martes, enero 26, 2016

Del Cielito, el Cabildo del Rock Argentino

La historia del estudio y productora discográfica que forjó la verdadera independencia del rock nacional. El día que Charly cantó el “arroró”, Pappo lavó los platos y el pelado Cordera se recibió de estafador.

Gustavo Gaudry lo hizo


Grabación original, sin maquillajes, realizada por Gustavo Gauvry con el Estudio Movil Del Cielito, en el Estadio Obras en 1982.

“Vos leías en la revista Pelo que Led Zeppelín estaba grabando en una isla, en Grecia. Entonces te preguntabas ¿Y nosotros qué somos? ¿Boludos al viento?”. La comparación del legendario Luis Alberto Spinetta vale más que mil explicaciones para describir lo que significó el surgimiento del no menos mítico estudio de grabación Del Cielito. Los testimonios de los músicos que cantaron la historia del rock lo confirman. Sus grabaciones y discos, también.

“´Del Cielito´ acercó la idea de que acá también se podía estar en un lugar alucinante, pasándola bien y grabando música. Era el paraíso porque el lugar en sí te llevaba fuera de acá. Creo que sus características preponderantes eran la generosidad y la libertad”, agrega el “Flaco” desde las páginas de “El Cabildo del rock”, el nuevo trabajo de Candelaria Kristof.

Desde el título, Kristof plantea que el estudio de grabación fundado en 1980 por Gustavo Gauvry fue, sin dudas, el lugar donde el rock argentino forjó su independencia. Ubicado en Parque Leloir, su nombre podría dar lugar a ingeniosas y delirantes interpretaciones, pero la realidad es que obedece a la calle que se toma para llegar al lugar. “Me pareció un nombre muy musical”, señala su creador. “Para mí – agrega Gauvry - un estudio no tenía que ser una cueva en el centro de la ciudad cuando podía ser un lugar con luz, con aire libre, con familia metida en el medio, con chicos, con amigos, con asados: un lugar donde pudieras grabar en un clima de distensión”.

lunes, enero 25, 2016

Samalea: Terminás haciendo cosas normales en una vida de loco

Baterista histórico de Charly García, integrante de Metrópoli, Fricción e Illia Kuryaki y partícipe de giras con Gustavo Cerati, este artista presenta en un libro detallado el lado menos público de su historia.
Prueba de sonido. Fernando Lupano, Samalea, Hilda Lizarazu, Charly García y Fabián Von Quintiero, en Ferro.
“Es un placer de niño”, sonríe Fernando Samalea mientras sopa una tras otra las Bay Biscuit en un tazón de café con leche. El rock también nos puede dar este tipo de sorpresas. Pero allí están, él, sus Bay Biscuit, el cuerpo flaco, los pelos revueltos, un brazo recién tatuado todavía cubierto por el nailon en la terraza de su departamento. Encontró ese departamento de pasillo en venta y vive allí desde hace unos meses. En el nuevo barrio, donde se unen dos zonas preciosas de Buenos Aires, Colegiales y Belgrano R, transcurre gran parte del libro de memorias que acaba de publicar, Qué es un long play (editado por Sudamericana). Samalea se siente rodeado de seres muy amados en esa casa. Por esas cuadras vivió Luis Alberto Spinetta, Gustavo Cerati, por ahí compartieron una casona que siempre tenía las puertas abiertas Fito Páez y Fabi Cantilo y también en ese barrio tenían el estudio los Illya Kuryaki. “Nací en Caballito pero me crié en Saavedra, en una parte bastante marginal, pero mis amigos y los músicos de la época de Clap y Fricción vivían en este barrio. Acá todavía está Lilian, la mamá de Gustavo. Son esas vueltas que tiene la vida, cuando empecé a revisionar mi historia me encontré con este lugar y me quedé donde empezó todo”, dice el músico con la cadencia propia de esas personas que no suelen estar demasiado apuradas.

Su primer libro de memorias, que abarca desde su infancia hasta 1997, empieza con una crónica imperdible de un recordado show que Charly García ofreció en Mendoza. La aventura terminó con un García entrando a la comisaría al grito de “¿Cuánto vale esta comisaría? ¡La compro!”, y sus músicos, incluido Samalea, perdidos por la ciudad buscando un lugar donde dormir. Pero después, a partir del segundo capítulo, comienza la vida de este compositor, baterista, bandoneonista, rockero y jazzero, desde su niñez hasta una segunda juventud junto a los Kuryaki. El segundo tomo, que ya tiene escrito, está dedicado a las giras y discos con Joaquín Sabina, su época solista y los viajes y grabaciones en Europa y los Estados Unidos, hasta 2010, un momento de gran tristeza, tras el accidente de Cerati, que los encontró a los dos en plena gira.

Samalea tiene más de un atributo para erigirse en el relator del rock nacional, tuvo la inmensa y extraña fortuna de tocar con todos los íconos populares, es un gran lector desde niño por lo que ejercitó una escritura precisa, por momentos exquisita y elegante, sin dejar de lado el humor, y cuenta con una memoria prodigiosa.

—Hay gran cantidad de datos, fechas y direcciones volcadas a través de todo el libro. Se podría decir que tenés una memoria sobrenatural. ¿Recordás todo?
—Las situaciones volvieron con el ejercicio que hago siempre de agarrar la moto y escribir con la compu en los mismos lugares donde pasaron las cosas. Así fui corroborando las direcciones exactas, las intersecciones y pude describir mejor las casas, los barrios. Las cosas no han cambiado tanto.

—También recordás los gestos.

martes, enero 19, 2016

La nueva música de Charly

De pronto apareció en el panorama nacional este flaco rubio y loquito que vestía frac blanco mientras saltimbanqueba sobre el escenario del Luna Park delante de 30.000 personas. Toda la chismografía periodística se ocupó de él señalándolo como un talento juvenil y renovador. Charly -o como le dicen los íntimos, “García”- dió la espalda al asunto y se dedicó a preparar un nuevo grupo: La Máquina de Hacer Pájaros y juntarse con sus amigos para grabar PorSuiGieco.
Ahora, La Máquina ha lanzado sus primeros pájaros a volar y Charly ha demostrado de sobra que su popularidad no es lo único que ha crecido en él desde que comenzó con Nito Mestre fundando Sui Generis. Como tecladista y como compositor está empezando a ser tomado muy en serio, y quien escucha sus letras se da cuenta de que hay algo más. Es de ese “algo más" de lo que gusta hablar Charly, aunque la conversación gire alrededor de la música argentina, la extranjera, el estrellato o los sintetizadores. Así pasó en este reportaje, que él terminó diciendo: “Hacía mucho que no hablaba tanto".

Charly García: "No te dejes desanimar"

¿Quien entiende las letras?

No dejarse desanimar por el bajón de la ciudad
-¿Cómo ves tu evolución desde que empezaste hasta ahora, y cómo vez al público?

-Cuando yo empecé a componer, pensé que los que me iban a escuchar iban a ser tipos más o menos de mi edad porque a ellos les estaba pasando lo mismo que a mí: irme de mi casa, etc. Siempre uno habla de lo que le pasa. Si yo digo "pobre ese tipo que no se puede sacar la corbata", a lo mejor el que no está pudiendo sacarse la corbata del todo soy yo. Entonces escribí sobre esa etapa en que uno pasa de la vida familiar a su propia vida independiente, hasta que eso terminó y me pareció que ya había dicho lo que tenía que decir. Y ahora tengo que contar lo que me pasa en este momento.
Desde el principio fue muy mágico subir a tocar y que no me conociera nadie y sin embargo me escucharan. Había una total comunicación. Con el tiempo se fue sumando otro público, chicos jóvenes, estudiantes, que a veces no entienden la letra o no están muy en el rock pero les gusta igual.

-¿A vos te parece que tu música más reciente es más difícil?

-Lo que pasa es que buscamos un nuevo estilo. En el primer LP de La Máquina hay temas con ondas musicales muy distintas. Y todavía estoy buscando ese lenguaje y ese estilo. Y sobre todo estoy viendo de qué voy a hablar. Es genial cuando uno encuentra un argumento para decir lo que quiere. Pero a veces para decirlo hay que dar muchas vueltas, y es allí donde la gente se pierde. Yo trato de cargar las cosas con símbolos e imágenes que pueda entender todo el mundo. En el primer LP hay temas que hablan de todo el asunto de la separación de Sui Generis, pero de una forma medio irónica. No sé, yo escribo y veo lo que pasa. Antes a lo mejor era todo más claro. Nuestros problemas eran más simples. Había que romper con toda una mentalidad. Ahora, que mucha gente ya dio ese paso, hay que seguir hablando. Por eso estoy pasando como un momento de transición, pero estoy tranquilo.
No puedo hablar de nuevas cosas con viejas palabras. ¿Qué puedo hacer si ahora no me entiende todo el mundo y lo de la máquina resulta un poco oscuro? Hay que inventar un lenguaje nuevo.
Sé que la gente que tiene que entender va a entender. De todos modos, lo que más me importa es tocar, grabar discos y estar sobre un escenario comunicándome.

Los músicos a veces se la creen...
-Las letras de La máquina hablan del hecho de haberse convertido en un superstar, cosa que de alguna manera continúa esa tradición de Sui Generis de hablar de lo que te está pasando...

 -Sí, hablan de eso. Después de la separación de Sui Generis pasé una etapa en la que estaba muy deprimido. Fui al psicoanalista y todo. Porque cuando empezamos con Nito estábamos en segundo o tercer año del bachillerato, y después de tantos años de estar con alguien yo me encontré solo. Cuando te separas de un grupo es como si hubieras perdido la familia, los amigos, todo. Después del Luna Park y la película, empecé a ver desde afuera toda la bola que se había armado con S.G. Sobre todo la relación de las chicas y los chicos conmigo. Empecé a analizarlo y me pareció raro, hasta gracioso. Yo no hago nada para que me tengan de ídolo, yo sólo canto y toco en el escenario. Y en el Luna Park tenía visiones de gente que lloraba, de madres e hijas sufriendo la separación del grupo. Y entonces empecé a componer sobre eso.