fue capaz de relatarnos cosas como hizo en ‘Dinosaurios’, ‘Alicia…’ o ‘Cinema verité’. Y además, te dice las cosas de frente. Esas son características de un hombre de mucho valor.


Carlos “El Negro” García López: ‘YO LE HAGO EL AMOR A MIS GUITARRAS’ Por Bruno Larocca

El Negro García López camina como si fuera un dandy por los pasillos de los estudios que el canal de noticias C5N tiene en Palermo. Vestido todo de negro con su característico pelo ensortijado, saco de solapas brillosas, jeans ajustados y botas de cuero, habla con los músicos de su banda, el baterista Mariano López -sobrino- y el bajista Claudio Kake, y bromea cuando el productor del programa le avisa que en unos minutos podrá probar sonido.

-¿Para qué vamos a probar? Tomemos de una -dice el Negro y se ríe.

Son las cuatro de la mañana de un viernes de noviembre que comienza a amanecer y en lo que podría ser el backstage del programa ‘De 1 A 5’, un magazine con tres bandas de rock en vivo que le ganó un espacio a las noticias, mientras espera el turno para tocar con su proyecto solista, el guitarrista que acompaña desde la época de Los Enfermeros -a finales de los ochenta- a Charly García, se cruza de piernas en un sillón de cuero blanco y se pone los anteojos Ray-Ban de vincha.

-La primera vez que toqué una viola fue alucinante. Mi papá era músico, ensayaba en mi casa y a veces el guitarrista de su banda me dejaba pasar el dedo por las cuerdas. No era que me dejaba tocar un acorde, sino que me dejaba acariciarla. No sé si era porque el tipo era muy celoso de su instrumento, o por otra cosa. Ahora, cuando a mí se me acerca un niño, me pasa todo lo contrario y le explico que la guitarra es un instrumento, no es un juguete.

-¿Cuándo te regalaron tu primera guitarra?

-Me la regaló un primo de Mendoza. Mi mamá es mendocina y mi papá de Buenos Aires. Fue muy alucinante porque se la ganó en una kermés, algo antiquísimo. La trajo a mi casa y los primeros días me pasaba las notas. Mi papá tocaba con Tito Alberti, el padre de Charly (baterista de Soda Stereo) y con muchas otras personas.

Y como trabajaba en una productora, un día me dijo ‘¿A quién querés conocer? ¿A Color Humano, a Vox Dei o a Pappo?’.

-Me imagino que habrás elegido al Carpo.

-Y sí, elegí a Pappo. Así lo conocí.

-¿Qué te gustaba de Pappo?

-En Vox Dei y Color Humano había unos guitarristas muy buenos que eran Ricardo Soulé y Edelmiro Molinari, pero a mí el que más me gustaba y me sigue gustando es Pappo. Aunque Soulé es un compositor y un guitarrista increíble, y Molinari también. La obra de ellos dos es muy amplia. Quizás ahora la música está más encasillada en ciertas bandas que hacen un estilo y no salen de ahí. Y me parece bien porque estamos en 2013 y no podemos pedir que suenen como en los años setenta. Aunque noto que antes la composición era más creativa.

-Bueno, en los años setenta todavía quedaban cosas por crean_
-Se estaban creando, eso era lo bueno. Pero volviendo a lo anterior, yo elegí a Pappo porque lo admiro y voy a seguir admirándolo. Tuve la suerte de que apadrinara a mi banda cuando yo tenía doce años.

-¿Cómo fue eso?

-Fue increíble. Un día yo estaba con la guitarra colgada, sonó el timbre de mi casa y mi papá me dijo ‘andá a atender’. Me pareció raro, pero me insistió tanto que fui a abrir la puerta. Cuando la abrí estaban Pappo, Pomo y Machi, recién habían grabado el tercer disco de Pappo s Blues.

-¿Y qué pasó?
-Me saludaron y aluciné. Imagínate, tenía doce años y Pappo para mí era lo máximo. Un amigo de mi viejo me dijo que los hiciera pasar porque yo me había quedado paralizado. Que me me apadrinara desde tan pequeño un genio como Pappo fue algo que me marcó mucho en la vida.

-¿Tenías en claro que querías ser músico?

-A los doce años ya admiraba a los violeros que tocaban con mi padre y a los que veía por la televisión. Ser músico por momentos es muy sufrido, como que te digan: ‘Ah, ¿vos tocás la guitarrita? ¿Y de qué trabajás?’. A mí me pasó. El hecho de haber logrado hacer lo que a mí me gustaba no tiene precio.

-Te resultó muy difícil llegar a vivir del rock?

-Siempre fui con mucho respeto en la música. Lo digo para muchos chicos que recién están empezando. Sé que en este país es muy difícil mantenerse o vivir de la música. Cuesta un huevo y la mitad del otro. Es muy difícil aceptar que sos músico y mañana no tenés para pagar el alquiler. Algo que me ha pasado. La música es un negocio y a veces para poder mantenerte, progresar y hacer las cosas que querés, tenés que negociar tu bienestar. Por eso mi mensaje para los chicos y los músicos es que se la tienen que aguantar. Cada vez que le doy clase a un niño le digo a los padres lo mismo: por más que no llegue a lograr su meta, el solo hecho de ser músico genera un placer en el alma muy importante. Tocar sensibiliza a las personas de otra manera.

-¿Resignaste muchas cosas por la música?

-Tanto como resignar cosas no sé. Te diría que sí, pero como era un niño no las sentí. De muy chico ya tocaba con Angel Mahler, el que ahora hace con Pepe Cibrián Campoy las obras musicales, y con Charly Alberti temas de Billy Cobham y cosas así por el solo hecho de tocar. Lo que dejé de lado fueron las reuniones o ir a la cancha, porque me quedaba ensayando. Para decirlo en pocas palabras, yo me rompí el culo para poder tocar la guitarra.

-Recién decías que muchos chicos cuelgan los guantes, ¿vos alguna vez dudaste de ser un músico profesional?

-No, nunca. Yo si no toco la guitarra me muero. Mi profesor me dijo una vez que si me sentía mal tocara la guitarra. Y es así, te ponés a tocar y te cambia la onda. Nunca colgué los guantes y no lo voy a hacer. No puedo vivir sin una viola. Yo le hago el amor a mis guitarras. Es como que son partes de mi vida. No me imagino sin ellas.

-¿Qué tiene la guitarra que genera todas esas cosas que quizás no generan otros instrumentos?

-Es muy especial. Hace poco vi una película de un guitarrista antiquísimo y maestrísimo, el señor Oscar Alemán, que tuve la suerte de conocer gracias a mi papá, y él despertaba a sus hijos tocando la guitarra. Yo lo suelo hacer a veces lo mismo con los míos, y se cagan de risa. A veces ellos me piden que lo haga.

-¿Qué les tocás?

-Blues, y si estoy muy copado a la mañana le toco un rock and roll. Algo cool y muy lindo. La música siempre estuvo en mi vida, me crié con ella y por ella. Le tengo un respeto muy especial. No me banco cuando leo en una entrevista que alguien dice que empezó a tocar para levantarse minas. Me parece un horror. A mí nunca se me cruzó eso en la cabeza. Una vez me dijo Charly que tocar el piano es una cosa y tocar la guitarra es otra, porque a la viola la sentís, la abrazás, la hacés sonar. Y eso creo que, como hombre, quizás parezca algo burdo, pero la convierte en algo muy femenino y disfrutás con ella.

-Parece que sos de esos músicos que no pueden separarse de la guitarra

-Nunca. Cuando me voy a de vacaciones me llevo una guitarra o sino cuando llego pido una, y por suerte siempre hay. Como decía el amigo Sandro: ‘Una guitarra y una muchacha para poder cantar’. No importa que sea eléctrica o criolla.

-¿Por qué en los noventa te fuiste tantos años a México?

-Ya conocía México de haber ido de gira con Charly. Fui por medio de Mondragón, que era el mánager de Molotov, y Oscar López a hacer un trabajo durante un año y me terminé quedando ocho.

-¿Cuál era el trabajo? ¿Tocar la viola?

-Yo quería cambiar el aire, despejarme. Fui solo y armé una banda allá. Después vine a Buenos Aires, grabé un disco con Charly de invitado y regresé a México.

-¿Cómo fueron esos ocho años allá?

-Fueron duros, después me acomodé. Empecé a trabajar apenas llegué. Después
de haber tocado con Charly ya no quería tocar con nadie más. El único que me atraía era Luis Alberto (Spinetta), pero era otro tipo de música. A mí me gusta crecer todo el tiempo. En este momento estoy aprendiendo de vos. En 1995 B.B. King me firmó la viola en el Gran Rex y yo le dije: ‘Ahora va a sonar mejor’. Y él me respondió: ‘Ya está sonando muy bien. Yo estoy aprendiendo de ustedes’. Habíamos ido a saludarlo al camarín con Luis Salinas. No puedo creer que alguien tan capo como él derroche tanta humildad.

-¿Cómo fue volver a la Argentina?

-Fue como volver a empezar. Cuando llegué a Buenos Aires muchos chicos no me conocían. Soy porteño y amo esta ciudad, la pizza y mis amigos. En México tuve un hijo, que se llama Sebastián, tiene ocho años y grabó en mi último disco FRENESÍ. La onda era el rock and roll y allá es diferente. A pesar de que est·n al lado de Estados Unidos, tienen ese toque latino. Acá es otra historia, hay mucho rock and roll. Por eso cuando vienen los Rolling Stones se mueren.

-No te gusta mucho el rock latino.

-Yo creo que el rock siempre tiene que ser rock. Tenés que llevarlo en la sangre y vivirlo así.

-¿Cómo es tocar tantos años con Charly?

-Tocar con Charly es algo muy especial porque tengo una amistad muy grande con él y lo admiro mucho. Es uno de los mejores músicos que tenemos. Charly nunca baja los brazos, siempre está peleándola. Y me encanta porque la pelea para él y por el otro, nunca en contra de alguien. Al principio iba a los ensayos y alucinaba, y ahora sigue siendo igual.

-Hace poco tocaron en el Colón, ¿qué te dejó esa experiencia?

-Haber llegado al Teatro Colón de la mano de Charly fue increíble. Hicimos cosas alucinantes. …l preparó unos arreglos de cuerdas que eran buenísimos. Me habló mucho y me concientizó que tenía que tocar de otra forma, sentado, no con el Marshall al palo. Tocar con Charly es un flash permanente de placer.

-¿Por qué crees que Charly te eligió como guitarrista todos estos años?

-Él siempre me dice que yo puedo tocar cualquier estilo. Desde una guitarra híper cool hasta una viola súper rabiosa, que es más mi estilo. Pero siempre buscando el detalle de que todos brillemos. Eso es lo que siempre busca Charly.

-¿Cómo ves el rock actual en Argentina?

-Hay muchas bandas nuevas que están sonando muy bien. Me gustan Amas de Casa, Eruca Sativa y otro grupo de Rosario que se llama Vudú. Todas estas bandas que te mencioné me gustaría que las pusieras en la nota. Una banda que no es nueva, pero yo descubrí hace poco es El Bordo. Ale Kurz, el cantante, me parece un tipo muy creativo. También Las Pastillas del Abuelo, pero esos ya están consagrados.

-¿Por qué editaste FRENESÍ, un disco de reversiones de tus temas con muchos invitados?

-Están Ricardo lorio, el Tano Marciello, Willy Crook, el Bochi de Las Pastillas, y muchos amigos. Reversioné temas viejos y creamos canciones nuevas. Grabamos los temas otra vez y me di el gusto de producirme y hacer un disco muy rockero. FRENESÍ tiene una frescura alucinante. Te recomiendo que busques el significado de esa palabra en el diccionario, estoy seguro que te va a encantar.

El blog de Charly García (hecho por DIOS)

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